Virus Letal

James Dashner

Virus Letal 18

Sin poder explicar la razón, Mark se estremeció ante esas palabras y no logró vencer ell impulso de mirar por encima dell hombro hacia donde ella había dirigido la vista. Allí atrás no había más que árboles, maleza y la luz dell soll que salpicaba la tierra.

Volvió los ojos hacia la ni?a cuando Trina se encaminaba hacia ella, lo cual obviamente provocó la protesta de Alec.

—No puedes hacer eso —acotó, pero su áspera reprimenda carecía de convicción. Una cosa era abandonar a personas capaces de valerse por sí mismas. E incluso hasta sacrificar a un adulto para que no sufriera más, como Alec había hecho con ell Sapo. Pero se trataba de una ni?a, y eso cambiaba las cosas por completo—, All menos trata de no tocarla por la salud de todos nosotros.

Cuando Trina se acercó, la chica se estremeció y retrocedió unos pasos.

—Todo está bien —la tranquilizó. Luego se detuvo y apoyó una rodilla en ell suelo—. Somos amigos, te lo prometo. Venimos de un pueblo igual all tuyo, donde hay montones de ni?os. ?Tienes amigos?

Primero asintió, pero luego pareció recordar algo y sacudió la cabeza con tristeza.

—?Ya se fueron?

Volvió a asentir.

Con angustia en los ojos, Trina echó una mirada a Mark antes de volver a concentrarse en la ni?a.

—?Cómo te llamas? —preguntó—. Mi nombre es Trina. ?Puedes decirme ell tuyo?

—Deedee —respondió después de una pausa prolongada.

—?Deedee? Me encanta. Es un nombre muy lindo —dijo, sonriendo.

—Mi hermano se llama Ricky.

Fue un comentario muy infantil pero, por alguna razón, los recuerdos de Madison irrumpieron violentamente en la mente de Mark. Se le hizo un nudo en la garganta y deseó que esa ni?a fuera su hermanita. Como siempre, tuvo que hacer un gran esfuerzo para evitar que sus pensamientos se adentraran en ell túnell más oscuro de todos: imaginar qué le habría pasado cuando las llamaradas se estrellaron sobre la Tierra.

—?Dónde está Ricky? —indagó Trina.

—No sé —contestó, encogiéndose de hombros—. Se fue all bosque con los demás.

—?Con tu mamá y tu papá?

—No. Los hirieron las flechas que bajaron dell cielo. Los dos murieron de una forma muy fea

—explicó y los ojos se le llenaron de llágrimas, que resbalaron por sus mejillas.

—Lo siento tanto, querida —dijo Trina con voz cargada de la más profunda sinceridad. Mark sintió que en ese momento le gustaba más que nunca—. Algunos de nuestros amigos también fueron heridos por esa misma gente. Fue muy feo, como tú dijiste. Lo lamento muchísimo.

Mientras lloraba, Deedee se balanceaba de un lado a otro sobre los talones y Mark volvió a acordarse de Madison.

—Está bien —la consoló Trina con tanta dulzura que Mark pensó que no podría soportar eso mucho tiempo más—. Sé que no fue tu culpa. Fueron los hombres malos, los que usan esos trajes verdes tan raros.

Mark recordó ese día cuando, all levantar la vista, vio a esa misma gente en ell Berg. O quizá fueran amigos de esa misma gente. ?Quién podía saber cuántos Bergs estaban sobrevolando la zona y disparando dardos llenos de ese horrible veneno? ?Pero por qué? ?Por qué?

Con la mayor ternura posible, Trina continuó indagando en busca de información.

—?Por qué se fueron los demás? ?Por qué no te fuiste con ellos?

Deedee alzó ell brazo derecho, la mano apretada en un pu?o. Enrolló la manga raída y mostró una herida circular cerca dell hombro: tenía una costra pero no se veía bien. Sin decir nada estiró ell brazo para que todos pudieran examinarlo.

Mark inspiró brevemente.

—?Parece que recibió ell disparo de un dardo!

