El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Thomas retrocedió un paso y se dio cuenta de que otros hacían lo mismo. Un silencio sepulcral dejó el lugar desprovisto de vida mientras todos los clarianos tenían la vista clavada en la fila de ventanas, en la fila de observadores. Thomas vio que uno de ellos bajaba la cabeza para apuntar algo; otro se puso unas gafas. Todos llevaban chaquetas negras sobre camisas blancas con una palabra bordada en la parte derecha del pecho; no podía distinguir lo que ponía. Ninguno de ellos mostraba una expresión discernible. Todos tenían un aspecto cetrino y demacrado; daba lástima mirarlos.

Continuaron observando a los clarianos; un hombre negó con la cabeza y una mujer asintió. Otro hombre se rascó la nariz, y ese fue el gesto más humano que Thomas les vio hacer.

—?Quiénes son esas personas? —susurró Chuck, pero su voz retumbó en la sala con un tono ronco.

—Los creadores —respondió Minho, y luego escupió en el suelo—. ?Os voy a partir la cara! —gritó tan fuerte que Thomas casi se tapó los oídos con las manos.

—?Qué hacemos? —inquirió Thomas—. ?A qué están esperando?

—Lo más seguro es que hagan volver a los laceradores —dijo Newt—. Puede que estén viniendo ahora…

Un pitido alto y lento le interrumpió, como el sonido de advertencia de un enorme camión dando marcha atrás, pero mucho más potente. Provenía de todas partes, resonaba y retumbaba por toda la cámara.

—Y ahora, ?qué? —preguntó Chuck, sin ocultar la preocupación en su voz.

Por algún motivo, todos miraron a Thomas; él se encogió de hombros. Ya no recordaba nada más; estaba tan despistado como el resto. Y asustado. Estiró el cuello mientras examinaba el lugar de arriba abajo para tratar de averiguar de dónde procedía el pitido. Pero no había cambiado nada. Entonces, por el rabillo del ojo, advirtió que los demás clarianos miraban en dirección a las puertas y él hizo lo mismo. El corazón se le aceleró cuando vio que una de las puertas se abría hacia ellos.

El pitido cesó y la sala se sumió en un silencio tan profundo como el espacio exterior. Thomas esperó, aguantando la respiración, y se preparó para cualquier cosa horrible que pudiese aparecer volando por la puerta.

Pero sólo entraron dos personas en la sala. Una de ellas era una mujer. Una adulta. Parecía muy normal, con aquellos pantalones negros y una camisa blanca abotonada con un logo en el pecho en el que se leía CRUEL escrito en azul. Llevaba el pelo casta?o cortado por los hombros y tenía la cara delgada y los ojos oscuros. Al acercarse al grupo, no sonrió ni frunció el ce?o. Era casi como si no advirtiera su presencia o no le importara que estuviesen allí.

?La conozco?, pensó Thomas. Pero era un recuerdo algo borroso, no podía acordarse de su nombre ni de qué tenía que ver con el Laberinto, pero le resultaba familiar. Y no sólo por su aspecto, sino por cómo caminaba, por sus gestos… duros, sin rastro de alegría. Se detuvo a varios pasos enfrente de los clarianos y miró despacio de izquierda a derecha para contemplarlos a todos.

La otra persona, que estaba de pie a su lado, era un chico que llevaba puesto un chándal demasiado grande para él, con la capucha levantada, ocultándole el rostro.

—Bienvenidos de nuevo —dijo finalmente la mujer—. Han sido más de dos a?os y sólo han muerto unos pocos. Increíble.

Thomas notó cómo se quedaba boquiabierto y la rabia le enrojecía la cara.

—?Perdone? —balbuceó Newt.

Los ojos de la mujer volvieron a examinar al grupo antes de posarse en Newt.

—Todo ha ido de acuerdo con el plan, se?or Newton. Aunque esperábamos que unos cuantos más se rindieran en el camino.

Miró a su compa?ero y le bajó la capucha al chico, que levantó la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas. Todos los clarianos se quedaron atónitos. Thomas notó que le fallaban las rodillas.

Era Gally. Thomas parpadeó y se frotó los ojos como si fuera un dibujo animado. Estaba sorprendido, pero también enfadado. Era Gally.

—?Qué está haciendo este aquí! —gritó Minho.

—Ahora estáis a salvo —respondió la mujer como si no le hubiera oído—. Por favor, tranquilizaos.

—?Que nos tranquilicemos? —soltó Minho—. ?Tú quién eres para decirnos que nos tranquilicemos? Queremos ver a la policía, al alcalde, al presidente, ?a alguien!

A Thomas le preocupaba lo que Minho pudiese hacer, pero, por otro lado, casi quería que le pegara un pu?etazo a la mujer en la cara.

Ella entrecerró los ojos al mirar a Minho.

—No tienes ni idea de lo que estás hablando, ni?o. Esperaba más madurez por parte de alguien que ha pasado las Pruebas del Laberinto.

Su tono condescendiente impresionó a Thomas. Minho se dispuso a replicar, pero Newt le dio un codazo en la barriga.

—Gally —dijo Newt—, ?qué pasa?

El moreno le miró. Los ojos le brillaron un momento y sacudió un poco la cabeza. Pero no respondió.

?Le pasa algo?, pensó Thomas. Algo peor que antes.

La mujer asintió como si estuviera orgullosa de él.