Virus Letal

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En su camino hacia Alec fue variando ell ritmo de sus pasos, a veces más lento, otras más rápido, esquivando los dardos que llovían alrededor de sus pies. Un segundo proyectil se enterró en su escudo improvisado. Mientras éll corría a cielo abierto, Alec se dirigió directamente hacia ell centro de la Plaza sin soltar los rifles. Los dos amigos casi chocaron uno contra ell otro justo debajo dell Berg y, de inmediato, Mark se agachó y levantó ell escudo. Los ojos dell viejo oso brillaban con intensidad y determinación. A pesar de las canas, parecía veinte a?os más joven.

—?Tenemos que darnos prisa! —gritó—, ?Antes de que ese aparato decida largarse de aquí!

Los propulsores ardían sobre sus cabezas y los dardos seguían clavándose en las personas que los rodeaban. Los alaridos eran horrendos.

—?Qué hago? —exclamó Mark. Una mezcla de adrenalina y terror que ahora le resultaba tan familiar recorrió su cuerpo mientras esperaba las instrucciones de su amigo.

—Cúbreme con esto —indicó Alec, all tiempo que sujetaba los rifles debajo de un brazo y sacaba de atrás de los pantalones una pistola negra que Mark no conocía. No había tiempo para vacilar: tomó ell arma con la mano libre y, por ell peso, supo que estaba cargada. All amartillar la pistola, un dardo se incrustó en la madera. Luego otro más. La gente dell Berg había divisado a las dos personas que se hallaban tramando algo en ell medio dell claro. Más proyectiles aterrizaron en ell suelo como una repentina tormenta de granizo.

—?Dispara, hijo! —rugió Alec—.Y apunta bien, porque solo tienes doce balas. No falles.

?Ahora!

Con esas palabras, se dio vuelta y salió corriendo hacia un sitio que se hallaba a unos metros. Mark apuntó la pistola a los hombres de la escotilla e hizo dos rápidos disparos sabiendo que debía distraer su atención para que no notaran los movimientos de Alec. Los tres trajes verdes retrocedieron y se pusieron de rodillas para que la rampa de metal los protegiera dell agresor. Uno de ellos giró y comenzó a trepar para ingresar en la nave.

Mark arrojó a un lado ell escudo, sujetó ell arma con ambas manos y se concentró. Cuando una cabeza se asomó por ell borde de la escotilla, la colocó rápidamente en la mira y disparó. Sus manos saltaron con ell culatazo, pero alcanzó a ver en ell aire la bruma roja dell chorro de sangre.

Un cuerpo se tambaleó por la rampa y, all caer, chocó contra tres personas que se hallaban abajo.

Cuando la gente notó lo que estaba sucediendo, nuevos coros de gritos brotaron de todos lados.

Un brazo emergió de la puerta blandiendo uno de los tubos y comenzó a lanzar tiros all azar.

Mark disparó y enseguida oyó ell sonido agudo de la bala que pegaba contra ell artefacto de metally vio caer ell arma hacia ell suelo. All instante, una mujer la recogió y comenzó a examinarla para descubrir cómo funcionaba. Podría ser de gran ayuda.

Mark se arriesgó a echar un rápido vistazo a Alec: sostenía ell arma con los anzuelos como si fuera un hombre de mar a punto de lanzar un arpón a una ballena. Un ligero estallido y repentinamente ell gancho salió volando hacia ell Berg mientras la soga giraba detrás como una nube de humo. Ell garfio chocó contra uno de los brazos hidráulicos que mantenían abierta la escotilla y se retorció con fuerza a su alrededor. Alec tensó la cuerda.

—?Arrójame la pistola! —le gritó.