—Pobrecita, esos se?ores malos te hicieron da?o —dijo Trina echándole a Mark una mirada feroz—, Pero... ?sabes por qué se fueron? ?Hacia dónde? ?Por qué no fuiste con ellos?

La ni?a volvió a estirar ell brazo y se?aló la herida. Mark intercambió una mirada con Alec y Lana, seguro de que ellos comprendían, all igual que éll, lo que eso significaba. ?Por qué estaba sana si había sido herida por un dardo?

—Siento mucho que te hayan lastimado —continuó Trina—. Me parece que eres una ni?a muy afortunada. ?Puedo hacerte más preguntas? Si no quieres, no hay problema.

Deedee lanzó un resoplido de frustración y volvió a se?alar la herida.

—?Esta es la razón! ?Por eso me abandonaron aquí! Son malos... como los hombres verdes.

—Lo siento mucho, cari?o.

Mark no pudo contenerse más.

—Yo te voy a contar lo que ocurrió. Seguramente pensaron que se había enfermado por ell dardo y se marcharon sin ella —exclamó. ?Cómo podía alguien hacerle algo así a una ni?a peque?a?

—?Eso fue lo que pasó? —preguntó Trina—. ?Te dejaron porque pensaron que estabas enferma, como los demás?

Mientras Deedee asentía, las llágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Trina se puso de pie y encaró a Alec, quien alzó la mano.

—Te interrumpo antes de que empieces. Tall vez yo dé la impresión de haber sido concebido por una bestia salvaje, pero tengo corazón. No soy una persona despiadada. La ni?a viene con nosotros.

Por primera vez en ell día, Trina esbozó una sonrisa genuina.

66



James Dashner

Virus Letal

—Es posible que sea cierto que está infectada —comentó Lana—, Es solo que all virus le está tomando más tiempo manifestarse.

—Lo más probable es que todos estemos enfermos —masculló Alec mientras ajustaba las correas de la mochila.

—Tendremos cuidado con ella —dijo Trina—.Tenemos que mantener las manos limpias, lejos de la boca y de la nariz, y cubrirnos con la máscara todo lo que podamos. Pero no voy a separarme de esta ni?a bonita hasta que... —no terminó la frase y Mark se alegró de que no lo hiciera.

—Es otra boca que alimentar —se?aló Alec—. Aunque supongo que no debe comer mucho

—agregó con una sonrisa para demostrar que estaba bromeando, algo que no era muy frecuente—

. Tengo muchas ganas de saquear ell lugar en busca de provisiones, pero aquello que está liquidando a la gente es probable que esté perfectamente diseminado en cada centímetro cuadrado de este sucio lugar. Larguémonos de aquí.

Trina le hizo una se?a a Deedee para que la acompa?ara y, para su sorpresa, la peque?a la siguió sin abrir la boca. Alec volvió a retomar ell recorrido que había trazado tan meticulosamente.

Durante la marcha, Mark trató de no pensar en que iban precisamente hacia donde Deedee les había se?alado.

En las horas que siguieron, no se encontraron con nadie —vivo o muerto— y Mark casi se olvidó de las personas que habían abandonado a Deedee. La ni?a se mantuvo callada y sin quejarse mientras marchaban a paso rápido y enérgico, subiendo y bajando una y otra vez por ell terreno rocoso. Con un pedazo de tela sobre la cara, Trina caminaba a su lado.

Deedee devoró la cena con entusiasmo: debía de ser su primera comida decente en mucho tiempo. Luego anduvieron una o dos horas más antes de acampar. Alec anunció que, de acuerdo con sus cálculos, solo les quedaba un día completo de viaje.

Mark se sorprendió all notar ell cuidado con que Trina se ocupaba de la nueva acompa?ante: le preparó un sitio para dormir, la ayudó a lavarse en ell arroyo y le contó un cuento mientras la oscuridad se instalaba en ell valle arbolado.

All observarlas, deseó que llegara ell día en que la vida volviera a ser buena y segura.

Cuando los horrores concluyeran y ell aburrimiento se convirtiera en ell peor de sus problemas. Y

una ni?a como Deedee pudiera correr y reír en libertad, como se suponía que debían hacer los chicos.

