El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Thomas miró a su alrededor una vez más y tuvo la impresión de que estaba en un sitio completamente diferente ahora que aquellas paredes sólidas estaban cerradas y no había salida. Trató de imaginarse el propósito de todo aquello y no supo qué era peor: que les mantuvieran atrapados allí dentro o que les protegieran de lo que había afuera. Con aquella idea terminó su breve instante de tranquilidad y empezó a pensar en el millón de aterradoras posibilidades de lo que podría vivir en el laberinto. El miedo se volvió a apoderar de él.

—Venga —dijo Chuck, y tiró de la manga de Thomas por segunda vez—. Confía en mí: cuando llegue la noche, querrás estar en la cama.

Thomas sabía que no le quedaban más opciones. Hizo un esfuerzo por ocultar todo lo que estaba sintiendo y le siguió.





Capítulo 5


Acabaron cerca de la Hacienda, el nombre que Chuck le daba a la estructura inclinada de madera con ventanas, en una sombra oscura entre el edificio y el muro de piedra que había detrás.

—?Adónde vamos? —preguntó Thomas, que todavía estaba agobiado por haber visto las paredes cerrándose, por pensar en el laberinto, por la confusión, por el miedo. Se obligó a parar porque, si no, iba a volverse loco. Al tratar de captar el sentido de la realidad, intentó sin mucho éxito hacer un chiste—: Si esperas un beso de buenas noches, olvídate.

Chuck continuó andando.

—Cállate y quédate pegado a mí.

Thomas dejó escapar un largo suspiro y se encogió de hombros antes de seguir al ni?o por la parte trasera del edificio. Caminaron de puntillas hasta que llegaron a una ventana peque?a y polvorienta desde la que salía un tenue rayo de luz que iluminaba la piedra cubierta de hiedra. Thomas oyó que alguien se movía en el interior.

—Es el ba?o —susurró Chuck.

—?Y?

Un hilo de inquietud cosió la piel de Thomas.

—Me encanta hacerle esto a la gente. Es un verdadero placer hacerlo antes de irme a dormir.

—Hacer, ?qué? —algo le decía a Thomas que Chuck no se traía nada bueno entre manos—. Quizá debería…

—Cállate y mira.

Chuck se subió en silencio a una gran caja de madera que había colocada justo debajo de la ventana. Se agachó para que su cabeza quedara abajo y la persona que había dentro no le viera. Luego levantó la mano y dio unos golpecitos en el cristal.

—Esto es una tontería —susurró Thomas. No había un momento peor para hacer una broma. Newt o Alby podían estar por allí—. No quiero meterme en problemas. ?Acabo de llegar!

Chuck reprimió una carcajada tapándose la boca con una mano. Ignoró a Thomas, levantó el brazo y volvió a dar unos golpecitos en la ventana.

Una sombra cruzó por delante de la luz y, después, la ventana se abrió. Thomas saltó para esconderse y se pegó a la parte trasera del edificio tanto como pudo. No podía creerse que le hubieran embaucado para gastarle una broma a alguien. El ángulo de visión desde la ventana le protegía de momento, pero sabía que les verían si quien fuera que estuviese allí dentro se asomaba para echar un vistazo.

—?Quién anda ahí? —gritó el chico del lavabo con un tono áspero que expresaba enfado.

Thomas contuvo un grito ahogado cuando se dio cuenta de que se trataba de Gally. Ya reconocía aquella voz.

Sin avisar, Chuck asomó de repente la cabeza por la ventana y gritó a pleno pulmón. Un estrépito en el interior reveló que el truco había funcionado y la retahíla de palabrotas que se oyó a continuación le indicó que Gally no estaba nada contento. A Thomas le asaltó una extra?a mezcla de horror y vergüenza.

—?Te voy a matar, cara fuco! —gritó Gally, pero Chuck ya se había bajado de la caja y corría hacia el centro del Claro.

Thomas se quedó helado cuando oyó que Gally abría una puerta del interior y salía corriendo del ba?o. Al final reaccionó y salió detrás de su nuevo y único amigo. Acababa de doblar la esquina citando Gally salió gritando de la Hacienda como una bestia salvaje. Enseguida se?aló a Thomas.

—?Ven aquí! —chilló.

A Thomas le dio un vuelco el corazón y obedeció. Todo parecía indicar que le iban a dar un pu?etazo en la cara.

—No he sido yo, te lo juro —dijo, aunque mientras estaba allí mirándole se dio cuenta de que, después de todo, no tenía que estar tan aterrorizado. Gally no era tan grande; Thomas podría con él si quisiera.

—?No has sido tú? —gru?ó Gally; se acercó despacio al chico y se detuvo justo delante de él—. Entonces, ?cómo sabes que hay algo que no has hecho?

Thomas no dijo nada. Estaba muy incómodo, pero no tan asustado como hacía unos instantes.

—No soy imbécil, verducho —soltó Gally—. He visto la cara gorda de Chuck en la ventana —le volvió a se?alar, esta vez al pecho—. Pero será mejor que decidas rápido a quién quieres de amigo y de enemigo, ?me oyes? Como se dé otra broma como esa, y me da igual si ha sido idea tuya o no, va a correr la sangre. ?Te enteras, novato?

Pero, antes de que Thomas pudiera contestar, Gally ya se había dado la vuelta para marcharse. Thomas tan sólo quería que acabara todo aquello.

—Lo siento —dijo entre dientes, e hizo una mueca de disgusto por lo tonto que sonó.