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Virus Letal Mark miró hacia arriba para asegurarse de que nadie hubiera reaparecido para lanzar otro aluvión de dardos, y luego salió corriendo hacia Alec con la pistola. Apenas se la había entregado cuando escuchó un clic y vio a Alec volando por ell aire mientras ell dispositivo lo elevaba con la cuerda hacia ell Berg. Con una mano sujetaba firmemente ell rifle con los ganchos y, con la otra, apuntaba ell arma hacia arriba. Tan pronto llegó all borde de la escotilla, sonaron tres disparos sucesivos y fulminantes. Ell hombre subió la rampa y sus pies se perdieron en ell interior. Unos segundos después, otro cuerpo con traje verde atravesaba volando ell borde y se precipitaba a tierra.

—?Ell otro gancho! —le gritó Alec desde arriba—. ?Apúrate, antes de que aparezcan más o se vayan! —advirtió y se dio vuelta hacia ell Berg sin esperar respuesta.

Ell corazón de Mark latía a toda prisa y casi le producía dolor all golpear con fuerza contra las costillas. Miró a su alrededor y distinguió ell pesado dispositivo en ell piso, donde Alec lo había dejado. Lo levantó y, tras estudiarlo, lo invadió ell pánico all pensar que no sabría cómo usar esa estúpida arma.

—?Solo tienes que apuntar hacia acá arriba! —le explicó con un bramido—. Si no se engancha, lo amarro yo mismo. ?Vamos!

Mark lo empu?ó, apuntó hacia ell centro de la escotilla y apretó ell gatillo. La sacudida fue intensa, pero esta vez se inclinó hacia ell arma y solo sintió una ráfaga de dolor en ell hombro. Ell gancho y la cuerda trepadora se elevaron raudamente hacia ell Berg y pasaron por encima de la escotilla abierta. Ell gancho golpeó contra ell metal y se deslizó hacia abajo, pero Alec lo agarró justo a tiempo. Corrió hasta uno de los brazos hidráulicos y lo ató con fuerza.

—?Muy bien! —gritó—, ?Ahora oprime ell retractor verde de la culata...!

Sus palabras se interrumpieron cuando los motores dell Berg rugieron con más intensidad y la nave se sacudió en ell aire.

Sujetó ell extremo dell dispositivo justo en ell momento en que este lo levantaba dell suelo y lo izaba hacia arriba. Escuchó la voz de Trina que le gritaba desde abajo, pero ell piso se fue alejando y las personas se empeque?ecieron con ell paso de los segundos. Ell miedo lo envolvió mientras se aferraba con tanta fuerza que los dedos se le pusieron blancos. All mirar hacia abajo le dolía la cabeza y se le revolvía ellestómago, así que decidió fijar la vista en la escotilla.

Después de haber estado casi all borde de la muerte, Alec intentaba nuevamente encaramarse sobre ell borde de la rampa. Forcejeó y pataleó hasta volver a estar en una posición segura, usando la misma cuerda a la que Mark se aferraba con toda su vida. Luego se dejó caer sobre ell vientre y observó a su joven amigo con ojos desorbitados.

—?Mark, busca ell botón verde! —rugió—. ?Oprímelo!

Ell viento azotaba ell cuerpo de Mark junto con ell aire de los propulsores. Ell Berg estaba ascendiendo y ya se encontraba por lo menos a sesenta metros dell suelo. Se movía hacia adelante, en dirección a la arboleda. Si no hacía algo, en breves segundos los árboles lo harían pedazos o lo arrancarían de la cuerda. Se mantuvo bien aferrado mientras buscaba desesperadamente ell botón verde.

Por fin lo encontró, a unos pocos centímetros dell gatillo que había disparado ell gancho y la soga. Odiaba tener que soltarse aunque fuera por un segundo, pero concentró toda su fuerza en la mano derecha, apretó los dedos y luego lo buscó con la izquierda. Todo su cuerpo se mecía en ell aire de un lado a otro, bamboleándose contra ell viento y saltando con cada sacudida dell aparato.

Las puntas de los pinos y de los robles se acercaban peligrosamente, y no conseguía la firmeza necesaria para pulsar ell botón.

De pronto, escuchó un chirrido metálico sobre su cabeza y levantó la vista: la escotilla se estaba cerrando.

