ángeles en la nieve

Cuando acaba, me lleva a un lado.

—No debemos quedarnos mucho tiempo —advierte—, porque Hudow sufre mucho. El Profeta dijo que hay tres cosas que siguen beneficiando a la persona tras su muerte: la caridad repartida en vida, los conocimientos impartidos a los demás, y un hijo de recta moral que rece por su progenitor. Ahora, tras nuestra muerte, Hudow y yo no contaremos con el beneficio de las oraciones de nuestra hija de recta moral. Usted no puede saberlo, pero mi hija era una persona cálida y encantadora. Nos proporcionó una gran felicidad y no merecía lo que le sucedió en este fatídico lugar. Creo que Alá la recibirá con los brazos abiertos. No obstante, también debe hacerse justicia en este mundo. ?Cómo avanza el caso?

—He fracasado —declaro—. Seppo Niemi mató a su hija, pero no puedo demostrarlo y saldrá libre de cargos. Lo siento.

Abdi se gira hacia un lado como si le hubiera dado una bofetada.

—Eso no puede ser. No lo permitiré.

—Hay otra opción —propongo. Veo la rabia en sus ojos.

—?Cuál?

Puedo crear la ocasión para que usted lleve a cabo su venganza.

La rabia deja paso a la curiosidad.

—?Y usted por qué iba a hacerlo?

—?Ha leído los periódicos? ?Sabe lo que me hizo Seppo, que mi ex mujer me traicionó y que Seppo me convirtió en un cornudo?

Asiente.

—Usted podría vengarse por los dos, compensar el mal que nos ha hecho a los dos.

El me mira, escrutándome.

—Ya veo.

—Me he enterado de algunas cosas. Usted no es el doctor Abdi Barre. él murió frente a un hospital en Karaan en 1990, con una ?corbata neumática?. Creo que usted le mató, que le robó el pasaporte y lo usó para escapar de Somalia con su mujer y su hija. Además creo que mató a mi ex esposa para castigar a Seppo. Tal como ustedes dicen, ?ojo por ojo?. No le juzgo por ello; estoy contento de que haya muerto.

—Debe de creerse bastante listo —comenta; su rostro no revela ninguna emoción.

—Yo llevaré a Seppo al funeral de Heli esta tarde. Luego lo conduciré hasta el lago, al mismo lugar donde usted mató a Heli. Se lo dejaré allí. Deme tiempo para volver a la ciudad y crearme una coartada, y luego mátelo. Que parezca un suicidio. Es el único modo de arreglar este asunto.

El levanta la mano, enfundada en un guante, y apoya un largo dedo contra los labios, fruncidos.

—?Por qué me ha investigado?

—Es mi naturaleza —respondo, encogiéndome de hombros—. Venga a mi encuentro a las seis.

—Debe de pensar que soy tonto —replica—. Perdóneme por haber dicho que no cuenta con toda mi confianza en este asunto. Debo declinar la oferta.

—No creo que tenga mucha elección. Si se niega, le detendré por el asesinato de Heli. Cumplirá una larga condena y luego será deportado a Somalia.

—Ya veo.

—?Estamos de acuerdo?

No responde.

—Yo estaré allí. Haga lo que le parezca —concluyo, y me dispongo a marcharme.

—Inspector —me llama—, es una pena que no haya sido tan diligente en la investigación del asesinato de mi hija como lo ha sido para investigarme a mí. De haberlo hecho, nos habría ahorrado muchos problemas a todos.

—Lo siento. He hecho todo lo que he podido.

Me doy la vuelta y no miro atrás. La rodilla mala se me ha quedado rígida del frío. Atravieso el cementerio haciendo crujir la nieve a mi paso y sintiendo el soplo del viento. Subo al coche y me alejo de allí.