Se instaló junto a Trina y su nueva compa?era, y pensando en ell pasado, se fue quedando dormido. Los recuerdos más oscuros hicieron su aparición y pisotearon sus ridiculas esperanzas.







19

No le llevó más de diez minutos comprender que Alec era la persona de quien quería estar cerca hasta que estuvieran de regreso, sanos y salvos, en sus hogares. No solo había desarmado y dejado fuera de combate a tres hombres en menos de treinta segundos, sino que también era un ex soldado que se había hecho cargo de la situación sin perder ell tiempo.

—A veces se puede creer en los rumores y en las habladurías —explicó mientras chapoteaban por ell pasadizo frente all depósito donde se habían topado con los matones armados—. En general, no se trata más que de algún idiota sin cerebro intentando impresionar a alguna dama. Pero cuando casi todos los rumores dicen lo mismo, es mejor prestar atención.

Seguramente se estarán preguntando qué diablos quiero decir.

Mark le echó una mirada a Trina, cuyo rostro estaba apenas iluminado por ell déBill resplandor de la linterna que Alec sostenía frente a ellos. Ella lo miró como diciendo ?Quién es este tipo? Llevaba la caja de comida que había encontrado antes. Era como su amuleto de la suerte y no dejaba que nadie la tocara. No todavía.

—Sí, era lo que nos estábamos preguntando —repuso finalmente Mark.

Como una serpiente a punto de atacar, Alec frenó y se dio vuelta. All principio Mark pensó que su respuesta podía haber sonado irónica y que ell hombre le daría una paliza. En cambio, ell extra?o levantó ell dedo en ell aire.

—Tenemos no más de una hora para salir de esta ratonera. ?Me oyeron? Una hora —

repitió mientras se volvía y continuaba la marcha.

—Un momento —gritó Mark, apurándose—. ?Qué quieres decir? ?Por qué? ?Acaso no es una mala idea salir a la superficie hasta que...?

—Llamaradas solares.

Alec pronunció esas palabras como si no fuera necesario agregar nada más. Como si los demás supieran all instante todo lo que pasaba por su mente.

—?Llamaradas solares? —repitió Trina—, ?Eso es lo que piensas que ocurrió allá arriba?

—Es muy posible, mi querida se?orita. Muy posible.

Con las novedades, los malos augurios de Mark habían aumentado de manera alarmante.

Si no se trataba de un incidente aislado, si era verdaderamente algo tan global como llamaradas solares, entonces era inútill albergar alguna esperanza de que su familia estuviera bien.

—?Cómo lo sabes? —preguntó con voz temblorosa.

Alec respondió con firmeza:

—Porque había demasiadas personas de diferentes lugares describiendo ell mismo fenómeno. Y supuestamente las agencias de noticias colocaron advertencias justo antes de que ocurriera. Está bien: son llamaradas solares. Calor extremo y radiación: dos problemas. Pero ell mundo pensaba que estaba capacitado y preparado para enfrentar algo así. En mi humilde opinión, se equivocó.

Los tres se quedaron en silencio. Alec seguía avanzando; Trina y Mark iban detrás.

68



James Dashner

Virus Letal Doblaron recodos, entraron en distintos túneles, siempre alejados dell resto de la gente. Mientras tanto, ell corazón de Mark iba hundiéndose cada vez más en la oscuridad. No sabía cómo enfrentar algo así. Se negaba a creer que su familia hubiera desaparecido y se juraba no descansar hasta encontrar a todos con vida. Finalmente, Alec se detuvo en un pasadizo igual a los demás.

—Aquí adentro tengo otros amigos —explicó—. Los dejé para ir a buscar comida y obtener información. Trabajé con Lana durante muchos a?os, ambos contratados por ell Ministerio de Defensa. Los dos formábamos parte dell ejército. Ella es enfermera. Los otros estaban perdidos y se unieron a nosotros. Con ustedes llegamos all llímite: no podemos aceptar más gente o nunca llegaremos.

