El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Thomas por poco rompió su propio consejo, pues las preguntas le inundaban la mente. El horror crecía en su corazón. Se sentó y escuchó mientras la mujer continuaba:

—En cuanto a vosotros, todos vosotros, no sois más que unos cuantos de los millones de huérfanos. Hicieron pruebas a miles y os escogieron para lo más importante. La última prueba. Todo lo que habéis vivido fue calculado y planificado con detenimiento. Catalizadores para estudiar vuestras reacciones, vuestras ondas cerebrales, vuestros pensamientos. Todo en un intento de encontrar a aquellos capaces de ayudarnos a dar con el remedio para combatir el Destello —hizo otra pausa y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja—. La mayoría de las consecuencias físicas está causada por otras cosas. Primero empezaron las ideas delirantes y, luego, los instintos animales empezaron a imponerse sobre los humanos. Al final, el Destello les consumió y destruyó su humanidad. Está todo en el cerebro. El Destello vive en sus cerebros. Es algo espantoso. Es mejor morir que contagiarse —la mujer dejó de mirar la nada y se centró en Thomas; después miró a Teresa y, luego, a Thomas otra vez—. No dejaremos que les hagan esto a los ni?os. Hemos jurado arriesgar nuestras vidas para luchar contra CRUEL. No podemos perder nuestra humanidad, no importa el resultado final —juntó las manos en su regazo y las miró—. Ya sabréis más en su momento. Vivimos lejos, al norte. Miles de kilómetros nos separan de los Andes. Lo llaman la Quemadura; está entre aquí y allí. Está centrada alrededor de lo que antes llamaban el ecuador. Ahora no hay nada más que calor y polvo, y está llena de salvajes consumidos por el Destello a los que no se puede ayudar. Intentamos cruzar esa zona para encontrar una cura. Pero, hasta entonces, lucharemos contra CRUEL y detendremos los experimentos y las pruebas —miró con recelo a Thomas y, después, a Teresa—. Tenemos la esperanza de que os unáis a nosotros.

Entonces apartó la vista y miró por la ventana.

Thomas miró a Teresa y arqueó las cejas a modo de pregunta. La chica se limitó a negar con la cabeza; luego, la apoyó en su hombro y cerró los ojos.

Estoy demasiado cansada para pensar—dijo—. Mantengámonos a salvo por ahora.

A lo mejor ya estamos a salvo —contestó—. A lo mejor.

Oyó los suaves sonidos que ella emitía al dormir, pero supo que él no podría conciliar el sue?o. Sentía tal torrente de emociones contradictorias que no podía identificarlas. Aun así, era mejor que el vacío monótono que había experimentado antes. Sólo pudo quedarse allí sentado, mirando fijamente por la ventana la lluvia y la negrura, pensando en palabras como ?Destello?, ?enfermedad?, ?experimento?, ?Quemadura? y ?CRUEL?. Tan sólo podía quedarse allí sentado y esperar que las cosas fueran mejores ahora que en el Laberinto.

Pero, mientras se movía y se balanceaba con los movimientos del autobús, mientras sentía que la cabeza de Teresa le golpeaba el hombro de tanto en tanto cuando había grandes baches, la oía moverse y volverse a dormir otra vez, y oía los murmullos de las otras conversaciones de los clarianos, había una cosa que le volvía a la mente:

Chuck.



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Dos horas más tarde, el autobús se detuvo.

Había parado en un aparcamiento cubierto de barro que rodeaba un edificio sin nada de particular, con varias filas de ventanas. La mujer y los otros rescatadores cruzaron con los diecinueve chicos y la chica la puerta principal y subieron unas escaleras hacia un dormitorio enorme, con una serie de literas alineadas en una de las paredes. Al otro lado había algunas mesas y cómodas. Unas cortinas tapaban las ventanas que había por toda la habitación.

Thomas lo asimiló todo con un asombro ligero y distante. Ahora le costaba mucho que algo le sorprendiera o le superara.

Aquel sitio se encontraba lleno de colores. Las paredes estaban pintadas de amarillo fuerte, las mantas eran rojas y las cortinas, verdes. Después del gris soso del Claro, parecía que les hubieran llevado a vivir a un arco iris. Al verlo todo, al ver las camas y las cómodas nuevas, la sensación de que todo era normal le resultó casi sobrecogedora. Era demasiado bueno para ser verdad. Minho lo expresó mejor al entrar en aquel nuevo mundo para ellos:

—Me han fucado y he ido al cielo.

A Thomas le costaba estar contento, como si estuviera traicionando a Chuck al hacerlo. Pero allí había algo. Algo.