ángeles en la nieve

—Sí, desde luego. Y yo cumpliré la mía y te ayudaré a recuperarte.

Milagrosamente, la bala me atravesó la boca sin romperme la mandíbula. Me destrozó las dos últimas muelas superiores del lado derecho y me atravesó la mejilla sin causar más da?os. Le pregunté al médico qué aspecto tendría la cicatriz.

—Parecerás un tipo duro.

—La gente ya dice que tengo aspecto de tipo duro.

—Bueno —se rio—, ahora parecerás un tipo duro al que le han disparado en la cara.

—Estupendo, justo lo que necesitaba.

Kate ha llamado a papá. Cuando les ha explicado lo sucedido, mamá se ha ofrecido a venir a ayudarle a hacer la cena de Nochebuena. Papá ha dicho que vendría si encendemos la sauna. La Navidad no es Navidad sin sauna, ha dicho. Es todo un detalle por parte de mamá, que se haya ofrecido a cocinar. Lo hace por Kate. Yo no puedo comer sólidos y tendré que alimentarme de sopas durante unas semanas.

Empiezo a encender el fuego para la sauna. No puedo ir por ahí con la cara vendada. Me resulta casi tan frustrante como no poder comer la cena de Nochebuena. Suena el teléfono. Incluso con los fuertes analgésicos que tomo, la cara y las muelas rotas me duelen una barbaridad. Pero es el comisario superior de Policía, y yo quiero saber sí me han despedido, así que contesto igualmente.

—?Cómo va la cara? —pregunta.

—Me duele.

—Te lo tienes merecido; a los demás nos lleva doliendo mucho tiempo —bromea, y se ríe de su propio chiste—. Eres un capullo —sentencia.

—Lo sé.

—No sé si denunciarte o ascenderte.

—Yo tampoco.

—Cuando tus agentes registraron la escena, encontraron la cámara de vídeo y la grabadora. Todo ha quedado documentado.

No sabía que Valtteri las había dejado encendidas y había grabado su propio suicidio.

—Fue una tragedia. Ojalá pudiera olvidarse.

—Yo no puedo. Lo he mandado a las noticias de la noche. Para salvarte el culo.

No respondo.

—Soy un hombre de palabra y un trato es un trato —a?ade—. Has resuelto ambos asesinatos. ?Qué puesto quieres?

—?Habla en serio?

—?Tú qué crees?

Le digo que espere un segundo y empiezo a preguntarle a Kate qué quiere hacer, pero luego me lo pienso mejor. Ya ha tenido suficiente presión los últimos días. Puede esperar hasta pasado Navidad.

—?Puede darme algo de tiempo para planteármelo? —pregunto.

—Te doy una semana —concede—. Eres un capullo, pero supongo que voy a tener que condecorarte por tu valentía de nuevo, para que las cosas vuelvan a ponerse en su sitio. Bueno, no está mal. Así saldré en la tele.

El comisario cuelga y yo le cuento a Kate lo que ha dicho.

—Tenías razón en cuanto al caso —dice ella—. A lo mejor también la llevas en lo de quedarnos aquí. Por otra parte, Helsinki tiene buena pinta. Tomémonos un tiempo para pensarlo.

Yo no tenía razón en todo, y desearía haberme equivocado sobre lo demás.

Llegan papá y mamá. Mamá me abraza, parece como si fuera a llorar.

—?Estás bien, hijo? —pregunta papá.

—Sí.

Me entrega dos regalos envueltos. Es evidente que uno es una botella.

—ábrelos.

La botella es de vodka Koskenkorva. El otro paquete contiene dos pajitas de plástico.

—Son simbólicas —explica—. Vamos a bebérnosla juntos.

—No debería beber mientras tomo analgésicos —objeto.

Mamá no habla inglés, pero el de papá es aceptable. Mira a Kate.

—?Te importa si tu marido se emborracha con su padre?

—Un poco —dice ella. Me mira, yo me encojo de hombros. Le da a papá un abrazo de Navidad—. Pero está bien.

Papá parece contento. Abre la botella, le da un sorbo y me la pasa. Yo también bebo.

Vuelve a sonar el timbre. Me sorprende encontrar a Seppo en mi porche.

—Feliz Navidad —saluda.

Es la última persona en la Tierra que tengo ganas de ver.

—?Qué quieres?

Parece avergonzado.