Fuera de la ley

Fuera de la ley by Kim Harrison

 

 

 

 

Agradecimientos

 

 

Me gustaría mostrar mi más sincero agradecimiento a Mike Spradlin, no solo por la idea del título, sino también por su prolongado y constante apoyo a los Hollows, que resultó de gran ayuda durante los primeros a?os y que sigo considerando muy valioso. Y, como siempre, a mi agente, Richard Curtis, y a mi editora, Diana Gilí, por la preciada combinación de atención y conocimientos que ha servido para dar vida a este mundo y que tengo en gran estima.

 

 

 

 

 

1.

 

 

Me apoyé en el mostrador de cristal para echarle una miradita a los precios de las varitas de secuoya de calidad superior, custodiadas en sus ataúdes de cristal como si de Blancanieves se tratase. Los extremos de mi bufanda se deslizaron bloqueándome la vista, y los introduje en mi corta chaqueta de cuero. No tenía ningún motivo para estar mirando varitas mágicas. No solo no tenía dinero sino que, lo que era más importante, no estaba de compras por cuestiones laborales, sino solo por placer.

 

—?Rachel? —me interpeló mi madre con una sonrisa desde el centro de la tienda mientras toqueteaba un expositor de hierbas orgánicas empaquetadas—. ?Y qué me dices de Dorothy? Podrías cubrir de pelo a Jenks y que hiciera de Totó.

 

—?Y una mierda! —exclamó Jenks. Yo di un respingo cuando el pixie se bajó de mi hombro donde había estado acurrucado al calor de mi bufanda. Al hacerlo, despidió una nube de polvo de oro que lanzó un rayo pasajero sobre el mostrador iluminando la tarde gris—. No pienso pasar Halloween entregando caramelos vestido de perro. Ni tampoco de Wendy y Campanilla. ?Voy a ir de pirata! —sentenció aminorando la velocidad de sus alas y posándose en lo alto del mostrador junto al lugar donde se exponían clavijas baratas de secuoya adecuadas para amuletos—. Coordinar los disfraces es una estupidez.

 

En circunstancias normales habría estado de acuerdo pero, sin decir una palabra, me aparté del mostrador. Jamás había tenido ingresos suficientes como para permitirme una varita. Además, la versatilidad era un factor fundamental de mi profesión, y las varitas mágicas eran maravillas de un solo hechizo.

 

—Me voy a disfrazar de la protagonista femenina de la última película de vampiros. Esa en la que la cazavampiros se enamora de la vampiresa.

 

—?Vas ir vestida de cazavampiros? —preguntó mi madre.

 

Entrando en calor, agarré un amuleto no invocado y me lo coloqué en el pecho para ver cómo me quedaba. Me daba una apariencia lo bastante jipi como para pasar por la actriz que intentaba emular, pero mis pechos, casi inexistentes, no estaban a la altura del busto aumentado por medio de un hechizo. Tenía que haber sido aumentado de esta manera, porque las mujeres con el pecho grande por naturaleza no corrían así.

 

—No, de la vampiresa —respondí avergonzada. Ivy, mi compa?era de piso, se iba a disfrazar de la cazavampiros y, a pesar de que estaba de acuerdo en que coordinar los disfraces era una estupidez, sabía que, en cuanto entráramos en la fiesta, nos iríamos cada una por nuestro lado. Y en eso consistía, ?no? Al fin y al cabo, Halloween era el único día en que se permitían los hechizos de imi-tación, y el inframundo y la peque?a porción de humanos lo suficientemente atrevidos, se aprovechaban al máximo de ello.

 

—?Ah! Te refieres a la del pelo negro, ?verdad? La que va vestida como una fulana. ?Santo Dios! No sé si mi máquina de coser podrá con el cuero.

 

—?Mamá! —protesté, a pesar de estar más que acostumbrada a su voca-bulario y a su falta de tacto. Siempre soltaba todo lo que se le pasaba por la cabeza. Ambas nos quedamos mirando a la dependienta, pero era evidente que conocía a mi madre, porque ni siquiera se inmutó. Ver a una mujer con unos elegantes pantalones de vestir y un jersey de angora hablando como un camionero solía confundir a la gente. Además, yo ya tenía el disfraz colgado en el armario.

 

Con el ce?o fruncido, mi madre empezó a manosear los hechizos para cam-biar el color del pelo.

 

—Ven aquí, cari?o. Veamos si tienen algo para domar tus rizos. Sinceramente, siempre eliges los disfraces más complicados. ?Por qué no te vistes de algo más sencillo? De trol o de princesa de cuento de hadas.

 

Jenks se rio por lo bajo.

 

—Porque prefiere algo más golfo —dijo lo bastante alto para que yo lo oyera, pero no mi madre.

 

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