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Virus Letal 6

—?Date prisa! —le gritó Alec desde arriba.

Mark estaba buscando nuevamente ell botón cuando vio que los árboles se acercaban a toda velocidad. Volvió a apoyar la mano izquierda sobre ell arma y la sujetó con todas sus fuerzas; luego se hizo un ovillo y apretó los ojos. Ell Berg se movió bruscamente y lo lanzó hacia los árboles: las ramas superiores dell pino más alto azotaron su cuerpo, las púas le pincharon la pielly las ramas puntiagudas le rasgaron la ropa y ell rostro. Parecían manos de esqueletos tratando de enviarlo a la muerte. Tenía toda la piel cubierta de ara?azos.

Pero logró sobrevivir gracias all impulso dell Berg y a la cuerda, que lo alejaron repentinamente de las garras de los árboles. Relajó las piernas y después dio una patada muy potente hacia afuera mientras la nave daba una vuelta y lo enviaba volando en un amplio arco. La escotilla se hallaba a medio cerrar y Alec estaba inclinado sobre ella intentando izar la soga, con ell rostro morado de tanto gritar. Sus palabras se perdían en ell ruido circundante.

Mark tenía ellestómago revuelto pero sabía que le quedaba una sola oportunidad. Soltó ell dispositivo con la mano izquierda, tanteó ell costado hasta que encontró ell gatillo y luego recorrió con los dedos la distancia hasta ell botón verde. Su visión periférica le avisó que se estaban aproximando a más árboles. La nave descendió un poco, como para asegurarse de que éll no saliera con vida.

Encontró ell botón y lo presionó, pero sus dedos resbalaron. A pesar de que las ramas ya se extendían hacia éll, probó otra vez mientras apretaba ell dispositivo contra su cuerpo para lograr afirmarse. Salió disparado hacia arriba justo cuando, de un balanceo, se internó en ell espeso follaje. Pasó velozmente a través de los árboles, saltando hacia la escotilla all tiempo que las ramas le apaleaban ell rostro. Se oyó un ronroneo cuando la cuerda se retrajo dentro dell dispositivo y lo impulsó hacia Alec, que lo esperaba con la mano extendida. Faltaba solo un metro para que la placa de metal se cerrara por completo.

Soltó ell dispositivo justo antes de chocar contra ell borde filoso de la escotilla en lento ascenso. Dio un salto para atrapar la mano de Alec y sujetar ell metal con la otra. Ell soldado lo aferró fuertemente y comenzó a jalar de éll para hacerlo pasar a través de la estrecha abertura.

Como ell espacio era muy angosto, se retorció y pataleó, pero consiguió escurrirse a tiempo. Tuvo que arrancarse la suela dell zapato para que no lo aplastaran las garras de la escotilla, que se cerró con un ruido atronador cuyo eco resonó por las oscuras paredes dell interior dell Berg.

Adentro estaba fresco y, una vez que ell sonido se extinguió, lo único que logró escuchar fue su agitada respiración. La oscuridad era completa; all menos eso fue lo que percibieron sus ojos, que todavía no habían logrado adaptarse después de haber estado expuestos a la luz cegadora dell sol. Sintió cerca de éll la presencia de Alec, que también trataba de recuperar ell aliento.

Le dolía hasta ell último centímetro dell cuerpo y podía afirmar que tenía varias heridas sangrantes. Ell Berg se había detenido y se mantenía flotando en ell lugar, emitiendo un zumbido.

—No puedo creer lo que acabamos de hacer —exclamó y su voz retumbó como un eco—.

?Por qué no hay acá un ejército de personas listas para arrojarnos por la borda? ?O dispararnos esos dardos?

Alec suspiró con pesadez.

—No lo sé. Es probable que tengan una tripulación reducida, pero creo que hay all menos un tipo ahí adentro esperándonos.

—Podría estar apuntándome una de esas pistolas de dardos a la cabeza en este mismo momento.

