Sin una palabra

—Eh, colega, ve con cuidado —dijo Vince, ya sin la navaja en la mano pero sí con una botella de cerveza, lo cual era casi igual de malo.

 

—Yo no soy tu colega —replicó Clayton mientras cogía a su hija del brazo y la arrastraba hasta su propio coche—. Por Dios, ?apestas! —le espetó.

 

A ella le hubiera gustado morirse en aquel preciso momento.

 

No le miró ni le dijo nada, ni siquiera cuando él empezó a soltarle el rollo de que últimamente no daba más que problemas, de que si no sentaba la cabeza iba a joderse la vida, de que no sabía qué era lo que él había hecho mal, que sólo había querido que creciera feliz y bla bla bla; y ?por Dios!, incluso cabreado seguía conduciendo como si estuviera pasando el examen de conducir, sin sobrepasar el límite de velocidad, poniendo siempre los intermitentes… El tío era increíble.

 

Cuando tomaron el camino de entrada de la casa, ella salió del coche antes de que estuviera aparcado; dejó la puerta abierta, se dirigió adentro a grandes zancadas, tratando de andar en línea recta, y se encontró a su madre, que parecía más preocupada que enfadada:

 

—?Cynthia! ?Dónde…?

 

Ella pasó a su lado como una apisonadora y subió a su habitación. Desde abajo su padre le gritó:

 

—Tú, ?baja ahora mismo! ?Tenemos que hablar!

 

—?Ojalá estuvieras muerto! —le chilló ella, y cerró dando un portazo.

 

Eso era todo lo que pudo recordar de camino a la escuela. El resto de la noche aún estaba un poco confusa.

 

Recordaba haberse sentado en la cama, mareada y demasiado cansada para sentirse avergonzada. Decidió echarse, imaginando que podría dormir la mona hasta la ma?ana siguiente, unas diez horas después.

 

Muchas cosas podían pasar antes de que llegara la ma?ana.

 

Durante un instante, mientras entraba y salía del sue?o, le pareció oír a alguien en su puerta. Como si hubiera una persona dudando al otro lado.

 

Más tarde le pareció volver a oírlo.

 

?Se levantó a ver quién era? ?Intentó siquiera levantarse de la cama? No podía recordarlo.

 

Y ahora casi estaba llegando a la escuela.

 

El caso es que sentía remordimientos. Se había saltado prácticamente todas las normas en una sola noche, empezando con la mentira de que iba a casa de Pam. Era su mejor amiga; se pasaba la vida en su casa y dormía allí prácticamente todos los fines de semana. A su madre le gustaba, tal vez incluso confiaba en ella, pensó Cynthia. Creía que metiendo a su amiga por medio conseguiría algo más de tiempo, que su madre no se daría tanta prisa en llamar a la madre de Pam. No le había servido de mucho.

 

Y si sus faltas hubieran terminado ahí… Se había saltado el toque de queda y se había ido a un aparcamiento con un chico. Un chico de diecisiete a?os. Un chico del que decían que había roto las ventanas de la escuela el a?o antes y que se había dado una vuelta con un coche robado a un vecino.

 

Sus padres no estaban mal… la mayor parte del tiempo. Sobre todo su madre. Su padre… mierda, ni siquiera él estaba del todo mal cuando se encontraba en casa.

 

Quizá sí que hubieran llevado a Todd a la escuela. Si aquel día tenía prácticas, y llegaba tarde, su madre debía de haberle acercado, y después habría decidido ir a hacer la compra. O a casa de Howard Johnson a tomarse un café; lo hacía de vez en cuando.

 

Así pues, la primera parte de la historia era un desastre. La segunda parte, las matemáticas, fue incluso peor. No podía concentrarse; aún le dolía la cabeza.

 

—?Cómo has resuelto estos problemas? —le preguntó el profesor.

 

Ella ni siquiera le miró.

 

Justo antes del almuerzo Cynthia vio a Pam, que le soltó:

 

—Por Dios, si vas a decirle a tu madre que estás en mi casa, ?podrías hacer el puto favor de avisarme? ?Así yo podría decirle algo a mi madre!

 

—Lo siento —se disculpó Cynthia—. ?Se enfadó mucho?

 

—Pues claro —respondió Pam.

 

Durante el almuerzo Cynthia se escapó del comedor, se dirigió a la cabina y llamó a su casa. Le diría a su madre que lo sentía. Que lo sentía mucho. Y luego le preguntaría si podía volver a casa porque se encontraba muy mal. Su madre la cuidaría; no podría estar enfadada con ella si se encontraba mal. Le prepararía una sopa.

 

Tras dejarlo sonar quince veces, Cynthia desistió; luego pensó que quizás había marcado mal. Volvió a intentarlo sin éxito. No tenía el número del trabajo de su padre; pasaba tanto tiempo de viaje que era poco probable encontrarle allí.

 

Estaba charlando con unos amigos frente a la puerta de la escuela cuando apareció Vince Fleming con su Mustang.

 

—Siento toda la mierda de anoche —dijo—. Por cierto, tu padre es la bomba.

 

—Sí, bueno… —replicó Cynthia.

 

—?Qué pasó cuando te fuiste a casa? —preguntó Vince.

 

Por la manera en que lo preguntó, parecía que supiera algo. Cynthia se encogió de hombros y sacudió la cabeza; no quería hablar de ello.

 

—?Dónde está tu hermano? —le preguntó Vince.

 

—?Qué? —contestó Cynthia.