El coleccionista

—Fue paciente de Grover Hills. Todo nos hace suponer que sus tíos abusaban de él y de los demás internos.

—Ah, ya veo —dice mientras se incorpora y se agarra al canto de la mesa—. Ahora me doy cuenta de por qué ha venido. Cree que llevan dentro los genes de los Hunter, ?verdad? Lo que nos convierte en hombres sanguinarios. Mi padre lo tenía, yo lo tengo y ahora resulta que ellos también.

Dos de los guardias nos miran pero no se nos acercan, aunque parece como si estuvieran preparándose para hacerlo. Sigo hablando en voz baja.

—Sus tíos hicieron da?o a mucha gente. Y también mataron a mucha gente, por lo que parece.

—Entonces han recibido su merecido —dice, encogiéndose de hombros.

—Supongo que sí.

—Así pues, ?para qué has venido?

—Porque tenían que llevarse a sus víctimas a alguna parte.

—Ya te lo he dicho, no sé dónde viven.

—He estado en su casa. Estaba llena de recuerdos de la gente a la que habían matado.

—Puto gen de mierda —exclama.

—Pero no tenían a las víctimas allí. Entonces, ?dónde? ?Tiene alguna idea al respecto?

—Como ya te he dicho, no los conocía. De verdad que no. Ojalá pudiera ayudarte. Podría ayudarte si supiera algo, pero es que no sé nada.

—Tiene que haber algo —digo mientras la frustración y el cansancio empiezan a hacer mella en mí—. Por favor, tiene que haber algo.

—Ya te lo he dicho, si supiera algo te lo diría. Entiendo que está en juego la vida de una chica, lo entiendo. Pero no sé nada. Hace unos seis a?os que no los veía.

—Desde los funerales de sus abuelos.

—Sí, ya te lo he dicho antes.

—El mismo tiempo que hace que abandonaron Grover Hills.

—?Y? —pregunta.

—Eso significa que cuando sus abuelos murieron, ellos dejaron sus empleos. ?Por qué tendrían que haberlo hecho?

Se encoge de hombros.

—No lo sé.

No lo sabe, pero todo empieza a tomar forma. Dejaron sus empleos porque ya no necesitaban la Sala de los Gritos de Grover Hills. Tenían algún lugar donde pudieron construir su propia sala.

—Sus abuelos, ?dónde vivían?

—Se mudaron hace mucho tiempo. Yo solía vivir con ellos cuando era un ni?o. Tenían una casa bastante bonita cerca del centro, pero siempre quisieron tener algo más grande, con mucho terreno. No mucho después de que yo me marchara se compraron una granja antes de jubilarse. Estuvieron trabajando en la granja durante unos… déjame pensar… siete u ocho a?os, supongo, antes de la muerte de mi abuelo. Mi abuela murió poco después, creo que de tanto que lo echaba de menos.

Una granja. Es perfecto.

—?Y qué pasó con la granja?

—No lo sé. La vendieron, supongo.

—?No lo sabe?

—Creo que se la dejaron en herencia a sus hijos, a Ellis y Murray, y yo siempre imaginé… mierda, imaginé que la habrían vendido, pero no crees que así sea, ?verdad? ?Crees que es allí adonde se llevaban a sus víctimas?

—?Dónde está?

—Necesitará un mapa —dice.

—Tengo uno en el coche.

—Entonces tome también un lápiz. Necesitará unas indicaciones.





56


Su colección está escapando. Tanto trabajar duro, tanto planificar las cosas para luego ver cómo se van al garete. Ya no le duele la herida del disparo de anoche en la pierna, ni siquiera el pie le duele comparado con lo que está ocurriendo dentro de su cabeza. Su pie, su pobre pie herido, ?cómo se lo curará? ?Podrá salvar los dedos? Y su ojo, su pobre ojo herido, que parece que lo tenga ardiendo.

Se ha quitado el imperdible. Está en el suelo del dormitorio en el que Katie lo ha traicionado. No volverá a confiar en ella jamás. Le había fallado cuando era un ni?o. Le falló hace unos meses, cuando intentó pagarle a cambio de sexo. Y ahora le ha fallado de nuevo. Casi tanto como las heridas, le duele que lo haya enga?ado. No sabe cuántas balas quedan en la pistola, pero sabe que no sería sensato gastarlas todas, por eso de momento ha decidido no disparar más. Ni siquiera está seguro de querer disparar a su propia colección. Las cosas aún pueden salvarse. Lo único que debe hacer es cerrar la puerta de la celda, dejar que pase el tiempo y luego intentará perdonarlos, lo intentará de veras, porque además puede recurrir a la madre de Cooper o a Katie para que lo ayuden a curarse las heridas. Aún existe la posibilidad de disfrutar de ese amanecer en el porche con Cooper una ma?ana y con Katie a la ma?ana siguiente.

Como el Predicador le había dicho, lo único que necesita es tener un poco de fe. Y ahora mismo lo que tiene que hacer es cerrar esa puerta.