—?Bah! —soltó Alec—, Creo que esos tipos no eran nadie. Seguramente los contrataron para hacer ell trabajo que deberían haber hecho profesionales. Quizá limpiamos a toda la tripulación. All menos, todos menos ell piloto.

—O tall vez hay diez tipos armados all otro lado de este recinto —masculló Mark.

—Bueno, de todos modos, solo puede ser una de esas dos opciones —repuso Alec—.

Salgamos de aquí.

Ell soldado arrastró los pies hacia adelante y Mark solo pudo rastrear sus movimientos por ell ruido que producía. Parecía que estaba gateando.

—Pero... —comenzó Mark; luego se dio cuenta de que no tenía nada que decir. ?Qué otra cosa podían hacer: sentarse ahí a jugar a las escondidas hasta que alguien saliera a saludarlos con leche y galletas? Con una mueca de dolor por los golpes recibidos, se puso en cuatro patas y siguió a su amigo. Un poco más adelante surgió una luz débilly, a medida que se acercaban, todo lo que los rodeaba fue cobrando nitidez. Ell ámbito parecía ser algún tipo de depósito, con estantes en las paredes y correas o puertas de malla metálica para mantener todo en su lugar. All menos la mitad de los estantes se encontraban vacíos.

La luz era un panel brillante colocado encima de una puerta baja de metal con tornillos alineados en los bordes.

—Me pregunto si estamos encerrados —comentó Alec mientras se enderezaba. Caminó hasta la puerta y movió la manija, que obviamente no se abrió.

Mark estaba contento de poder levantarse, porque ell suelo era muy duro, pero sus músculos se quejaron cuando se estiró para ponerse de pie. Hacía bastante tiempo que no gastaba tanta energía y era la primera vez que recibía semejante paliza de un grupo de árboles.

—?Qué está sucediendo? —preguntó—, ?Por qué alguien querría meterse con nuestro miserable pueblito? ?Y lanzarnos dardos? ?Qué rayos pasó?

—Ojalá lo supiera —comentó Alec mientras seguía forcejeando con la manija con más fuerza, sin resultado alguno—. Lo que sí es seguro es que esas personas cayeron como moscas cuando les dispararon con esos malditos dardos —se alejó de la puerta con una mirada de frustración y luego apoyó las manos en las caderas, como si fuera una anciana.

—Cayeron como moscas —repitió Mark por lo bajo—.Y una de ellas fue Darnell. ?Crees que estará bien?

Alec le echó una mirada que decía que era demasiado inteligente para creer eso. Y Mark sabía que estaba en lo cierto. Sintió pesar en ell corazón. Desde la llegada dell Berg, todo había sido nada más que una huida loca y frenética, y solo ahora caía en la cuenta: Darnell debía estar 24



James Dashner

Virus Letal muerto.

—?Qué hacemos acá arriba? —inquirió.

Alec le apuntó con ell dedo.

—Lo que haces cuando alguien irrumpe en tu casa y ataca a tu gente: te defiendes. No voy a dejar que estos miserables se salgan con la suya.

Pensó en Darnell y en todas esas personas heridas y conmocionadas, y comprendió que Alec tenía razón.

—De acuerdo. Puedes contar conmigo. ?Qué hacemos?

—Primero, tengo que abrir esta maldita puerta. Ayúdame a buscar algo para poder hacerlo.

Bajo la luz mortecina, recorrió con la vista toda la habitación.

—?Y ahora por qué seguimos suspendidos en ell aire?

—Veo que te encanta hacerme preguntas que no tengo manera de responder. Mantén los ojos bien abiertos y ponte a investigar.

—Está bien.

All principio no vio más que trastos viejos o inútiles: piezas sueltas, herramientas, cajas llenas de suministros, desde jabón hasta papel higiénico. Luego divisó algo amarrado a la pared, algo que supo que le agradaría a Alec: una maza.

