Antes bruja que muerta

Quería establecer rápidamente mi círculo. De alguna manera, Algaliarept sabía cuándo activaba una línea, y tenía que invocarlo antes de que se mostrara por su cuenta y me arrebatase el hilo de poder que podría utilizar como su invocador. El recipiente de cobre para hechizos con el medio de transferencia estaba frío cuando lo recogí e hice algo que ninguna bruja que hubiera vivido para contarlo había hecho antes; di un paso hacia delante, situándome en el interior del mismo círculo en el que iba a invocar a Algaliarept.

 

Exhalé una bocanada de aire mientras permanecía frente al monumento del tama?o de una persona, fijado al suelo con cemento. El monolito estaba cubierto por una capa de oscura carbonilla, a causa de las bacterias y la polución de la ciudad, otorgándole el aspecto de un ángel caído. La figura estaba inclinada, llorando sobre una espada sostenida horizontalmente en sus manos, como una ofrenda, tan solo a?adida para incrementar la tétrica sensación. Había un nido de pájaros posado en el pliegue de las alas al juntarse con el cuerpo, y su superficie no parecía ser la correcta. Los brazos también eran demasiado largos para pertenecer a un humano o inframundano. Ni siquiera Jenks permitía que sus hijos jugasen a su alrededor.

 

—Por favor, que lo haga bien —le susurré a la estatua mientras movía mentalmente el blanquecino rastro de sal desde esta realidad a la de siempre jamás. Me tambaleé cuando la mayor parte de la energía acumulada en mi centro, salió para forzar el cambio. El medio borboteó en el recipiente de cobre y, aun sin haber encontrado el equilibrio, lo coloqué sobre la nieve antes de que se derramase. Mis ojos se dirigieron hacia las velas verdes. Se habían vuelto inexplicablemente transparentes al ser desplazadas a siempre jamás junto a la sal. Sin embargo, las llamas existían en ambos mundos, aportando su brillo a la noche.

 

El poder de la línea comenzó de nuevo a establecerse; el pausado crecimiento era tan incómodo como el raudo flujo inicial al activar una línea, pero el cerco de sal había sido reemplazado por la misma cantidad de realidad de siempre jamás, que se arqueaba en lo alto, cerrándose sobre mi cabeza. Nada más sólido que el aire podía atravesar las ondeantes líneas de realidad y, como era yo quien había dispuesto el círculo, solamente yo podía romperlo; suponiendo que, para empezar, lo hubiese hecho adecuadamente.

 

—Algaliarept, yo te invoco —susurré con el corazón desbocado. La mayoría utilizaba todo tipo de accesorios para invocar y sujetar a un demonio, pero como yo ya tenía un acuerdo con él, solamente tendría que decir su nombre y desear su presencia para hacerle cruzar las líneas. Qué suerte.

 

Se me encogió el estómago cuando un peque?o trozo de nieve se derritió entre el ángel y yo. La nieve humeaba; una nube de vapor rojizo se elevaba dibujando la silueta de un cuerpo que aún no tenía forma. Esperé; mi tensión se acrecentaba. Algaliarept alteraba su forma, atravesando mi mente sin que yo lo supiera para decidir qué era lo que más me asustaba. Una vez había sido Ivy. Después Kisten; hasta que lo inmovilicé en un ascensor, durante un absurdo instante de pasión vampírica. Es duro tenerle miedo a alguien después de haberle besado con lengua. Nick, mi novio, siempre obtenía un perro rabioso del tama?o de un poni.

 

Sin embargo, esta vez la niebla tenía una forma indudablemente humana, y supuse que se mostraría con la forma de Piscary; el vampiro que acababa de enviar a prisión; o quizá su imagen más típica de un joven caballero británico con un abrigo verde de falso terciopelo con faldones.

 

—Ya nada te asusta —dijo una voz desde la niebla, llamando mi atención.

 

Se trataba de mi propia voz.

 

—Oh, mierda —maldije antes de recoger mi recipiente para hechizos y retroceder hasta casi romper mi círculo. Iba a aparecer con mi forma. Odiaba que hiciera eso—. ?No tengo miedo de mí misma! —grité, incluso antes de que terminara de formarse.

 

—Oh, sí que lo tienes.

 

Tenía el sonido correcto, pero la cadencia y el acento no eran los mismos. Me quedé mirando, fascinada, como Algaliarept adoptaba mi silueta, la dibujaba sugerentemente hacia abajo con sus manos, aplanaba su pecho hasta que este alcanzó el tama?o de mis lamentables formas femeninas y me otorgaba unas caderas que probablemente eran más curvilíneas de lo que merecían. Llevaba unos pantalones de cuero negro, un ajustado top rojo y unas sandalias negras de tacón alto que tenían un aspecto ridículo en mitad de un cementerio nevado.

 

Agitó su cabeza con los párpados levemente cerrados y la boca abierta para que mis rojos y ondulados rizos, que llegaban hasta los hombros, tomasen forma en la ralentizada neblina de siempre jamás. Lucía más pecas de las que yo pudiera tener, y mis ojos eran verdes, no las esferas rojas que mostraba al abrirlos. Los míos tampoco eran rasgados, como los de una cabra.

 

—Los ojos están mal —le aseguré antes de colocar mi recipiente para hechizos al borde del círculo. Apreté los dientes, maldiciendo que hubiese oído un temblor en mi voz.

 

Inclinando sus caderas, el demonio adelantó uno de sus pies calzados con sandalias y chasqueó los dedos. Unas gafas de sol se materializaron en sus manos, y se las puso, ocultando sus ojos antinaturales.