El libro del cementerio

El día amaneció nublado y tormentoso, y para entonces el ni?o dormía ya en la acogedora y elegante tumba de los Owens (el se?or Owens murió siendo el presidente del gremio local de ebanistas, y sus colegas quisieron honrarlo debidamente).

 

Silas determinó hacer una última escapada antes del amanecer. Fue hasta la casa donde había vivido el ni?o con su familia, y allí se encontró con tres cadáveres; los examinó y estudió el tipo de las heridas causadas por el pu?al. Una vez concluidas las averiguaciones, abandonó la casa, abrumado por la avalancha de funestas hipótesis que el cerebro le sugería, y regresó al cementerio, en concreto al campanario donde solía dormir mientras esperaba a que se hiciera de noche.

 

Por otra parte, en la peque?a ciudad situada al pie de la colina, la mala sangre del hombre Jack se exacerbaba por momentos. Llevaba mucho tiempo esperando a que llegara aquella noche; suponía la culminación de muchos meses, a?os de trabajo. Fue tan fácil al principio… Liquidó a tres personas sin que emitieran ni un solo grito. Pero después…

 

Después se torció todo. ?Por qué demonios fue colina arriba cuando era obvio que el ni?o había huido en dirección contraria? Para cuando llegó al pie de la colina, el rastro se había evaporado. Alguien debía de haber encontrado al bebé y, seguramente, se lo había llevado a su casa. No había otra explicación posible.

 

De repente se oyó el retumbar de un trueno y se puso a llover a cántaros. El hombre Jack era un tipo metódico, así que empezó a planear su próximo movimiento: antes de nada llamaría a algunos de los conocidos que tenía en la ciudad; ellos serían sus ojos y sus oídos.

 

No tenía por qué comunicar su fracaso a la asamblea.

 

Y además, se dijo, mientras se demoraba bajo el toldo de una tienda para resguardarse un poco de la lluvia matutina, él no había fracasado. Todavía no… Por muchos a?os que pasaran. Tenía mucho tiempo; tiempo para atar bien atado el cabo que había quedado suelto; tiempo paracortar el último hilo.

 

Fue necesario que oyera las sirenas de un coche de la policía, viera un vehículo policial, una ambulancia y un coche de la secreta, cuyas alarmas sonaban a todo trapo, para que se levantara el cuello del abrigo, enterrara el rostro en él y se perdiera por las callejuelas de la ciudad. Llevaba el pu?al en el bolsillo, guardadito en su funda, bien protegido de la inclemencia de los elementos.

 

 

 

 

 

Capítulo2

 

 

Una nueva amiga

 

Nadie era un ni?o callado, de ojos grises y abundante cabello, de tono parduzco, siempre alborotado. En general era obediente. Pero tan pronto como aprendió a hablar, acosó a los habitantes del cementerio con toda clase de preguntas: ??Por qué no puedo salir de aquí??, ??cómo se hace eso que ha hacido él??, ??quién vive aquí??. Los adultos trataban de respondérselas, pero las respuestas eran evasivas, confusas o contradictorias, y entonces Nad bajaba hasta la vieja iglesia para hablar con Silas.

 

Cuando Silas despertaba al caer el sol, se lo encontraba allí, esperándolo.

 

Siempre podía contar con su tutor para que le explicara las cosas de forma clara y precisa y con la sencillez suficiente para entenderlas: —No puedes salir del cementerio porque sólo dentro de él somos capaces de protegerte (y, por cierto, se dice ?hecho?, en vez de ?hacido?). Es aquí donde vives y donde también vive la gente que te quiere y se preocupa por ti. Fuera de él no estarías a salvo. Al menos, de momento.

 

—Pero tú sí sales. Sales todas las noches.

 

—Yo soy infinitamente más viejo que tú, amiguito. Y puedo ir a cualquier parte sin tener que preocuparme de nada.

 

—Y yo también.

 

—Ojalá fuera eso cierto. Pero sólo estarás seguro si te quedas aquí.

 

O bien le decía:

 

—?Qué cómo se hace eso?

 

—Verás, hay ciertas habilidades que se adquieren por medio del estudio, otras con la práctica, y otras con el tiempo. Seguramente, no tardarás mucho en dominar las técnicas de la Desaparición, del Deslizamiento y la de Caminar en Sue?os. Pero hay otras facultades que no están al alcance de los vivos, y, para desarrollarlas, tendrás que esperar un poco más. Sin embargo, estoy completamente convencido de que, a la larga, hasta ésas acabarás por dominarlas.

 

?En cualquier caso, te concedieron la ciudadanía honorífica, de modo que estás bajo la protección del cementerio. Mientras permanezcas dentro de sus límites, podrás ver en la oscuridad, moverte con libertad por lugares que, normalmente, les están vetados a los vivos, y serás invisible a los ojos de éstos. A mí también me otorgaron esa distinción, aunque en mi caso el único privilegio que lleva asociado es el derecho a residir en el cementerio.

 

—Yo de mayor quiero ser como tú —dijo Nad tirándose del labio inferior.

 

—No replicó rotundamente Silas. No quieres ser como yo.

 

O bien le preguntaba:

 

—?Quieres saber quién está enterrado ahí? Pues mira, fíjate, normalmente está escrito en la lápida. ?Sabes leer? ?Te han ense?ado el alfabeto ya?

 

?El alfaque?

 

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