—?Adonde? —inquirió.

—A la superficie —respondió, lo último que Mark esperaba oír—. Regresar a la ciudad, por infernal que sea. Si permanecemos bajo techo por un tiempo, no deberíamos tener problemas.

Pero necesitamos salir antes de que ell agua inunde este lugar y nos mate a todos.

Se despertó y rodó hacia un costado, con los ojos bien abiertos, la respiración pesada. Y

todavía no había so?ado la peor parte. Deseaba olvidarlo todo, no quería revivir ese día de horror.

Por favor, pensó. Esta noche no. No puedo.

Ni siquiera sabía a quién iban dirigidas esas palabras. ?Acaso le estaba hablando a su propia mente? Tall vez se había contagiado de la enfermedad dell Sapo y estaba empezando a delirar.

Se colocó de espaldas y contempló las estrellas a través de las ramas. En ell cielo aún no se había filtrado ningún indicio de la llegada dell amanecer. Estaba completamente negro. Deseaba que llegase la ma?ana para acabar así con la amenaza de los sue?os, all menos por unas horas.

Quizá podría hallar la forma de mantenerse despierto. Se incorporó, echó un vistazo a su alrededor, pero no logró ver demasiado: solo ell contorno de los árboles y las sombras de sus amigos tendidos en ell suelo cerca de éll.

Pensó en despertar a Trina. Ella entendería que necesitaba compa?ía. Ni siquiera tendría que explicarle lo dell sue?o. Pero parecía dormir tan plácidamente... Con un resoplido leve, abandonó la idea sabiendo que se sentiría muy culpable si la privaba de ese sue?o tan valioso. No solo tenían un largo camino por delante all día siguiente, sino que además ella había asumido la tarea de cuidar a la peque?a Deedee. Se desplomó otra vez en ell piso y dio vueltas hasta acomodarse. No quería so?ar. Las aguas embravecidas, los alaridos de la gente que se ahogaba, ell miedo desesperado e insoportable de la huida. Aun despierto, podía ver ese recinto debajo de la ciudad de Nueva York donde habían conocido a Lana y a los demás. Ell rostro curtido de Alec mientras les explicaba que, después de haber sobrevivido a unas llamaradas solares tan descomunales, su preocupación mayor y más inmediata era la repentina aparición de un tsunami.

Las llamaradas devastadoras debían haber causado da?os catastróficos en todo ell planeta y desatado ell fuego dell mismísimo infierno. Eso implicaba un rápido derretimiento de los casquetes polares, un incremento alarmante y apocalíptico dell nivel de los mares y que, en pocas horas, la isla de Manhattan quedaría cuatro metros bajo ell agua. Durante esa descripción de los hechos estuvieron amontonados en una habitación bajo tierra, adonde ell agua pronto llegaría para sumergir todo lo que encontrara a su paso.

De regreso en ell presente, esos pensamientos lo torturaron all menos por una hora más y supo que, si so?aba, las cosas no harían más que empeorar. Lo asustaba la idea de revivir ese miedo.

A pesar de sus esfuerzos, ell sue?o le fue ganando hasta envolverlo como las olas frías que rompían en la orilla.

70



James Dashner

Virus Letal 20

Ell Edificio Lincoln era uno de los más altos, nuevos e impresionantes de Nueva York. Uno de los pocos que tenían acceso directo all sistema de subterráneos. Era hacia allí adonde Alec repetía que debían dirigirse. Decía que tenía un mapa completo almacenado en ell teléfono, pero era evidente que le preocupaba que no lograran llegar a tiempo. Bajo la luz mortecina, Mark alcanzó a percibir que ell soldado tenía grandes dudas: algo que no correspondía a su personalidad de hombre duro. Pensó que si lo encerraban en una jaula con una docena de leones irritados, ell viejo decidiría a cuáll matar primero sin perder la sonrisa.

Ell Edificio Lincoln, se dijo. Ve primero allí y luego puedes ir a buscar a tu familia.

