Las pruebas (The Maze Runner #2)

—Los traeré a todos —se ofreció Minho, que se dio la vuelta para regresar a la zona común.

Thomas se quedó con la vista clavada en la puerta del lavabo. Newt, Fritanga y unos cuantos clarianos entraron en la habitación y se sentaron en las camas inclinados hacia delante, con los codos sobre las rodillas, restregándose las manos distraídamente, con la ansiedad y la preocupación manifiestas en sus gestos.

?Teresa?—dijo Thomas en su mente—. ?Puedes oírme? Te estamos esperando aquí fuera.

No hubo respuesta. Y todavía sentía esa burbuja de vacío, como si le hubieran arrebatado su presencia permanentemente.

Se oyó un clic. El pomo de la puerta del cuarto de ba?o se giró; luego la puerta se abrió hacia Thomas. él dio un paso adelante, dispuesto a abrazar a Teresa, sin importarle quién estuviese allí para verlo. Pero la persona que entró en la habitación no era Teresa. Thomas se detuvo a media zancada y casi tropezó. Todo en su interior pareció derrumbarse.

Era un chico.

Llevaba el mismo tipo de ropa que les habían dado a todos la noche anterior: un pijama limpio con una camisa abotonada y unos pantalones de franela azul claro. Tenía la piel aceitunada y el pelo, oscuro, bastante corto. El aire de sorpresa inocente en su rostro fue la única cosa que impidió que Thomas agarrara a aquel pingajo por el cuello y lo zarandeara hasta conseguir sonsacarle algunas respuestas.

—?Quién eres? —le preguntó Thomas, sin preocuparse de si aquellas palabras sonaban muy duras.

—?Que quién soy? —respondió el chico con algo de sarcasmo—. ?Quién eres tú?

Newt se había vuelto a poner de pie; en realidad, estaba más cerca del chico nuevo que Thomas.

—No nos fastidies. Nosotros somos muchos más que tú. Dinos quién eres.

El chico se cruzó de brazos y su cuerpo adoptó una actitud desafiante.

—Muy bien. Me llamo Aris. ?Qué más queréis saber?

Thomas quería darle un pu?etazo al chico. Le molestaba verle tan altivo y prepotente mientras Teresa estaba desaparecida.

—?Cómo has llegado aquí? ?Dónde está la chica que durmió aquí esta noche?

—?Chica? ?Qué chica? Yo soy el único que está aquí y así ha sido desde que me pusieron en esta habitación ayer por la noche.

Thomas se volvió para se?alar en dirección a la puerta de la zona común.

—Allí fuera hay un cartel que dice que esta es su habitación. Teresa… Agnes. No menciona a ningún pingajo llamado Aris.

Algo en su tono de voz debió de hacer que el chico comprendiera que no se trataba de una broma. Extendió las manos en un gesto conciliador.

—Mira, tío, no sé de qué estás hablando. Ayer por la noche me metieron aquí y dormí en esa cama —se?aló a la que tenía las sábanas arrugadas y la manta—. Me he despertado hace unos cinco minutos y he ido a hacer un pis. No he oído en mi vida el nombre de Teresa Agnes. Lo siento.

El breve instante de alivio que Thomas había sentido al oír el ruido de la cisterna se había roto. Intercambió una mirada con Newt, sin saber qué más preguntar.

Newt se encogió de hombros ligeramente y luego se volvió hacia Aris.

—?Quién te metió aquí ayer por la noche?

Aris levantó los brazos al aire, después los dejó caer y se dio una palmada en los costados.

—No tengo ni idea, tío. Un grupo de gente con pistolas que nos rescató dijo que a partir de ahora todo iría bien.

—?De qué os rescataron? —preguntó Thomas. Aquello estaba resultando muy raro. Muy, muy raro.

Aris bajó la mirada al suelo y dejó caer los hombros. Era como si una ola de terribles recuerdos le hubiera embargado. Entonces por fin suspiró, levantó la vista para mirar a Thomas y contestó: —Del Laberinto, tío. Del Laberinto.





Capítulo 5


Thomas se ablandó. Aquel chaval no estaba mintiendo, lo sabía. La mirada de terror que se había apoderado de Aris la conocía muy bien. Thomas también la había sentido y la había visto en muchas otras caras. Sabía exactamente qué tipo de terribles recuerdos hacía que alguien tuviera aquella expresión. También sabía que Aris no tenía ni idea de lo que le había pasado a Teresa.

—Quizá deberías sentarte —dijo Thomas—. Creo que tenemos mucho de que hablar.

—?A qué te refieres? —preguntó Aris—. ?Quiénes sois vosotros? ?De dónde habéis venido?

Thomas dejó escapar una risita.

—El Laberinto. Los laceradores. CRUEL. De todo.

Habían pasado tantas cosas que no sabía por dónde empezar. Por no mencionar que su preocupación por Teresa hacía que la cabeza le diera vueltas. Deseaba salir de la habitación para buscarla de inmediato, pero se quedó.

—Estás mintiendo —dijo Aris con una voz que se había convertido en un susurro y la cara aún más pálida.

—No —respondió Newt—, Tommy tiene razón. Tenemos que hablar. Por lo visto, venimos de sitios similares.