Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

Sí, fui un chiste total.

—Me temo, Adrik —dijo la profesora tras callar a los alumnos—, que esta es una mayor razón para que trabajen juntos y debatan sus puntos de vista, lo cual es el objetivo de la clase.

Y no nos separaron, pero durante el resto de la hora no volvimos a cruzar palabra.

Apenas sonó la campana de final de ma?ana, Adrik no esperó ni dos segundos para coger su mochila y desaparecer. Me alivió no tenerlo cerca, pero en el fondo me quedó una molesta e irritante sensación de haber sido derrotada por él. Normalmente, yo sabía defenderme en cualquier debate, pero tuve que admitir que me había dejado como una estúpida en menos de cinco minutos de una forma sorprendente, casi... admirable.

No, admirable no.

Debía tener mucho cuidado con él. Podía ser el Cash más peligroso, aunque supuse que era difícil que ganara a Aegan. ?O la crueldad era menos nociva que la inteligencia?

Fui al comedor para el almuerzo, en donde Artie había prometido que me esperaría. Hasta ese momento había asociado los comedores a sitios ruidosos, abarrotados, con olor a comida y suelos llenos de manchas. En Tagus, por supuesto, no era así. El comedor era sofisticado y limpio, y la gente —que no era mucha— hablaba con un tono moderado. La comida no era la preferida de todos los paladares exigentes de los estudiantes acostumbrados a los restaurantes del campus, pero había quien solo tenía tiempo de ir allí.

Dejé mi bandeja con pollo y puré de patata de mala gana sobre la mesa. Artie alzó la vista desde su cuaderno. Comía y estudiaba al mismo tiempo con su portátil delante. Llevaba unas grandes gafas de pasta que no sabía que usaba y un cintillo delgado en el cabello corto. Otra vez detecté en ella ese gesto de morderse el labio inferior como si fuera una chica de Crepúsculo.

Analizándola, lo asocié a inseguridad. Inquietud. Artie era inquieta, pero no del tipo hiperactivo, sino del tipo nervioso. La pregunta era: ?por qué?

—?Qué pasa? —me preguntó al notar que yo no estaba muy contenta.

Suspiré.

—Pensé que Literatura sería...

—?Qué? —me interrumpió de golpe, repentinamente atónita—. ?Estás en Literatura?

—Sí —asentí, extra?ada por su reacción—. ?Por qué lo dices así?

—Es la clase de Adrik —contestó al instante—. Su terreno. Su dominio.

La nota de pánico que detecté en su voz me dejó más extra?ada, pero eso tenía sentido. Hasta la profesora dio la impresión de adorarlo.

Necesité información.

—Dime cuáles son las clases que los Cash dominan, por favor —le pedí, y para explicar mi petición a?adí—: Así tendré cuidado de no elegirlas.

Artie no me oyó. De hecho, entró en una especie de momento de emergencia que me sorprendió.

—Antes que nada, tienes que dejar ya mismo Literatura —dictaminó, y soltó su tenedor para buscar algo en el portátil con rapidez—. Sé que hay un formulario para hacer cambios de asignatura por aquí...

—No —intenté detenerla—. No voy a cambiarme. Puedo evitar las demás asignaturas, pero ya estoy en esta, e irme sería como gritar: ?soy cobarde!

Ella me miró como si no me comprendiera.

—En el punto en que estás, ?te importa lo que puedan pensar los demás si dejas la clase? —replicó con desconcierto—. Ya te buscaste problemas con Aegan. ?Ahora vas a buscártelos con Adrik? Lo mejor es que te alejes de él antes de que las cosas empeoren.

Fruncí las cejas, repentinamente enojada.

—?Solo por estar en una clase con él estoy buscándome problemas?

—Me refiero a que es obvio que hay un choque entre tú y ellos, y te lo digo solo porque...

—Les tienes miedo —completé por ella con obviedad—. ?O creíste que no me había dado cuenta?

Artie suspiró, miró hacia los lados para comprobar que nadie estuviera oyéndonos y luego se inclinó hacia delante para reducir el rango de alcance de su voz. El pánico pasó a su mirada.