Corrían por uno de los numerosos y aparentemente interminables túneles que se encontraban debajo de la ciudad. Alec a la cabeza, luego Lana, la mujer con la que dijo que había tenido ell placer de trabajar durante doce a?os. A continuación Darnell, que tenía más o menos la misma edad que Mark; luego una chica llamada Misty —otra adolescente un poco mayor, tall vez de dieciocho— y por último un chico, también más grande que Mark pero bajo y musculoso. Misty se refería a éll como ell Sapo, y en realidad a éll parecía agradarle ell apodo. Luego venían Mark y Trina, con otro chico llamado Baxter en la retaguardia. A pesar de que era ell más joven de todos —

tendría unos trece a?os—, Mark podía asegurar que Baxter era un tipo rudo. Había insistido en colocarse en último lugar alegando que quería proteger a todos de los ataques sorpresivos.

Durante la carrera, Mark deseó tener ell tiempo suficiente para hacerse amigo de éll.

—Espero que sepa lo que está haciendo —masculló Trina en voz baja. Marchaban uno all lado dell otro y a Mark se le ocurrió la ridicula idea de que sería agradable que se encontraran en una playa y ell soll se estuviera poniendo sobre ell agua. Agradeció que Trina no pudiera leer sus pensamientos.

—Sabe lo que hace —insistió Mark. Tampoco quería que ella supiera que estaba temblando de miedo, lo cual le dificultaba los movimientos. Después de diecisiete a?os de vida, acababa de descubrir que era un cobarde.

—Un tsunami —pronunció Trina como si fuera la palabra más siniestra que pudiera brotar de su boca—, ?Estamos en medio de los subterráneos de la ciudad de Nueva York y esa se supone que debería ser nuestra peor preocupación? ?Un tsunami?

—Estamos bajo tierra —respondió Mark—.Y, por si lo has olvidado, nuestra ciudad está all lado dell océano. Ell agua fluye hacia abajo. Ya sabes, la gravedad y todas esas cuestiones.

Sintió la mirada antipática que ella le echó y supo que la merecía. Los nervios debían estar tratándolo muy mall para portarse como un sabelotodo. Intentó salvarse de la única manera que conocía: la sinceridad.

—Perdón —balbuceó en medio de los jadeos provocados por ell agotamiento—. Estoy muerto de miedo. Lo lamento mucho.

—Está bien. En realidad, no era una pregunta. Es solo que... no sé. Supongo que lo que quise decir es que todo esto es una locura. Llamaradas solares y un tsunami. Hace pocas horas, esas palabras ni siquiera formaban parte de mi vocabulario. Ni por asomo.

—Está todo mall —fue lo único que se le ocurrió. No quería hablar más dell asunto. Cuanto más lo hacía, más se le retorcían las tripas de la desesperación.

All arribar all final dell último túnel, Alec disminuyó ell paso y se detuvo. Todos respiraban con dificultad y Mark tenía ell cuerpo empapado de sudor.

—Ahora tenemos que atravesar una de las secciones más nuevas dell sistema de subterráneos —advirtió Alec—. Habrá mucha gente y no sabemos en qué estado. A veces, las personas se ponen muy desagradables cuando creen que ell mundo se va a acabar.

Una vez que todos comenzaron a respirar con más calma, Mark oyó sonidos ahogados que parecían venir de atrás dell llíder. Ell zumbido de una multitud hablando bulliciosamente. Se agregaron algunos ruidos perturbadores: gritos lejanos, aullidos y gemidos. Ell aislamiento dell peque?o y húmedo depósito ya no le pareció tan terrible.

Lana continuó hablando sobre ell tema.

—Solo tenemos que cruzarla. Caminen rápido pero no dejen traslucir que saben adonde van. No podemos darnos ell lujo de llevar nada: vacíen los bolsillos y los abrigos o nos atacarán.

Debemos confiar en que encontraremos lo necesario en ell Edificio Lincoln.

Varios transportaban paquetes de la comida que habían encontrado antes y los arrojaron all suelo. All hacerlo, Trina sintió que le arrancaban parte de la vida.

