ángeles en la nieve

En Finlandia, los sami, los lapones, sufren muchísimo los prejuicios de la gente, al igual que los esquimales en Alaska. Cada a?o, coincidiendo con el solsticio de verano, Aslak celebra una gran fiesta e invita a amigos, a vecinos y a los miembros más destacados de la comunidad. Quizá sea un modo de demostrarse a sí mismo y a los demás lo lejos que ha llegado a pesar de tener tanto en contra. Quizá sea un modo de decir: ?Jodeos, soy sami y, aun así, más rico que vosotros?. Sigue su propia tradición para el solsticio: asar un reno entero en un asador, igual que otros asan un jabalí. Es algo que sólo le he visto hacer a él.

Kate y yo nos encontramos en la fiesta de Aslak. Se estaba haciendo tarde, pero ésta es la tierra del sol de medianoche, y en verano, especialmente tras unas cuantas copas, es fácil perder la noción del tiempo debido a la constante luz del sol. Toda la noche da la impresión de que es media tarde. Oí una voz que hablaba en inglés y vi que pertenecía a una pelirroja alta que estaba al otro lado del prado. Era la mujer más guapa que había visto nunca. Kate estaba de pie entre un grupo de gente, hablando con una tal Liisa, ayudante de dirección del Levi Center. Liisa y yo habíamos salido un par de veces a?os atrás, pero de aquello nunca salió nada serio. Me acerqué. Estaban achispadas.

—Kari, te presento a Kate Hodges —dijo Liisa—. Ha venido a Finlandia a una entrevista para el puesto de directora general del Levi Center. Kate, este es Kari Vaara. Es el jefe de Policía. Su nombre en inglés se traduciría como Rock Danger.

Kate estalló en una carcajada:

—?Rock Danger, como un personaje de una película cutre?

Yo nunca había pensado en ello, y la idea también me hizo reír.

—Podía significar eso, sí. Kari significa ?roca?, ?montículo?, ?bajío? o ?acantilado?. Vaara significa ?colina?, ?peligro?, ?riesgo? o ?escollo?. Así que también podría llamarme Acantilado Colina o Bajío Escollo. Lo mires por donde lo mires, la traducción suena horrible. Te prometo que en finlandés suena mejor.

—Hablas perfectamente en inglés —observó Kate.

—Kari es un tipo listo —dijo Liisa—. También habla sueco y ruso.

—El ruso lo hablo muy mal —dije yo.

—Estaba hablándole a Kate del solsticio —dijo Liisa—. Le explicaba que también es el Día de la Bandera en Finlandia, que tradicionalmente vamos a la sauna y hacemos una gran hoguera a medianoche. ?Me dejo algo?

—El día del solsticio es el más largo del a?o, y una fiesta pagana de luz —a?adí yo—. Con la cristianización se convirtió en una celebración de la natividad de san Juan Bautista. Pero en finlandés se le llama Juhannus. Para los paganos era una noche cargada de fuerza, sobre todo para las jóvenes que buscaban marido, tener hijos, o ambas cosas. El fuego de la hoguera se relaciona con las creencias sobre la fertilidad, la limpieza del alma y la eliminación de los espíritus malignos.

—Sr. Roca Peligro, pareces un hombre muy culto —dijo ella.

—Soy una gran fuente de información inútil —respondí con una sonrisa.

Kate se llevó a Liisa unos pasos más allá. Se pusieron a cuchichear; yo me encontré rodeado de un grupo de gente borracha que engullía reno asado y ensalada de patata servidos en platos de papel; observé a Kate, y volví a pensar en lo guapa que era. Ella y Liisa pusieron fin a su parloteo y volvieron a acercarse.

—Así pues, ?eso de la fiesta pagana quiere decir que durante el solsticio las mujeres pueden invitar a salir a los hombres? —preguntó Kate.

—Seguro que sí.

El alcohol la había animado y, durante su charla, Liisa había intentado ense?arle una frase en finlandés:

—Komea mies, l?htisitk?ulos ja pane minua sy?m??n?

Su pronunciación era algo rara, pero lo que dijo quedó bastante claro. La gente a nuestro alrededor se puso a reír y yo sentí que me ponía rojo. Ella quería decir: ?Guapo, ?te gustaría salir a cenar conmigo??, pero lo que le salió fue algo como: ?Guapo, ?te gustaría salir y follar conmigo para cenar??.

Kate también se ruborizó.

—?Qué es lo que he dicho mal? —preguntó.

Liisa se lo susurró al oído.

Kate se estremeció, como si estuviera a punto de echarse a llorar. Se alejó del grupo, que aún seguía riéndose.

Fui tras ella. Se giró y me miró, avergonzada.

—Me encantaría invitarte a cenar —dije yo.

Cuando se dio cuenta de lo gracioso de la situación, consiguió esbozar una sonrisa.