Ciudades de humo (Fuego #1)

Dudó un momento, mordiéndose el labio inferior. La madre seguía sin aparecer. Estaba sola. Las demás puertas estaban cerradas. Esa era la única entreabierta.

Antes de darse cuenta siquiera, se acercó sin hacer un solo ruido. Se detuvo junto a la abertura y contuvo la respiración, agudizando el oído.

—No es culpa tuya, 47, créeme. —Era la suave voz del padre Tristan.

Un momento... ?47? ?El androide al que habían sacado de la cafetería?

—A veces, ocurren errores en los programas —siguió el padre—. Eso hace que vuestro cerebro emule emociones humanas como la angustia, el miedo, los nervios..., y no estáis preparados para sentiros así. Tu reacción ha sido natural. Te has sentido sobrepasado. Lo entiendo.

—Lo... lo siento. —47 estaba llorando.

Alice no quería, pero a la vez necesitaba mirar. Estaba segura de que había algo que solo podría entender espiando a través de la rendija de la puerta. Pero era muy arriesgado. Si la descubrían...

No. No la iban a pillar. Solo tenía que asomarse un poco más.

—No te disculpes, 47. Ya hemos arreglado el error de tu sistema. Espero que entiendas el castigo.

—Lo en-entiendo, padre Tristan. —El chico seguía llorando.

—No podemos permitir que se produzcan altercados en la cafetería sin consecuencias, ?verdad?

—V-verdad, padre.

—?Qué crees que pasaría si no te hubiéramos castigado?

—Q-que... no los tomarían en serio, padre.

—Exacto, 47. Eres un androide muy inteligente. Cuando te creé, supe que serías el mejor de tu generación. Muchos no lo entenderían, pero tú sí.

Alice no lo soportó más. Se asomó lentamente, con las manos sudorosas y el corazón latiéndole tan fuerte que le dolía el pecho. Alcanzó a ver la ventana del despacho y a 47 sentado delante de la mesa del padre Tristan, tapándose la cara con una mano. Seguía llorando. Su creador lo miraba casi con ternura.

—No hace falta que nadie se entere de lo que ha pasado —replicó el hombre suavemente, y Alice vio que hacía un gesto al otro lado de la habitación.

Se apartó de golpe cuando un guardia emergió de la nada, transportando algo. Sintió el cuerpo entumecerse por los nervios. Cuando los pasos se detuvieron, volvió a asomarse.

—Esto es para que sepas que lo que hiciste estaba mal, pero también para que veas que, pese a todo, sigo considerándote un androide válido y excelente.

Alice frunció el ce?o cuando vio que le daban algo parecido a un guante de metal. No entendía nada. El guardia lo extendió hacia 47, que se frotó los ojos con el dorso de la mano derecha y lo alcanzó.

—Colócatela, 47 —lo apremió el padre Tristan como si hablara como un ni?o peque?o.

El joven seguía llorando cuando levantó el brazo izquierdo. Alice contuvo la respiración inconscientemente, llevándose una mano a la boca para no gritar. Se había quedado clavada en el sitio, paralizada.

47 no tenía mano.

No pudo verlo bien porque se había mareado, pero consiguió intuir que se colocaba el guante de metal. En cuanto lo tuvo puesto, Alice se dio cuenta de que era una imitación exacta de su mano. Era como si no hubiera pasado nada. Al menos, hasta que tuviera que usarla.

Se apartó de la puerta, pegándose a la pared con el corazón en un pu?o.

?Así eran los castigos?

—?Qué se dice cuando alguien te da un regalo, 47?

—G-gracias, padre Tristan.

—Eres un buen prototipo, 47. Esta noche la pasarás en el hospital y ma?ana volverás con tus compa...

Alice se apartó bruscamente cuando escuchó al guardia acercándose. Se detuvo de nuevo en el punto exacto en el que la madre la había dejado y cerró los ojos para recuperar la compostura. No podía dejar que la vieran alterada. Sabrían que había estado escuchando. Y no quería perder su mano. Solo pensarlo hacía que se le acelerara el pulso.

El guardia salió del despacho acompa?ando a 47. Alice levantó la mirada para encontrarse con la suya, aunque no pareció verla del todo. Estaba pálido, tembloroso y tenía mechones de pelo casta?os pegados a la frente por el sudor frío. Parecía tan perdido...

—43 —la voz del padre Tristan la tensó de pies a cabeza—, ?qué haces ahí?

él también había salido del despacho tras ellos, aunque se detuvo al ver a Alice.

—El padre John ha solicitado verme —replicó ella con el tono de voz más neutral que fue capaz de encontrar—. Una madre me ha indicado que espere aquí.

La sonrisa del padre Tristan pareció un poco más desconfiada esa vez.

—Y ?cuánto hace que esperas ahí?

Ella tragó saliva. No podía dudar. Levantó la cabeza y lo miró con falsa confusión.

—Padre Tristan, los androides no disponemos de recursos para saber la hora exacta.

Por un momento, pensó que se había pasado de lista. Pero él se limitó a negar con la cabeza.

—Eres muy locuaz —replicó, y casi parecía divertido. Macabramente divertido.

?Qué significaba locuaz?

—Pero no verás al padre John —a?adió suavemente—. Ven conmigo.

Ella abrió mucho los ojos. Desobedecer a un padre era impensable, pero el padre John quería verla. ?A cuál de los dos tenía que obedecer?

—Pero...

—No te preocupes por tu creador. Yo hablaré con él. Ahora, ven conmigo.

No le quedó más remedio que hacerlo, incluso con las pocas ganas que tenía.

Se sentó en el lugar que había ocupado 47 unos segundos antes. La silla seguía caliente. Eso hizo que se sintiera peor. Alice se retorció los dedos de nuevo hasta que le dolieron y tragó saliva, fingiendo tranquilidad.

—?Te importa que te haga algunas preguntas de calibración, 43?

Lo dijo como si le interesara su opinión, aunque realmente no era así.

—Por supuesto que no, padre Tristan.

—Bien. Preséntate.

Siempre, antes de una entrevista con un padre, tenían que decir todos sus datos.

—Número de serie: 43. Modelo: 4300067XG. Creación finalizada por el padre John Yadir el 17 de noviembre de 2045, a las 03:01 de la ma?ana. Recuerdos artificiales implantados por vía modular. Zona: androides. Función: androide de información. Especialidad: historia clásica humana.

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