Fuera de la ley

—?Cálmate, Jenks! —lo tranquilicé intentando no perder de vista a Minias—. ?No merece la pena! ?Me oyes? ?No merece la pena!

 

Mis palabras surtieron el efecto esperado y Jenks, sin dejar de golpear sus alas violentamente, accedió a volver a mi hombro. A continuación ahuequé la bufanda y me giré hacia el oficial de la SI. Sabía que mi rostro mostraba la misma expresión de rabia y desprecio que el de Jenks. No me esperaba volver a ver a Tom, aunque, pensándolo bien, ?a quién iban a mandar a una misión en la que estuvieran involucrados demonios, si no a un miembro de la división Arcano?

 

El brujo era un topo en la SI, llevaba a cabo algunas de sus misiones más confidenciales y mejor pagadas mientras, simultáneamente, trabajaba para una secta de fanáticos dedicados a las artes ocultas. Lo sabía porque el a?o anterior había actuado de chico de los recados y me había pedido que me uniera a ellos. Justo después, había dejado inconsciente a Jenks, abandonándolo en el salpica-dero de mi coche para que se friera. Menudo gilipollas.

 

—Hola, Tom —lo saludé secamente—. ?Qué tal te manejas con la varita?

 

El oficial de la SI dio un paso atrás sin apartar la vista de Jenks. En ese momento alguien se burló de él por tener miedo de un pixie de apenas diez centímetros de altura. La verdad es que tenía motivos para hacerlo. Un ser tan peque?o y con alas podía resultar letal. Y Tom lo sabía.

 

—Morgan —dijo Tom arrugando la nariz al sentir el aire impregnado del olor a ámbar quemado—, ?has estado invocando demonios en público? ?Por qué será que no me sorprende? —A continuación, tras echar un vistazo a los destrozos de la tienda, a?adió—: Esto te va a salir muy caro.

 

En ese momento me acordé de Minias y mi respiración se aceleró. Me giré y comprobé que el demonio, fiel a su palabra, estaba comportándose. Ni siquiera había movido un dedo, a pesar de que todos los oficiales de la SI que entraban en el lugar le apuntaban con sus armas, tanto convencionales como mágicas. Mi madre soltó un bufido y se dirigió a él taconeando.

 

—?Un demonio? ?Ha perdido usted el juicio? —preguntó colocándose las compras bajo el brazo para poder coger la mano de Minias y darle unas palmaditas. Yo me quedé de piedra, pero el demonio parecía aún más sorprendido.

 

—?De verdad cree que mi hija es tan estúpida como para permitir que un demonio salga de un círculo? —continuó con una amplia sonrisa dibujada en J su cara—. ?En pleno centro de Cincinnati? ?Por el amor de Dios! Se trataba de un disfraz. Este amable joven estaba ayudando a mi hija a repeler los demonios cuando se vio atrapado entre dos fuegos —prosiguió sin dejar de sonreír. Minias apartó sus manos delicadamente y las entrelazó con firmeza—. ?No es así, querido?

 

Sin decir una palabra, Minias se apartó a un lado. A continuación tomé conciencia de lo que estaba pasando cuando algo proveniente de siempre jamás cruzó a este lado de las líneas y Minias sacó una cartera del bolsillo trasero de sus pantalones.

 

—Aquí tienen mi documentación, caballeros —dijo el demonio dirigiéndome una sonrisita antes de entregar a Tom lo que parecía una de esas carteras para llevar la documentación que se ve en las películas de polis.

 

La dependienta se desplomó sobre el primer oficial gritando.

 

—?Había dos vestidos con togas y uno con un traje verde! Me parece que ese es el de verde. Me destrozaron la tienda. Sabían cómo se llamaba. Esa mujer es una bruja negra y todo el mundo lo sabe. Ha salido en los periódicos y también lo han dicho en las noticias. Es una amenaza. Un bicho raro y una amenaza.

 

Jenks se puso furioso, pero fue mi madre la que dijo:

 

—?Contrólate, Pat! Ella no los llamó.

 

—Pero ?y mi tienda? —insistió Patricia, cuyo miedo se había transformado en rabia ahora que estaba rodeada de agentes de la SI—. ?Quién me va a pagar todos los desperfectos?

 

—Mire —le dije sintiendo los temblores de Jenks entre la bufanda y yo—, mi compa?ero es extremadamente sensible al frío. ?Por qué no zanjamos este asunto? Por lo que puedo entender, no he infringido ninguna ley.

 

Tom levantó la vista después de comprobar la identificación. Luego comparó la fotografía con Minias y, por último, se la pasó de mala gana a un oficial mucho mayor que él que estaba justo detrás.

 

—Compruébala.

 

La inquietud me invadió, pero Minias no parecía preocupado. Jenks me pellizcó la oreja cuando Tom se acercó a mí y me sacó de mis enso?aciones.

 

—No deberías habernos rechazado, Morgan —dijo el brujo tan cerca que pude percibir el característico olor a secuoya que desprendía. Cuanto más practicabas la magia, más intenso era tu olor, y Tom apestaba. Entonces pensé en Minias y sentí un momento de preocupación. Es posible que tuviera el aspecto de un brujo, pero su olor sería el de un demonio, y habían visto cómo lo liberaba. Joder. Piensa, Rachel. No reacciones, ?piensa!

 

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