El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

—Ma?ana se lo diré a Alby.

?Un corredor —pensó Thomas—. Ni siquiera sé lo que significa. ?Me he vuelto completamente loco??.

Chuck se tumbó mientras soltaba una carcajada.

—Eres un trocito de clonc. Duérmete.

Pero Thomas no lo dejó:

—Hay algo ahí que me es familiar.

—Duér-me-te.

Entonces vio la luz; fue como si varias piezas del puzzle hubiesen encajado. No sabía cuál sería la imagen final, pero sus siguientes palabras fueron como si las dijera otra persona: —Chuck, creo… creo que he estado aquí antes.

Oyó que su amigo se sentaba y cogía aire. Pero Thomas se dio la vuelta y se negó a decir una palabra más, por si perdía el ánimo, por si eliminaba la tranquilidad que le inundaba el corazón.

Le entró el sue?o con mucha más facilidad de la que esperaba.





Capítulo 6


Alguien zarandeó a Thomas para despertarlo. Abrió los ojos de golpe, vio una cara demasiado pegada a la suya, con la mirada clavada en él, y todo en calma a su alrededor, ensombrecido por la oscuridad de la primera hora de la ma?ana. Abrió la boca para hablar, pero una mano fría se la tapó y se la cerró. El pánico se adue?ó de él hasta que vio quién era.

—Shh, verducho. No querrás despertar a Chucky, ?no?

Era Newt, el que parecía ser el segundo al mando; el aire se llevó su aliento matutino.

Aunque Thomas estaba sorprendido, la inquietud desapareció al instante. No podía evitar tener curiosidad y se preguntaba qué quería aquel chico de él. Thomas asintió, esforzándose por decir que sí con los ojos, hasta que al fin Newt retiró la mano y luego se echó hacia atrás, en cuclillas.

—Vamos, verducho —susurró el chico alto mientras se ponía de pie. Extendió la mano y ayudó a Thomas a levantarse. Era tan fuerte que casi parecía que le fuera a desencajar el brazo—. Se supone que te tengo que ense?ar algo antes de que se despierten.

Cualquier resquicio de sue?o persistente ya había desaparecido de la mente de Thomas.

—Vale —se limitó a decir, y le siguió. Sabía que debería abrigar sospechas, pues aún no tenía motivos para confiar en nadie, pero venció la curiosidad. Rápidamente se agachó para ponerse los zapatos—. ?Adónde vamos?

—Tú sígueme. Y pégate a mí.

Caminaron a hurtadillas entre los cuerpos que dormían esparcidos por el suelo y Thomas estuvo a punto de tropezar varias veces. Le pisó la mano a alguien y, como respuesta, recibió un grito agudo de dolor y un pu?etazo en la pantorrilla.

—Perdón —susurró, e ignoró la mirada asesina de Newt.

En cuanto dejaron atrás el prado y alcanzaron la piedra gris y dura del suelo del patio, Newt echó a correr en dirección a la pared oeste. Thomas al principio vaciló, preguntándose por qué se había puesto a correr, pero reaccionó de inmediato y le siguió a la misma velocidad.

La luz era tenue, pero cualquier obstáculo aparecía como una sombra más oscura y, así, pudo avanzar rápidamente. Se detuvo cuando Newt lo hizo, junto al inmenso muro que descollaba por encima de ellos como un rascacielos, otra imagen al azar que flotaba en el turbio charco de su memoria borrada. Thomas vio unas lucecitas rojas que brillaban por la pared: se movían, se paraban, se encendían y se apagaban.

—?Qué es eso? —susurró tan alto como se atrevió mientras se preguntaba si su voz sonaba tan temblorosa como él la notaba. El destello rojo titilante de las luces tenía un trasfondo de advertencia.

Newt se quedó a medio metro enfrente de la espesa cortina de hiedra del muro.

—Cuando lo tengas que saber, lo sabrás, verducho.

—Bueno, es un poco estúpido mandarme a un sitio donde nada tiene sentido y nadie responde a mis preguntas —Thomas se detuvo, sorprendido ante sus palabras—. Pingajo —a?adió, vertiendo todo el sarcasmo posible en cada sílaba.

Newt soltó una carcajada, pero enseguida la cortó.

—Me gustas, verducho. Ahora cállate y deja que te ense?e algo.

Newt dio un paso adelante y hundió las manos en la espesa hiedra para retirar la enredadera de la pared y revelar una ventana llena de polvo, un cuadrado de unos sesenta centímetros de ancho. En aquel momento estaba oscura, como si alguien la hubiera pintado de negro.

—?Qué estamos buscando? —susurró Thomas.

—Agárrate bien fuerte, chaval. Está a punto de salir uno.

Pasó un minuto; luego, dos. Varios más. Thomas empezó a mover los pies mientras se preguntaba cómo Newt podía estar allí tan paciente y callado, con la vista clavada en la oscuridad.

Entonces la escena cambió.

Unas luces extra?as brillaron a través de la ventana y proyectaron un espectro tembloroso de colores en la cara y el cuerpo de Newt, como si estuviera junto a una piscina iluminada. Thomas se quedó en absoluto silencio, con los ojos entrecerrados, mientras trataba de averiguar qué había al otro lado. Se le hizo un nudo en la garganta.