Antes bruja que muerta

—Ahora están bien —contestó, y me estremecí de lo parecida que era su voz a la mía.

 

—No te pareces en nada a mí —le dije, sin ser consciente de haber perdido tanto peso, y decidí que podía volver a tomar batidos y patatas fritas. Algaliarept sonrió.

 

—?Y si me recojo el pelo? —se burló con falsa timidez mientras recogía la indómita masa de pelo y la sostenía en lo alto de mi, digo, de su cabeza. Se mordisqueaba los labios para enrojecerlos, y gemía retorciéndose como si tuviera atadas sus manos sobre la cabeza, igual que si estuviera practicando algún juego sexual. Se reclinó sobre la espada que sostenía el ángel, posando como si fuera una puta.

 

Me encogí hacia dentro en mi abrigo, con el cuello rodeado por la piel de imitación. Se oyó el pausado ruido de un coche al pasar en una calle lejana.

 

—?Podemos ir al grano? Se me están congelando los pies. Levantó su cabeza y sonrió.

 

—Eres tan aguafiestas, Rachel Mariana Morgan —pronunció con mi voz, pero después cambió a su habitual y exquisito acento británico—. Pero una rival más que digna. No obligarme a arrastrarte a siempre jamás demuestra una gran fortaleza mental. Voy a disfrutar doblegándote.

 

Me agité cuando una capa de energía de siempre jamás inundó su presencia. Estaba cambiando de forma otra vez; pero mis hombros se relajaron cuando adoptó su habitual imagen con encajes y terciopelo verde. Un oscuro y largo cabello y unas redondeadas gafas tintadas cobraron forma. Apareció su pálida piel y su rostro de rasgos acentuados, a juego con la elegancia de su cuidada silueta de cintura estrecha. Unas botas de tacón alto y un abrigo exquisitamente confeccionado le ponían la guinda al disfraz, convirtiendo al demonio en un carismático y joven hombre de negocios del siglo dieciocho, con gran capacidad y seguridad en sí mismo.

 

Mis pensamientos me llevaron hasta la horripilante escena del crimen que había estropeado el pasado oto?o, al tratar de relacionar los asesinatos de las mejores brujas luminosas de Cincinnati con Trent Kalamack. Al las había masacrado por orden de Piscary. Cada una de ellas había sufrido una muerte cruel para que él pudiera divertirse. Al era un sádico, el buen aspecto que lucía el demonio carecía de importancia.

 

—Sí, vayamos al grano —dijo al tiempo que tomaba un tarro con un polvo negro que olía a azufre, y esnifó profundamente una pizca. Se frotó la nariz y avanzó hasta golpear mi círculo con una bota, haciéndome retroceder.

 

—Es firme y bonito. Pero es frío. A Ceri le gusta que sea cálido.

 

??Ceri?? me pregunté mientras toda la nieve del interior del círculo se fundía con un destello de condensación. El aroma del asfalto mojado se elevó con fuerza, y después se desvaneció cuando el cemento se secó hasta quedar de un color rojo claro.

 

—Ceri —dijo Algaliarept; su voz me impresionaba con su tono suave, tan persuasivo como exigente—. Ven.

 

Contemplé cómo aparecía una mujer desde detrás de Algaliarept, aparentemente de la nada. Era delgada, su ovalado rostro estaba amarillento y sus pómulos se mostraban de una forma demasiado acentuada. Era bastante más baja que yo, con aspecto frágil y casi infantil. Tenía la cabeza agachada, y su pálido y translúcido cabello colgaba hasta la mitad de su espalda. Llevaba puesto un hermoso vestido que le caía sobre sus pies descalzos. Era algo exquisito; una exuberante seda te?ida con intensos púrpuras, verdes y dorados; y se ajustaba a su voluptuosa figura como si lo llevara pintado sobre ella. A pesar de ser peque?a, estaba bien proporcionada, aunque tenía un aire quebradizo.

 

—Ceri —dijo Algaliarept, usando una de sus manos enguantadas de blanco para alzarle la cabeza. Sus ojos eran verdes, grandes y vacíos—. ?Qué te dije sobre lo de andar descalza?

 

Un brillo de fastidio apareció en el rostro de la chica, lejano y distante tras el abstraído estado en el que se encontraba. Llamaron mi atención un par de zapatillas bordadas a juego que se materializaron junto a sus pies.

 

—Eso está mejor. —Algaliarept se apartó de ella y me sorprendió la imagen de la perfecta pareja que representaban en sus atuendos. Ella estaba preciosa con sus ropajes, pero su mente estaba tan vacía como lo hermosa que era; enajenada debido a la magia pura que el demonio la obligaba a contener, filtrando el poder de la línea luminosa a través de su mente para mantenerse él a salvo. El miedo encogió mi estómago.

 

—No la mates —susurré con la boca seca—. Ya no la necesitas. Déjala vivir.

 

Algaliarept se bajó sus gafas tintadas para mirar por encima de ellas, fijando sus ojos rojos sobre mí.

 

—?Te gusta? —preguntó—. Es guapa, ?verdad? Tiene más de mil a?os y no ha envejecido ni uno solo desde el día en que tomé su alma. Para serte sincero, ella es la razón por la que me invitan a la mayoría de las fiestas. Se entrega sin una sola queja. Aunque, por supuesto, durante los primeros cien a?os todo eran lágrimas y llantos. Divertido, pero termina cansando. Vas a resistirte a mí, ?no es así?