Por unos demonios más

Por unos demonios más by Kim Harrison

 

 

 

Al hombre que sabe que la

 

rosa es más hermosa cuando

 

todavía tiene espinas.

 

 

 

 

 

Agradecimientos

 

 

Me gustaría dar las gracias a las personas que han estado a mi lado casi desde el primer día, cuyos esfuerzos combinados y conocimiento del mundo empresarial han tenido un papel tan decisivo a la hora de llevarme hasta donde nunca había so?ado: mi editora, Diana Gill, y mi agente, Richard Curtis.

 

 

 

 

 

1.

 

 

Dar un pu?etazo a la parte de atrás de mi armario no era uno de los sue?os más agradables que había tenido. En realidad me hice da?o. El dolor interrumpió mi cómoda bruma somnolienta y sentí mi parte primitiva, que nunca duerme, midiendo serenamente cómo intentaba reunir fuerzas para despertarme. Con un espeluznante sentimiento de desconexión, observé lo que ocurría, incluso cómo en mi sue?o arrancaba la ropa de la barra y la tiraba sobre mí cama arrugada.

 

Sin embargo, algo no iba bien. No me estaba despertando. El sue?o no se estaba deshaciendo pasivamente en fragmentos difíciles de recordar. Entonces, sentí una sacudida y me di cuenta de que estaba consciente, pero no despierta. ?Qué demonios…? Algo iba muy, pero que muy mal y mi instinto me envió una corriente de adrenalina que me atravesó pidiendo que me despertase~ pero no fue así.

 

Respiraba rápido y de manera irregular y, después de vaciar el armario, me tiré al suelo y golpeé con los nudillos las tablas en busca de un compartimento secreto que sabía que no estaba allí. Asustada, me armé de voluntad y me obligué a despertarme.

 

Sentí un intenso dolor en la frente. Me estiré en el suelo y dejé flácidos todos los músculos. Conseguí girar la cabeza, y así, en lugar de romperme la nariz, lo que sentí fue un dolor agudo en la oreja~ Mi cuerpo estaba tumbado sobre la madera dura y fría, y la notaba a través del pantalón corto de pijama y de la camiseta. Mi grito salió como un gorgoteo. ?No podía respirar! Había algo… algo allí conmigo. En mi cabeza. ?Intentaba poseerme!

 

El terror me asfixiaba como una manta. No lo veía, no lo oía y apenas podía sentirlo. Pero mi cuerpo se había convertido en un campo de batalla, uno en el que no sabía cómo ganar~ La posesión era un arte negra y yo no había recibido las clases adecuadas~ Maldita sea ,?se supone que mi vida no es así!

 

El pánico absoluto me dio fuerzas. Intenté meter las piernas y los brazos debajo del cuerpo para impulsarme. Conseguí apoyarme en las manos y en las rodillas y luego me di un golpe contra la mesilla de noche, que cayó al suelo y fue rodando hasta el armario vacío.

 

El pulso me martilleaba y el miedo a ahogarme se apoderó de mí. Conseguí llegar tambaleándome hasta el pasillo pata pedir ayuda. Mi desconocido agresor y yo nos pusimos de acuerdo y trabajando juntos tomamos aire; aquel gesto se convirtió en un grito ahogado. ?Dónde demonios está Ivy? ?Está sorda? Quizá todavía no había vuelto de su misión con Jenks. Dijo que volverían tarde.

 

Como molesto por la cooperación, mi atacante apretó con más fuerza y yo me desplomé en el suelo. Tenía los ojos abiertos y la manta roja que formaba mi pelo quedaba entre yo y el pasillo oscuro. Había ganado. Fuese lo que fuese, había ganado y yo entré en pánico al ver cómo me iba levantando con una lentitud escalofriante. Se me pegó a la nariz el intenso aroma a ámbar quemado procedente de mi piel.

 

?No! Grité para mis adentros… pero ni siquiera podía hablar. Quería gritar pero, en lugar de eso, mi poseedor me hizo tomar aliento tranquilamente. —Malum —me oí maldecir con una voz que tenía un extra?o acento y una cadencia sofisticada que nunca había tenido.

 

Esa fue la gala que colmó el vaso. El miedo se convirtió en ira, No sabía quién estaba allí conmigo pero, fuese quien fuese, tendría que marcharse. Ahora mismo. Hacerme hablar lenguas desconocidas era de mala educación.

 

Me concentré y sentí el leve roce de la confusión de otra persona, Bien. Podría trabajar a partir de ahí. Antes de que el intruso se pudiese dar cuenta de lo que estaba haciendo, conecté con la línea luminosa del cementerio. Me invadió una sorpresa dura y extra?a y, mientras mi agresor intentaba que me desconectase de la línea, establecí un círculo protector en mis pensamientos.