—Jude, sé que te hizo sentir bien retar a Aegan —me susurró con un tono de que hablaba muy en serio—. Te confieso que hasta yo disfruté al ver su cara de sorpresa cuando ganaste, pero para mantener rivalidad con alguien como él, como mínimo debes tener su mismo nivel social, porque, si no, te destruirá en un segundo.

Estaba segura de que era una advertencia muy importante, pero no me asustó.

—Temerle a una persona con poder solo la hace más poderosa —fue lo que le dije.

Ella apretó los labios y se reacomodó en la silla. Miró de nuevo la pantalla del portátil. Hubo algo misterioso en su silencio hasta que por fin murmuró:

—Tú no sabes de lo que son capaces de hacer aquí. De lo que Aegan es capaz.

—?Y tú sí lo sabes? —pregunté de vuelta al instante—. Si es así, dímelo.

No dijo nada, y su silencio fue una respuesta que me dejó mirándola con extra?eza. Quizá ella también veía a los Cash como figuras a las que había que evitar molestar porque tenía muy arraigado el estilo de vida de la élite de Tagus, donde solo por tener un apellido famoso la gente se ganaba el respeto de todos, pero no el mío. Yo sabía que los tipos como Aegan estaban llenos de una sola cosa: defectos que se esmeraban en ocultar.

Aunque no por eso debía discutir con Artie. O sea, tenía un carácter tipo Shrek, y si me buscaban, la discusión la seguía hasta el final, pero ?discutir por esos tontos? No. No era así como quería llevar las cosas.

Antes de poder decirle algo para reparar la peque?a discusión, nuestra mesa fue asaltada por Dash y Kiana. Ella se deslizó en el asiento de enfrente, junto a Artie, con el rostro ardiendo por la emoción de un buen chisme. Dash se deslizó a mi lado, con una sonrisa amplia y fascinada. Se descolgó la mochila de una marca cara y comenzó a sacar un montón de billetes para dejarlos frente a mí.

—No tiene ciencia que juegues si dejas el premio —me dijo, y por último depositó un reloj sobre el pu?ado de dinero—. Lo salvé todo anoche antes de que le cayeran encima.

Alterné la mirada entre él y los billetes.

—?Qué es esto?

—Lo que ganaste en el póquer —respondió Kiana con mucha obviedad—. ?O solo te acuerdas de que le metiste un pepino por el culo a Aegan?

La verdad era que había olvidado por completo esa parte del dinero de la apuesta.

—Pues eso me pareció más que suficiente recompensa —admití.

—Bueno, pero ganaste la satisfacción y además dos mil dólares —se?aló Dash, acercándome más los billetes.

El agua que estaba tomando en ese momento se me salió por la nariz. Tuve que cubrirme la boca para no hacer un desastre. Sí, también había olvidado la cantidad de la apuesta.

—?Dos mil? —solté, estupefacta.

—Ni que fuera tanto —resopló Dash con un ademán de indiferencia.

?Le parecía poco? No salía de mi asombro.

—Dios, Jude, dejaste a Aegan con cara de imbécil derrotado —dijo Kiana con una enorme sonrisa de alegría—. ?Fue icónico! ?épico! ?Inesperado!

—Ahora nadie para de hablar de eso —asintió Dash en un tono más bajo.

—Pero no es todo —continuó Kiana—. Nadie ha visto a Aegan desde anoche.

—Creo que lo avergonzaste tanto que no quiere dar la cara o no sabe qué cara dar —agregó Dash entre risitas.

—O puede estar muy ocupado planeando cómo aplastarla —intervino Artie, concentrada en su portátil, pero con la oreja atenta.

De nuevo habló con demasiada seguridad sobre la crueldad de Aegan. No dudaba de que fuera cierto lo que decía, y ahora no dudaba de otra cosa: ella sabía algo. Artie sabía más de lo que demostraba. Bueno, eso era obvio, pero sabía algo que tal vez Kiana y Dash no.

—Como sea, acabas de cambiar las reglas del juego en todos los niveles —suspiró Kiana, sin caber en su felicidad.

Resoplé y miré mi puré mientras lo picaba con la punta del tenedor. Ya había perdido el apetito.

—No hay juego. —Negué con la cabeza.

—Todo con los Cash es un juego —me advirtió esa vez Dash, muy seguro—. Y al final solo hay un ganador.

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