El libro del cementerio

—?No los mataste?

 

—Pues claro que no. Este es mi hogar. ?De verdad crees que me apetece tenerlos rondando por aquí hasta el fin de los tiempos? —replicó Nad. Y, tras una peque?a pausa, a?adió—: Mira, no te preocupes. Ya ha pasado todo, me he encargado de todos ellos.

 

Scarlett se apartó de él y le espetó:

 

—Tú no eres un ser humano. Los seres humanos no actúan de ese modo. Eres un monstruo.

 

Nad se puso blanco como el papel. Después de lo que había tenido que pelear aquella noche, después de lo que había pasado, aquello era, con mucho, lo más difícil de asimilar.

 

—No —replicó—. Eso no es cierto.

 

Scarlett se apartó de Nad. Dio un paso, luego otro, y ya estaba a punto de echar a correr, de darse la vuelta y huir como alma que lleva el diablo, cuando un hombre alto, vestido con un traje de terciopelo negro, le puso una mano en el hombro, y le dijo:

 

—Creo que estás siendo muy injusta con Nad. Pero, indudablemente, serás mucho más feliz si no recuerdas nada de lo que ha sucedido hoy aquí. Así que, ven conmigo, y hablemos tú y yo de todo lo que te ha pasado estos días. Entre los dos decidiremos lo que debes recordar y lo que, por tu bien, debes olvidar.

 

—Silas —protestó Nad—, no puedes hacerme eso. No puedes hacer que se olvide de mí.

 

—Es lo mejor, créeme —replicó Silas—. Por su bien y por el de todos nosotros.

 

—?Y yo qué? ?Es que no tengo derecho a dar mi opinión? —preguntó Scarlett.

 

Silas no contestó y Nad dio un paso hacia su amiga.

 

—Ya ha pasado todo —le dijo—. Sé que ha sido muy duro, pero… Lo conseguimos. Tú y yo. Los hemos vencido.

 

Scarlett meneó suavemente la cabeza, como si se negara a aceptar todo lo que había visto aquella noche, todo lo que había experimentado. Luego miró a Silas y rogó:

 

—Quiero volver a casa, por favor.

 

Silas asintió y, juntos, echaron a andar por el sendero en dirección a la salida del cementerio. Nad se quedó mirando a Scarlett mientras se alejaba, esperando que se volviera una vez más y lo mirara, que le sonriera o que, al menos, lo mirara sin miedo. Pero ella no se volvió. Se marchó, sin más.

 

Nad volvió a entrar en el mausoleo. Se puso a recoger los ataúdes del suelo, a limpiar los escombros y colocó otra vez los huesos dentro de los ataúdes, aunque ninguno de los Frobisher, Frobysher ni Pettyfer allí reunidos parecían muy seguros de qué huesos eran los de cada uno de ellos.

 

Un hombre llevó a Scarlett a su casa. Más adelante, la madre de la ni?a no lograría recordar muy bien lo que le había dicho, pero se llevó un disgusto al saber que Jay Frost se había visto obligado a abandonar la ciudad a causa de una fuerza mayor.

 

El hombre se quedó un rato charlando con ellas en la cocina, acerca de sus vidas y sus sue?os. Terminada la conversación, y sin saber muy bien por qué, la madre de Scarlett decidió que sería mejor regresar a Glasgow; a Scarlett le haría muy feliz vivir cerca de su padre y volver a ver a sus amigos de siempre.

 

Silas dejó a la chica y a su madre charlando animadamente en la cocina, haciendo planes para regresar a Escocia, y Noona le prometió a su hija que le compraría un móvil. Ni siquiera se acordaban ya de que Silas había estado allí, pero eso era exactamente lo que él pretendía.

 

Silas regresó al cementerio y se encontró a Nad sentado en las gradas del anfiteatro, junto al obelisco.

 

—?Qué tal está?

 

—Borré sus recuerdos. Van a volver a Glasgow; ella tiene muchos amigos allí.

 

—?Cómo has logrado que me olvide?

 

—La gente prefiere olvidar lo imposible; les hace la vida más fácil.

 

—Me caía bien.

 

—Lo siento mucho.

 

Nad quiso sonreír, pero no le salía.

 

—Aquellos hombres… dijeron que estaban teniendo problemas en Cracovia, y también en Melbourne y en Vancouver. Fuiste tú, ?verdad?

 

—Sí, pero no iba solo —respondió Silas.

 

—?Ibas con la se?orita Lupescu? —inquirió Nad. Pero entonces, al ver la expresión de su tutor, preguntó—: ?Se encuentra bien?

 

Silas negó con la cabeza y, por un momento, Nad no pudo soportar mirarle a la cara.

 

—Era una mujer muy valiente. Luchó por ti hasta el final, Nad.

 

—El Sanguinario se quedó con el hombre Jack; otros tres Jack se fueron por la puerta de los ghouls, y hay uno herido, pero todavía con vida, en el fondo de la fosa de Carstairs.

 

—El último Jack —dijo Silas—. Tengo que hablar con él, antes de que amanezca.

 

Un viento frío barrió el cementerio, pero ninguno de los dos pareció notarlo.

 

—Scarlett tenía miedo de mí —afirmó Nad.

 

—Sí.

 

—Pero ?por qué? Le salvé la vida. No soy una mala persona. Yo soy como ella, yo también estoy vivo.

 

Poco después, tras un breve silencio, preguntó:

 

—?Cómo murió la se?orita Lupescu?

 

—Con valentía —respondió Silas—. Luchando… Protegiendo a los demás.

 

Neil Gaiman's books