El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

APAGAR EL LABERINTO

El dolor que sintió después le hizo salir de su estupor. El lacerador le había cogido con dos instrumentos y había empezado a arrastrarle hacia atrás. El otro había ido a por Chuck y estaba a punto de atacar al ni?o con una larga cuchilla.

Un botón.

—?Púlsalo! —gritó Thomas más alto de lo que creía que fuera posible.

Teresa lo hizo. Pulsó el botón y todo se quedó en perfecto silencio. Entonces, de algún sitio al final del túnel, se oyó el sonido de una puerta que se abría.





Capítulo 58


Casi en el mismo instante, los laceradores se desactivaron por completo, los instrumentos se introdujeron en su carne fofa, sus luces se apagaron y sus mecanismos internos dejaron de funcionar. Y aquella puerta…

Thomas cayó al suelo después de que las garras de su captor le soltaran y, a pesar del dolor de todas las laceraciones que tenía en la espalda y en los hombros, le invadió tal euforia que no supo cómo reaccionar. Emitió un grito ahogado, después se rió, luego comenzó a sollozar y acabó por reír de nuevo.

Chuck se alejó pitando de los laceradores y chocó con Teresa, que le apretó contra ella en un intenso abrazo.

—Lo has conseguido, Chuck —dijo Teresa—. Estábamos tan preocupados por las estúpidas palabras del código que no pensamos en buscar algo que pulsar, que justo era la última palabra, la última pieza del puzzle.

Thomas volvió a reírse, sin creerse que aquello fuera posible después de todo por lo que habían pasado.

—Tiene razón, Chuck. ?Nos has salvado, tío! ?Te dije que te necesitábamos! —Thomas se puso de pie como pudo y se fundió con los otros dos en un abrazo, loco de alegría—. ?Chuck es un fuco héroe!

—?Y los demás? —preguntó Teresa, se?alando el Agujero de los Laceradores con la cabeza.

Thomas notó cómo su euforia desaparecía; retrocedió y se volvió hacia el Agujero.

Como respondiendo a su pregunta, alguien cayó por el cuadrado negro. Era Minho, y parecía que le hubieran ara?ado o herido en el noventa por ciento de su cuerpo.

—?Minho! —gritó Thomas, lleno de alivio—. ?Estás bien? ?Y los demás?

Minho avanzó a trompicones por la pared curva del túnel y, luego, se apoyó allí mientras resollaba.

—Hemos perdido a un montón de gente… Ahí arriba está todo lleno de sangre… Y luego se desconectaron —hizo una pausa para coger una gran bocanada de aire y lo soltó con fuerza—. Lo habéis conseguido. No me puedo creer que de verdad haya funcionado.

Entonces llegó Newt, seguido de Fritanga. Después, Winston y otros. Enseguida, dieciocho chicos se reunieron con Thomas y sus amigos en el túnel, lo que hizo un total de veintiún clarianos. Hasta el último de los que se habían quedado atrás para luchar estaba cubierto de la porquería de los laceradores y de sangre humana, y sus ropas estaban hechas jirones.

—?Y el resto? —preguntó Thomas, temiendo la respuesta.

—La mitad —contestó Newt con voz débil— ha muerto.

Nadie pronunció palabra. Nadie pronunció palabra durante un buen rato.

—?Sabéis qué? —dijo Minho, irguiéndose un poco—, puede que muriera la mitad, pero la otra fuca mitad ha sobrevivido. Y no han picado a nadie, justo como Thomas pensaba. Tenemos que salir de aquí.

?Demasiados?, pensó Thomas. Habían sido demasiados. Su alegría desapareció y se convirtió en un profundo duelo por las veinte personas que habían perdido la vida. A pesar de la alternativa, a pesar de saber que, si no lo hubiesen intentado, puede que todos hubieran muerto, aunque no los conociera a todos muy bien…, aun así, dolía. ?Cómo podía considerarse una victoria con tanta muerte?

—Larguémonos de aquí —dijo Newt—. Ya.

—?Adonde vamos? —preguntó Minho.

Thomas se?aló túnel abajo.

—He oído que una puerta se abría por ahí.

Intentó apartar el dolor que le producía todo, los horrores de la batalla que acaban de ganar. Las pérdidas. Lo apartó de su mente, pues sabía que aún no estaban a salvo.

—Bien, vamos —ordenó Minho. Se dio la vuelta y empezó a caminar por el túnel sin esperar una respuesta.

Newt hizo un gesto de asentimiento e indicó a los demás clarianos que le siguieran. Pasaron uno a uno hasta que sólo quedaron Thomas y Teresa.

—Yo iré el último —dijo Thomas.

Nadie se opuso. Pasó Newt, luego Chuck y después Teresa hacia el negro túnel. Hasta la luz de las linternas parecía ser absorbida por la oscuridad. Thomas les siguió sin molestarse en mirar el lacerador muerto.

Al cabo de unos minutos caminando, oyó un chillido delante, seguido de otro y otro y, después, otro. Los gritos se perdían como si estuvieran cayendo…

Los murmullos recorrieron la fila y, al final, Teresa se volvió hacia Thomas.

—Por lo visto, ahí delante hay un tobogán que te lleva abajo.