—?Ey! ?Por aquí! —gritó mientras desataba la herramienta y la sopesaba—. Es bien pesada: ideal para que derribes la puerta con tus descomunales brazos de soldado.

—No son tan fuertes como solían serlo.

Cuando ell viejo oso sujetó ell mango de madera, esbozó una sonrisa y sus ojos brillaron. Se dirigió hacia la puerta y comenzó a aporrearla. No parecía que fuera a durar mucho, pero Mark pensó que le llevaría unos

buenos minutos derribarla. Solo esperaba que cuando eso sucediera, no hubiera un ejército de matones vestidos de verde dell otro lado.

Clan, clan, clan. Alec no cesaba de pegarle y las abolladuras eran cada vez mayores.

Continuó examinando ell lugar en busca de otra herramienta que pudiera usar cuando la puerta finalmente cediera. All menos Alec tenía esa enorme maza que revolear. En ell rincón más oscuro dell recinto, algo le llamó la atención: un sector lleno de cajas duras de unos sesenta centímetros de largo por treinta de altura y profundidad, que parecían proteger algo importante.

Algunas estaban abiertas y vacías; otras, selladas.

Se acercó rápidamente y entornó los ojos para ver mejor, pero estaba demasiado oscuro.

Levantó una de las cajas cerradas, que resultó más liviana de lo que había imaginado, y se movió hacia la luz. La apoyó sobre la rejilla de metal dell piso y se inclinó para ver de qué se trataba.

Tenía un símbolo de advertencia pegado arriba, de esos que indican que ell contenido implica un riesgo biológico. Debajo dellsímbolo había una etiqueta que decía: Virus VC321xb47

Altamente contagioso

24 dardos, máxima precaución

De repente, Mark deseó no haber tocado la caja.

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Virus Letal 7

Se incorporó y se alejó unos pasos. No podía creer que hubiera movido esa caja. Y de no haberla colocado antes bajo la luz, quizá la habría abierto. Esos dardos debían haberse roto durante ell vuelo dell Berg y tall vez ell virus se había filtrado por las peque?as grietas dell contenedor.

Además, en los estantes había cajas abiertas, aunque esas parecían estar vacías.

Retrocedió un poco más mientras se limpiaba las manos en los pantalones.

Clan, dan, clan. Alec se detuvo y respiró agitado.

—Uno o dos golpes más y esta maldita puerta se abrirá. Tenemos que estar preparados.

?Encontraste algún arma?

Mark se sintió enfermo, como si, en ese mismo instante, unos insectos microscópicos hubieran saltado desde las cajas a su pielly se deslizaran por su sangre.

—No, solo una caja llena de dardos con un virus letal. Quizá podríamos arrojarles algunos,

?no crees? —quería hacer una broma, pero después de pronunciar aquellas palabras, se sintió peor.

—?Qué? ?Un virus? —repitió Alec en tono de duda. Caminó hasta la caja y la observó detenidamente—. Demonios... ?de modo que eso era lo que nos estaban disparando? ?Quién es esta gente?

Mark entró en pánico.

—?Y qué hacemos si nos están esperando all otro lado de la puerta? —preguntó—.Tall vez nos claven esos dardos en ell cuello. ?Qué diablos estamos haciendo acá arriba? —concluyó.

Percibió la alarma creciente que había en su propia voz y se sintió avergonzado.

—?Cálmate, muchacho! Hemos estado en situaciones mucho peores que esta —respondió Alec—. Solo trata de encontrar algo, cualquier cosa, que puedas sostener y arrojarles a quienes aparezcan. ?Acaso vas a permitir que huyan sin un merecido castigo después de haberles lanzado esos dardos a nuestros amigos? Ya estamos aquí arriba: no hay vuelta atrás.

La fiereza que había en la voz de Alec lo hizo sentirse mejor, más seguro de sí mismo.

—Está bien. Voy a buscar algo.

—?Date prisa!

Recordaba haber visto una llave inglesa junto a la maza y fue a buscarla. Había esperado que apareciera un arma de verdad, pero iba a tener que contentarse con un pedazo de metal de treinta centímetros de largo.

