Antes bruja que muerta

Parpadeé, sorprendida.

 

—?Al es macho? ?Y por qué sigue dejando que lo trate como si no tuviese género?

 

Ella se encogió de hombros con un gesto de confusión muy contemporáneo.

 

Dejé salir mi aliento con un suspiro y me volví hacia Jenks. Me sobresalté al encontrarle suspendido justo delante de mis narices, con sus alas enrojecidas.

 

—Eres estúpida —me dijo, con sus diminutos rasgos fruncidos por la rabia—. Debiste habérnoslo contado. ?Y si te hubiera cogido? ?Qué hay de Ivy y de mí? ?Eh? Te habríamos estado buscando sin saber lo que había ocurrido. Si al menos nos lo hubieses contado, habríamos sido capaces de encontrar una forma de rescatarte. ?Llegaste a pensar en eso, se?orita Morgan? ?Somos un equipo y tú simplemente lo has pasado por alto!

 

Mi inminente arrebato de furia se extinguió.

 

—Pero no había nada que hubierais podido hacer —dije sin estar convencida.

 

—?Cómo lo sabes? —replicó Jenks.

 

Suspiré, avergonzada de que un hombre de diez centímetros me estuviese rega?ando, y además con todo el derecho.

 

—Sí, tienes razón —admití, derrumbándome. Lentamente, descrucé mis brazos—. Tan solo es que… que no estoy acostumbrada a tener a nadie en quien confiar, Jenks. Lo siento.

 

Jenks descendió un metro debido a la sorpresa.

 

—?Estás… estás de acuerdo conmigo?

 

La cabeza de Ceri realizó un suave giro hacia la arcada. Su vacía expresión se hizo más acentuada. Seguí su mirada hacia el oscuro pasillo, sin sorprenderme de ver allí la ágil silueta de Ivy, con la cadera ladeada y una mano apoyada en su delgada cintura; tenía un aspecto formidable con su ropa ajustada de cuero.

 

Me retiré de la encimera, incorporándome, súbitamente alarmada. Odiaba cuando ella aparecía así. Ni siquiera había sentido la presión en el aire cuando abrió la puerta principal.

 

—Hola, Ivy —saludé, con mi voz aún tomada por la desazón de la charla con Jenks.

 

La inexpresiva mirada de Ivy encajó a la perfección con la de Ceri, al dirigir sus ojos marrones hacia la peque?a mujer sentada en su silla. Se puso en movimiento, actuando con la gracia de un vampiro vivo, sin apenas hacer ruido con sus botas. Tras retirarse su largo y envidiable pelo negro detrás de una oreja, fue hasta el frigorífico y cogió el zumo de naranja. Vestida con sus informales pantalones de cuero y una camisa negra remetida, tenía el aspecto de una motera que se hubiese vuelto refinada. Sus mejillas estaban enrojecidas por el frío, y ella parecía cómoda, incluso a pesar de que aún llevaba su chaqueta corta de cuero.

 

Jenks flotaba a mi lado; había olvidado nuestra discusión ante el más acuciante problema de que Ivy hubiese encontrado una visita inesperada en su cocina. A mi última visita la había inmovilizado contra la pared y amenazado con desangrarla; a Ivy no le gustaban las sorpresas. El hecho de que estuviera bebiendo zumo de naranja era una buena se?al. Significaba que había superado esa maldita sed de sangre suya, y Jenks y yo solo teníamos que tratar con una vampiresa con remordimientos, en lugar de una vampiresa malhumorada, con remordimientos y hambrienta. Era mucho más fácil convivir con ella, ahora que volvía a beber sangre de nuevo.

 

—Ah, Ivy, esta es Ceridwen —le informé—. Se va a quedar con nosotros hasta que se acostumbre un poco a todo esto.

 

Ivy se giró, inclinándose contra la encimera con aspecto atractivo y amenazador, mientras le quitaba el tapón al envase y bebía directamente del cartón. ?Acaso he dicho algo? La mirada de Ivy voló sobre Ceri, luego pasó al evidente nerviosismo de Jenks, y finalmente hacia mí.

 

—Así que… —comenzó a decir; su melodiosa voz me recordaba a la seda grisácea sobre la nieve—. Te has escaqueado de tu acuerdo con ese demonio. Buen trabajo. Bien hecho.

 

Me quedé con la boca abierta de par en par.

 

—?Cómo sabías…? —balbuceé al tiempo que Jenks ahogaba un grito de sorpresa.

 

Una tenue sonrisa, insólita aunque sincera, elevó las comisuras de su boca. Mostró un atisbo de sus colmillos; sus dientes caninos eran del mismo tama?o que los míos, pero afilados como los de un gato. Tendría que esperar a estar muerta para obtener la versión extendida.

 

—Hablas en sue?os —comentó inadvertidamente.

 

—?Lo sabías? —inquirí asombrada—. ?Jamás dijiste ni una palabra!

 

—??Bien hecho?? —Las alas de Jenks repiqueteaban como una serpiente de cascabel—. ?Crees que convertirse en el familiar de un demonio es algo bueno? ?Le has tomado la matrícula al camión que te ha atropellado de camino a casa?

 

Ivy acudió al armario para coger un vaso.