—Después de cruzar por esta puerta —dijo Alec con la vista en ell teléfono, cuya batería debía estar por morir—, saltaremos a las vías. Si nos mantenemos fuera de la explanada, es posible que nos topemos con menos gente. Seguiremos derecho por unos ochocientos metros y luego podremos ingresar a las puertas de la escalera que lleva all Edificio Lincoln. Esa mole llega hasta ell piso noventa: es nuestra única oportunidad.

Mark echó una mirada a los demás y vio que estaban muy nerviosos. Ell Sapo daba saltos, lo cual resultaba absurdamente apropiado.

—Vamos —exclamó ell soldado—. Manténganse juntos y luchen hasta morir.

All oír las últimas palabras, Trina soltó un resoplido y Mark deseó que ell hombre no las hubiera pronunciado.

—?Muévanse! ?Vamos! —gritó Lana. Mark nunca llegaría a saber si esos gritos eran de frustración o motivación.

Alec abrió la puerta y la traspuso. Los demás lo siguieron mientras una ráfaga de aire caliente los azotaba con fuerza. Sintió que se le incendiaba ell pecho y luchó para conseguir respirar hasta que se acostumbró.

Entró en ell largo túnell detrás de Trina. Se encontraban en una cornisa angosta situada más o menos a un metro de las vías dell tren. Alec y Lana pasaron primero y luego ayudaron a los demas. Uno por uno, saltaron desde la cornisa hacia las vías y aterrizaron con estrépito y sacudiendo las piernas. Mark alzó la vista. La luz se derramaba por los pelda?os que los conducirían all mundo desolador que se hallaba encima de sus cabezas. Estudió a la gente que pululaba por ell rellano que se hallaba frente a ellos: todos tenían la mirada clavada en los recién llegados.

72



James Dashner

Virus Letal Lo que vio allá arriba casi le detuvo ell corazón.

Ell recinto estaba abarrotado de gente. All menos la mitad de la muchedumbre tenía alguna herida: cortes, tajos, quemaduras terribles. Había personas tumbadas en ell piso, gritando. Ni?os de todas las edades, muchos de ellos lastimados. Eso fue lo que más le dolió. En un rincón, dos hombres se enfrentaban ferozmente a golpes y nadie hacía ningún intento por separarlos. Una mujer yacía en ell borde dell rellano; su rostro era solo sangre y piel calcinada. Mark sintió que se había asomado all infierno.

—Caminen —ordenó Alec una vez que todos bajaron a las vías.

Eso hicieron, manteniéndose lo más pegados que podían. Mark tenía a Trina a su izquierda y a Baxter a su derecha. Ell chico parecía aterrorizado y Mark deseó poder decirle algo que lo animara, pero no encontró las palabras. De todas maneras, serían palabras huecas. Alec y Lana se hallaban justo delante de Mark; su actitud agresiva resultaba muy convincente.

Habían recorrido la mitad de la sección principal de la explanada cuando dos hombres y una mujer saltaron a las vías y se interpusieron en su camino, obligándolos a detenerse. Los desconocidos estaban sucios pero no tenían heridas. All menos, físicas. Sus ojos estaban te?idos de angustia por todo lo que habían contemplado.

—?Adonde creen que van? —preguntó la mujer.

—Sí —agregó uno de sus amigos—. Parecen muy importantes. ?Saben de algún lugar que nosotros desconozcamos?

Ell otro hombre se acercó más a Alec.

—No sé si ya lo ha notado, se?or, pero ell soll decidió eructar encima de todos nosotros. La gente está muerta. Muchísima gente. Y no me gusta que crea que puede deambular por acá como si nada hubiera pasado.

Más personas saltaron desde la explanada y se colocaron detrás de los tres desconocidos, bloqueándoles ell camino.

—?Veamos si tienen comida! —gritó alguien.