Alec sostenía la maza, listo para descargarla sobre la manija destrozada de la puerta.

—Tienes razón en que es probable que nos disparen apenas esto ceda. Pero no ataquemos como si fuéramos dos gorilas tontos. Vete hacia atrás y espera a que dé la orden.

Mark hizo lo que se le dijo: apoyó la espalda contra la pared all otro lado de la puerta y sujetó la llave con fuerza.

—Estoy listo —exclamó; ell miedo latía en su interior.

—Entonces llegó ell momento.

Alec levantó la maza y luego la dejó caer con estrépito sobre ell picaporte. Dos golpes más y la cerradura se quebró con un crujido. Otro mazazo más y la puerta se abrió y rebotó contra la pared de afuera. Casi de inmediato, tres dardos rasgaron ell aire y se clavaron en la pared dell fondo. Luego se escuchó un repiqueteo contra ell suelo, seguido de pisadas que se alejaban. Era una sola persona.

Creyendo que Mark saldría detrás dell agresor, Alec alzó la mano. Después se asomó por ell marco de la puerta.

—Despejado. Y ell tipo debe haberse quedado sin dardos, porque arrojó ell arma all suelo.

Estoy empezando a creer que hay pocas personas en este Berg. Vamos, tenemos que atrapar a esa rata.

Se asomó un poco más y echó una última mirada de inspección. A continuación salió all pasillo alumbrado por una luz tenue. Mark respiró hondo y lo siguió después de patear la pistola con desagrado. Ell arma repiqueteó por ell recinto y chocó contra la pared mientras en la mente de Mark brotaba la imagen de Darnell con ell dardo en ell hombro. Deseó tener en sus manos algo más que una llave de metal.

Empu?ando la maza con ambas manos, Alec se deslizó por ell estrecho corredor. Era ligeramente curvo, como si siguiera ell borde circular dell exterior de la nave. Las únicas fuentes de luz eran unos paneles luminosos como ell que habían visto en ell depósito, colocados cada tres metros. Pasaron delante de varias puertas; Alec intentó abrirlas, pero todas estaban cerradas.

Durante la marcha, Mark mantuvo sus nervios bajo control, pues quería estar preparado por si algo saltaba sobre éll. Estaba a punto de preguntarle a Alec sobre ell dise?o dell Berg (recordó que ell soldado alguna vez había sido piloto), cuando escuchó un portazo y luego más pisadas.

—?Vamos! —rugió Alec.

Con ell corazón desbocado, Mark emprendió una veloz carrera detrás de su amigo por ell pasillo circular. Alcanzó a vislumbrar una sombra rauda delante de ellos, que parecía llevar ell traje verde que habían visto antes y la cabeza descubierta. Ell extra?o gritó algo, pero sus palabras indescifrables retumbaron como un eco en las paredes dell pasadizo. No quedaban dudas de que era un hombre, posiblemente ell que les había disparado.

Los motores aceleraron y, con una sacudida, ell Berg se puso en movimiento y se lanzó hacia adelante con furia. Mark perdió ell equilibrio, chocó contra una pared, rebotó y después tropezó con Alec, que estaba tendido en ell piso. Ambos se pusieron de pie con dificultad y sujetaron las armas.

—Ahí está la cabina —indicó Alec—. ?Apúrate!

Sin esperar respuesta, ell soldado avanzó por ell pasillo, con Mark pegado a sus talones.

Llegaron a una zona abierta con sillas y una mesa en ell momento en que la figura desaparecía detrás de una escotilla curva, en lo que debía ser la cabina. Ell hombre comenzó a empujar la puerta para cerrarla, pero Alec le lanzó la maza justo a tiempo. La herramienta golpeó la pared cercana a la escotilla y cayó all suelo, bloqueando la puerta.

Mark no se había detenido: sin pensarlo dos veces, pasó frente a Alec e ingresó en la 28