El bueno, el feo yla bruja

—Vale, o sea que lo que quiere es que Rachel la interrogue. ?Y cuál era el segundo motivo?

 

 

Edden apoyó un hombro contra la pared.

 

—Necesito que alguien vuelva a la universidad y como no tengo a ninguna bruja en nómina, he pensado en ti, Rachel.

 

Durante un momento me quedé mirándolo sin articular palabra.

 

—?Cómo dices?

 

La sonrisa del capitán lo asemejaba aun más a un intrigante trol.

 

—?Has estado siguiendo las noticias? —preguntó innecesariamente y yo asentí.

 

—Las víctimas eran todos brujos —dije—. Todos excepto los dos primeros y todos ellos experimentados en la magia de líneas luminosas. —Reprimí una mueca. No me gustaban las líneas luminosas y evitaba usarlas siempre que podía. Eran puertas de entrada hacia siempre jamás y hacia los demonios. Una de las teorías más populares era que las víctimas trajinaban con las artes negras y simplemente perdieron el control. Yo no lo creía. Nadie era tan estúpido como para hacer un trato con un demonio; excepto Nick, mi novio. Y solo lo hizo para salvarme la vida.

 

Edden asintió, ense?ándome la parte de arriba de su cabeza cubierta de pelo negro.

 

—Lo que no se ha contado es que todos ellos, en un momento u otro, fueron alumnos de la doctora Anders.

 

Me froté las palmas ara?adas de las manos.

 

—Anders —murmuré buscando en mi memoria y encontrando a la mujer de cara delgada y amargada, con el pelo demasiado corto y la voz demasiado estridente—, yo tuve una asignatura con ella. —Miré a Edden y me giré hacia el espejo falso avergonzada—. Vino de profesora invitada de la universidad mientras uno de nuestros instructores se tomaba un a?o sabático. Nos dio la asignatura de Líneas luminosas para brujos terrenales. Era una mujer despreciable y condescendiente. Me suspendió a la tercera clase porque no quise tener un espíritu familiar.

 

Edden gru?ó.

 

—Intenta sacar notable esta vez para que me devuelvan el precio de la matrícula.

 

—?Vaya! —exclamó Jenks con su vocecita aguda—. Edden, ve a echar piedras a otro tejado. Rachel no va a acercarse a esa Sara Jane. Esto no es más que un intento de Kalamack de echarle el guante.

 

Edden se apartó de la pared frunciendo el ce?o.

 

—El se?or Kalamack no está implicado en esto en absoluto y si aceptas esta misión buscando hacerle da?o, Rachel, mando tu culito blanco al otro lado del río volando hasta los Hollows. La doctora Anders es nuestra sospechosa. Si quieres la misión, tienes que dejar al se?or Kalamack al margen.

 

Las alas de Jenks zumbaron de irritación.

 

—?Es que le habéis echado anticongelante al café esta ma?ana? —chilló—. ?Es una trampa! Esto no tiene nada que ver con los asesinatos del cazador de brujos. Rachel, dile que esto no tiene nada que ver con los asesinatos.

 

—Esto no tiene nada que ver con los asesinatos —dije inexpresivamente—. Acepto la misión.

 

—?Rachel! —protestó Jenks.

 

Inspiré hondo, sabiendo que nunca sería capaz de explicarlo. Sara Jane era más honesta que la mitad de los agentes de la si con los que había trabajado. Era una chica de granja que luchaba por hacerse un hueco en la ciudad y ayudaba a su familia esclavizada. Aunque ella no lo supiese, estaba en deuda con ella. Fue la única persona amable conmigo durante los tres días de purgatorio que pasé atrapada con forma de visón en la oficina de Trent Kalamack la pasada primavera.

 

Físicamente no podíamos ser más diferentes. Mientras que Sara Jane se sentaba muy derecha a la mesa con su inmaculado traje de oficina con todos y cada uno de sus rubios cabellos en su sitio y el maquillaje tan bien aplicado que era casi invisible, yo estaba aquí, con mis pantalones de cuero rasgados, mi salvaje y encrespado pelo rojo y despeinado. Mientras que ella era bajita y tenía aspecto de mu?eca de porcelana, con la piel clara y delicadas facciones, yo era alta y con una complexión atlética que me había salvado la vida más veces que pecas tenía en la nariz. Mientras que ella tenía amplias curvas y redondeces donde había que tenerlas, yo ni tenía curvas y mi pecho era apenas una insinuación. Pero sentía afinidad con ella: ambas estábamos atrapadas por Trent Kalamack; y a estas alturas ella probablemente ya lo sabía.

 

Jenks revoloteó en el aire junto a mí.

 

—No —dijo—, Trent la está utilizando para llegar hasta ti.

 

Irritada lo espanté.

 

—Trent no puede tocarme. Edden, ?sigues teniendo la carpeta rosa que te di la primavera pasada?

 

—?La que tenía un disco y una agenda con pruebas de que Trent Kalamack fabrica y distribuye productos de ingeniería genética ilegales? —El achaparrado hombre sonrió abiertamente—. Sí, la tengo en la mesita de noche para cuando no puedo dormir.

 

Me quedé boquiabierta.

 

—?Se supone que no debías abrirla a menos que me pasase algo!

 

Kim Harrison's books