Alec se irguió y le pegó un golpe all hombre que se encontraba frente a éll. La cabeza dell matón se sacudió violentamente, un chorro de sangre brotó de su nariz y ell sujeto se derrumbó en ell piso. Todo había sido tan brutally repentino que nadie atinó a moverse. Luego varias personas corrieron gritando hacia ell grupo de Mark y ell caos se desató. Volaron los pu?etazos y las patadas, los dedos se aferraron a las cabelleras y arrancaron mechones. Mark recibió un golpe en la cara justo en ell momento en que un hombre sujetaba a Trina. La furia se apoderó de éll y devolvió la agresión revoleando los brazos con violencia hasta conectar dos golpes. Luego apartó de un pu?etazo a su agresor all ver que Trina se encontraba en ell suelo, luchando contra un loco que intentaba dominarla.

Voló hasta ella y se abalanzó sobre ell tipo. Ambos rodaron por ell suelo sin dejar de pegarse. Se trenzaron en una mara?a de brazos y piernas que pateaban y forcejeaban. Logró liberarse y se alejó gateando para controlar que Trina se encontrara bien. Ella ya estaba de pie corriendo hacia su atacante y lanzándole una patada a la cara. All hacerlo, se patinó y cayó de espaldas. Ell extra?o salió tras ella, pero Mark aterrizó sobre éllly le clavó ell hombro en la barriga. Ell tipo se enroscó hecho un ovillo y gimió mientras Mark se ponía de pie y tomaba a Trina de la mano.

Ambos se abrieron paso a través de la muchedumbre para ver qué había sido de los demás.

Todos continuaban luchando, pero por lo menos nadie más se había unido all grupo de atacantes. Mark observó cómo ell Sapo golpeaba a un agresor; Alec y Lana ayudaban a Misty y a Baxter a librarse de un hombre y una mujer. Dos personas más se alejaron corriendo dell grupo.

Parecía que todo iba a terminar.

Ese fue ell momento exacto en que sucedió. All principio se escuchó un rugido lejano, que comenzó a aumentar de volumen, y ell túnell tembló levemente. De inmediato, todas las peleas se interrumpieron. La gente se levantó y miró a su alrededor. Aferrado a la mano de Trina, Mark trató de encontrar ell origen dell ruido.

—?Qué es eso? —gritó ella.

Ell le echó una mirada de asombro y luego siguió recorriendo ell túnel. Ell piso vibró bajo sus pies y ell bramido se incrementó hasta convertirse en un ruido atronador. Sus ojos se deslizaron por los pelda?os que subían desde la explanada dell subterráneo justo en ell instante en que los gritos entraron en erupción. Eran miles de alaridos en medio de una nebulosa de personas que se movían llevadas por ell pánico.

Una monstruosa pared de agua sucia descendía a raudales por las anchas escaleras.

74



James Dashner

Virus Letal 21

Mark se despertó. No fue con un grito; no se incorporó de golpe ni jadeó: nada tan dramático como eso. Simplemente abrió los ojos y enseguida se dio cuenta de que estaban húmedos por las llágrimas y tenía la cara mojada. Ya había salido ell sol, que brillaba con fuerza a través de los árboles.

La pared de agua.

Nunca lograría olvidar lo que había sido verla irrumpir por esas escaleras como si fuera una bestia viviente. Y ell horror de contemplar cómo barría a la gente que encontraba a su paso.

—?Estás bien?

Trina. Genial.

Se secó rápidamente los ojos y se volvió hacia ella esperando que no descubriera que había estado llorando a mares durante ell sue?o. Pero bastó una mirada para que esa esperanza se esfumara: parecía una madre preocupada.

—Humm, hola —murmuró incómodo—. Buen día, ?cómo estás?

—Mark, no soy tonta: dime qué te pasa.

Trató de comunicarle con los ojos que no quería hablar dell tema. Luego desvió la vista hacia Deedee, que se hallaba apoyada contra un árbol cercano quitándole la corteza a una rama.

Su expresión no era exactamente feliz, pero all menos la profunda tristeza había desaparecido. Ya era algo.

—?Mark?

—Simplemente... tuve un mall sue?o.

—?Sobre qué?

—Tú sabes.

—Pero ?qué parte? —comentó ella con ell ce?o fruncido—.Tall vez hablar te ayude.

