Las pruebas (The Maze Runner #2)

A pesar de todos los recuerdos de las últimas semanas, Thomas estaba sorprendentemente calmado y el sue?o no tardó en vencerle de nuevo. La oscuridad dominó su mundo, pero ella estaba allí, cerca de él en muchos sentidos. Casi… tocándolo.

No notaba el paso del tiempo mientras se encontraba en aquel estado. Estaba medio dormido, medio disfrutando de su presencia y de la idea de que les habían rescatado de aquel lugar horrible. Estaban a salvo, y Teresa y él podían volver a encontrarse. Aquella vida podía estar bien.

Sue?o dichoso. Confusa oscuridad. Calor. Un resplandor físico. Casi flotaba.

El mundo parecía desvanecerse. Todo se volvió dulce y adormecido. Y la oscuridad, de algún modo, era reconfortante. Se deslizó hacia un sue?o.



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Es peque?o. ?Tiene cuatro a?os, tal vez? ?Cinco? Está tumbado sobre una cama, tapado con las mantas hasta la barbilla.

Hay una mujer sentada junto a él, con las manos en el regazo. Tiene el pelo largo y casta?o, y su rostro comienza a mostrar los primeros signos de la edad. Tiene los ojos tristes. Lo sabe a pesar de que ella se esfuerza mucho por ocultarlo con una sonrisa.

Quiere decir algo, hacerle una pregunta; pero no puede. No está allí de verdad. Tan sólo lo presencia desde un sitio que no entiende del todo. La mujer empieza a hablar con un tono a la vez dulce e irritado que le molesta:

—No sé por qué te han elegido, pero sí sé que eres especial. Nunca lo olvides. Tampoco olvides nunca… —la voz se le quiebra y las lágrimas le recorren el rostro—, nunca olvides cuánto te quiero.

El chico responde, pero no es Thomas quien habla. Aunque en realidad sí es él. Nada tiene sentido.

—?Te vas a volver loca como toda esa gente que sale en la tele, mamá? ?Como… papá?

La mujer extiende la mano y le pasa los dedos por el pelo. ?La mujer? No, no puede llamarla así. Es su madre. Es… mamá.

—No te preocupes por eso, cari?o —dice—. No estarás aquí para verlo.

Su sonrisa ha desaparecido.



? ? ?





El sue?o se convirtió en oscuridad demasiado rápido y dejó a Thomas sumido en un vacío, con nada más que sus pensamientos. ?Había visto otro recuerdo salido de las profundidades de su amnesia? ?De verdad había visto a su madre? Había dicho algo acerca de que su padre se había vuelto loco. Thomas sintió en su interior un profundo y persistente dolor e intentó refugiarse en el olvido.

Más tarde —de cuánto exactamente no tenía ni idea—, Teresa volvió a hablarle: Tom, algo va mal.





Capítulo 2


Así fue cómo empezó. Oyó a Teresa decir esas palabras, pero parecían muy lejanas, como si las dijera desde el otro lado de un largo túnel abarrotado de cosas. El sue?o se había convertido en un líquido resbaladizo, espeso y pegajoso que le atrapaba. Tenía conciencia de sí mismo, pero se dio cuenta de que estaba fuera del mundo, sepultado por el agotamiento. No podía despertarse.

?Thomas!—gritó Teresa.

Un ruido desgarrador en su cabeza. Sintió el primer rastro de miedo, pero era más bien un sue?o. Sólo podía dormir. Y ahora estaban a salvo, ya no tenían por qué preocuparse. Sí, tenía que ser un sue?o. Teresa estaba bien, ellos estaban bien. Volvió a relajarse y dejó que el sue?o le inundara.

Otros sonidos se abrieron camino a su conciencia: golpazos, el repiqueteo del metal contra el metal, algo que se hacía a?icos. Chicos chillando. O más bien el eco de los gritos, muy distante, amortiguado. De repente, se parecieron más a gritos. Unos alaridos de angustia sobrenaturales. Pero seguían siendo lejanos, como si los envolviera un grueso capullo de oscuro terciopelo.

Al final, algo interrumpió la comodidad del sue?o: eso no estaba bien. ?Teresa le había llamado, le había dicho que algo iba mal! Luchó contra el profundo sue?o que le consumía, ara?ó el fuerte peso que le inmovilizaba.

??Despierta! —gritó para sus adentros—. ?Despierta!?.

Entonces algo desapareció de su interior. Estaba allí y al instante se había ido. Notó como si le hubieran arrancado un órgano principal de su cuerpo.

Había sido ella. Ya no estaba.

?Teresa!—gritó con su mente—. ?Teresa! ?Estás ahí?

Pero no había nada y ya no sentía aquel consuelo al tenerla cerca. Repitió su nombre una y otra vez mientras continuaba luchando contra el oscuro sue?o que tiraba de él.

Por fin, la realidad volvió y se llevó la penumbra. Sumido en el terror, Thomas abrió los ojos, se sentó enseguida sobre la cama, incorporándose rápidamente, y saltó. Miró a su alrededor.