ángeles en la nieve

—Si hubiera hecho lo que tú me dijiste, si me hubiera ido de aquí y no hubiera vuelto, Heli aún estaría viva. Ahora me voy para siempre y quiero que tú te quedes con esto.

Me entrega un sobre de papel Manila.

—?Qué es?

—La escritura de mi finca de invierno. Ya no la quiero. Pensé que podría compensarte un poco.

Cuatro personas han muerto y él se cree que puede limpiar su conciencia con dinero, arreglarlo todo con un regalo caro. Se lo devuelvo.

—No lo quiero.

—Vale ochocientos mil euros —responde, sin coger el sobre.

Le agarro la mano y le meto el sobre dentro.

—Aun así no lo quiero. Vete.

—Siento haberte molestado —responde. Tiene el aspecto de un ni?o desolado.

Entonces caigo en algo.

—Espera, dámelo.

—?Por qué ese cambio de opinión? —pregunta, devolviéndomelo.

—Valtteri dejó una viuda y un pu?ado de hijos, y la madre de Sufia se ha quedado sola. No estoy seguro de que pueda defenderse. La venta de tu dacha podría proporcionarles sustento durante mucho tiempo.

—Bien, me alegro.

Cierro la puerta. Entonces, por primera vez, me doy cuenta de lo mucho mejor que estábamos todos cuando Heli me dejó por él. Ella tenía lo que quería, un hombre rico y tonto al que podía manipular. El tenía una mujer que estaba a su lado a pesar de ser un borracho mujeriego; además, creo que realmente la quería. Heli no era la que yo pensaba que era cuando me casé con ella. Quizá nadie la conociera, como a Sufia. Al irse me dejó seguir con mi vida, y pude encontrar a alguien que me hiciera feliz, a alguien que me hace feliz.

Papá me pregunta que quién era. Le digo que no era nadie.

Mamá se lleva a Kate a la cocina para ense?arle el arte de la elaboración del rosolli. La manera en que consiguen comunicarse a pesar de no hablar el mismo idioma, sobre todo con gestos, me divierte. Parece que la gente siempre encuentra el modo.

Papá y yo nos sentamos frente al televisor y nos vamos pasando la botella. La combinación de fármacos y alcohol me permite soltarme y plantear la pregunta prohibida.

—Papá, ?sueles pensar en Suvi?

El se inclina hacia mí, apoya los brazos en mis rodillas y mira al suelo. Tarda un buen rato en responder, pero cuando lo hace me mira a los ojos: —Todos los días de mi vida.

—?Quieres que hablemos de ello?

—Algunas cosas no pueden arreglarse. No hay nada que decir.

Pasan unos minutos.

—?La sauna estará ya lista? —pregunta.

—Casi.

Pasa más tiempo.

—El jamón que has comprado tiene buena pinta.

—Sí —respondo—. Muy buena.

—?Qué tal os va a vosotros dos? —pregunta Kate, que sale de la cocina.

—No podría ir mejor —responde papá, levantando la botella de vodka—. ?Sabes, Kate? Ma?ana saldrá el sol. Sólo unos minutos, pero el kaamos está a punto de acabar.

Kate se me coloca detrás, se inclina sobre el sofá y me rodea con los brazos.

—Hyv??Joulua —dice: ?feliz Navidad?.

?Feliz para quién? Sufia Elmi, una refugiada que desafió las dificultades y consiguió triunfar en un país xenófobo, se sentía tan desesperanzada por dentro que permitía que abusaran de ella hombres a los que no les importaba nada. Mi primera impresión era correcta. Su encanto y su belleza inspiraban odio, y eso fue lo que hizo que la destriparan como a un animal. No sé de qué era culpable su padre, pero había dejado el pasado atrás, había llegado a este país y se había construido una nueva vida. Yo desenterré su pasado y ha muerto, por mi culpa, para nada.