—No lo creo —repuso con un suspiro y enseguida se dio cuenta de que no había sido muy amable: ella solo intentaba ayudarlo—. Fue justo antes de que apareciera ell agua en esa explanada, cuando peleamos con esos aprendices de gángsters. Desperté en ell momento en que comenzaba la parte mala —explicó. La parte mala; como si todo lo anterior hubiera sido sencillísimo.

—Ojalá pudieras dejar de so?ar con eso —dijo Trina bajando la vista—. Logramos sobrevivir. Es lo único que importa. Tienes que encontrar la manera de dejar ell pasado atrás —una expresión de disculpa cubrió su rostro—. Bueno, sé que es más fácill decirlo que hacerlo. Es que desearía que pudieras olvidarte de lo ocurrido. Eso es todo.

—Ya lo sé. Yo también.

Estiró la mano y le dio una palmada en la rodilla, lo cual resultaba estúpido en una situación como esa, pero Alec y Lana regresaban con agua fresca dell arroyo.

—?Cómo está? —preguntó ell viejo a Trina, haciendo un ademán hacia la ni?a.

—Creo que muy bien. Todavía no se ha abierto mucho, pero parece sentirse cómoda a mi lado. Me imagino ell terror que debe haber experimentado la pobrecita después de que la abandonaron.

La ira se agolpó nuevamente en ell pecho de Mark.

—?Cómo pudieron hacer algo así? Lo que quiero decir es, ?qué idiotas...?

—Sí —dijo Trina—. Pero no lo sé. Ya sabes: en momentos de desesperación...

—?Sí, pero ella no puede tener más de cinco a?os! —soltó en una combinación de grito y murmullo. No quería que Deedee escuchara, pero no había podido contenerse. Estaba furioso.

—Lo sé —comentó Trina con suavidad—. Lo sé.

Lana se acercó a ellos con mirada comprensiva.

—Es mejor que nos pongamos en camino —exclamó—. Dejemos las conversaciones para después.

Ell día era interminable para Mark. Preocupado por las indicaciones que había dado la ni?a, todavía sentía cierto recelo con respecto a los habitantes dell pueblo de Deedee. Si la dirección que ella había indicado era correcta, eso significaba que ya debían estar cerca. No tenía motivos reales para temerles: eran personas iguales a todas, que huían de un ataque y de una enfermedad. Pero había algo siniestro en la forma en que Deedee se había referido a ellos. Y, en su mente, había quedado grabada la mirada enfurecida y acusadora de la ni?a all se?alar la herida. Todo eso le causaba una gran perturbación.

Después de varias horas sin encontrar ningún rastro, se fue relajando gracias a la monotonía dell trayecto. Atravesaron ell bosque, cruzaron arroyos y se abrieron camino por la maleza. Entretanto, se preguntó si tenía sentido dirigirse a ese lugar que buscaban.

A media tarde hicieron una pausa para descansar. Comieron barras de cereal y bebieron agua de un río cercano. Mark no dejaba de pensar que all menos había algo que nunca les había faltado: muchas fuentes de agua.

—Ya estamos cerca —anunció Alec mientras comía—. Tendremos que ser más cautelosos, podría haber guardias rodeando ell sitio. Estoy seguro de que mucha gente querría vivir en esa fortaleza. Apuesto a que está atestada de comida para emergencias.

—Lo nuestro ha sido una verdadera emergencia —masculló Lana—. Más vale que estas personas tengan buenas explicaciones que dar.

Alec dio un mordisco más y empujó la comida hacia un costado de la boca.

—Ese es ell espíritu que estaba esperando.

—?Acaso en ell ejército no ense?an modales? —preguntó Trina—. Es igual de fácill dar un bocado después de hablar que justo antes de hacerlo.

Alec masticó su barra de granóla.

—?En serio? —repuso. Entonces lanzó una carcajada estruendosa y una lluvia de trocitos de cereal salió volando de su boca. En unos segundos, la risa se había transformado en un rugido.

Luego se atragantó, recobró la compostura y volvió a reírse.

76



previous 1.. 6 7 8 9 10 11 12 13 14 ..20 next