Puro (Pure #1)

La mujer se empeque?ece como el perro que vivía al lado de las chabolas, al que Pressia solía dar de comer, el que mataron de un tiro los de la ORS.

—Tenemos lo que quieres —interviene Perdiz—. Mantengamos la calma.

—?Qué es lo que pretendes? —le pregunta Ingership a Perdiz—. Eso es lo que no entiendo. Aquí fuera no hay futuro, y ya sabes que puedes volver si quieres. Tendrías que resarcirte de algún modo, pero tu padre te devolvería al redil. Eso sí, todos estos le servirían de poco. —Se?ala al resto de chicos con desprecio—. Tú, en cambio, podrías tener una vida.

—No quiero vivir en ningún redil. Prefiero morir luchando.

Pressia lo cree, y siente ahora que lo ha infravalorado, que tal vez ha confundido su falta de experiencia en este mundo con debilidad.

—?Pues ten por seguro que tus deseos se cumplirán! —le dice Ingership tan alegre.

—?Que la desarmes, Ingership! —le grita Il Capitano.

—Y tú, con ese retrasado a la espalda, ?qué crees que será de ti? Nunca ganarás. Nada de lo que crees existe de verdad. ?Ni siquiera tus soldados son tus soldados! Es el mundo de la Cúpula dondequiera que mires, hasta donde te alcanza la vista.

Il Capitano mira de reojo a los dos soldados.

—No pierdas el sue?o por mí, Ingership. No te preocupes, estaré bien.

—Bien —dice Helmud.

—Mi mujer no ha parado de dar guerra desde que nos visitaste, Pressia. Se le han subido los humos. Un hombre sin compasión la habría dejado en medio del bosque para que se valiese por sí misma, pero yo he sido más bondadoso y me he limitado a administrarle un correctivo. Y mírenla ahora… más suave que un guante. Si le dijera ahora mismo que pulsase el interruptor, lo haría. A pesar de ser de naturaleza delicada, es muy obediente.

Mira a su mujer con condescendencia.

Claramente es todo un montaje, aunque Pressia no está segura de si es de cara a la Cúpula o si es algo más personal, una representación pública para una audiencia limitada.

Ingership se acerca a Pressia, quien agarra con más fuerza el frasco a la altura de su cabeza.

—?Y si te dijera que están de camino? Las Fuerzas Especiales… y refuerzos, no solo media docena, sino un pelotón entero.

—Miente —dice Lyda—. Si Willux hubiese querido traerlos, ya estarían aquí.

Pressia no sabe si eso es cierto o no, pero admira la determinación de la otra chica.

—?Me hablas a mí? —pregunta Ingership, que acto seguido va hacia Lyda y le pega una bofetada con el dorso de la mano. La chica se revuelve y se apoya en la pared para no perder el equilibrio. Pressia siente que se le enciende una mecha de rabia en la barriga.

Perdiz se abalanza sobre Ingership y lo zarandea por las solapas del uniforme.

—?Quién te crees que eres? —Lo agarra con tanta fuerza que a Ingership apenas le llega el oxígeno.

Con todo, el hombre se queda mirando fríamente al muchacho.

—Te equivocas de bando —gru?e. Y, sin mirar a su mujer, a?ade—: Pulsa el botón.

—?Nooo! —grita Bradwell.

Los dedos de la mujer rozan temblorosos el interruptor…, como lo haría alguien de naturaleza delicada.

—Todavía es joven —le dice Bradwell en voz baja—, acaba de perder a su madre, imagínate: una ni?a sin madre. —Pressia comprende lo que pretende. A la mujer de Ingership no le permiten tener hijos, pero en otros tiempos esperaron un bebé, ?no es cierto? ?Por qué si no empapelar una habitación como un cuarto de ni?os? Está jugando con ese recuerdo, con esa ternura—. Apiádate de ella. Tú puedes salvarla.

Ingership logra gritar una última vez:

—?Pulsa el botón!

Mira a su marido y luego hace lo que le han ordenado: pulsa el botón. Pressia coge aire y Bradwell se abalanza sobre la mujer de Ingership y tira la caja al suelo, donde se hace a?icos. Todos los presentes se quedan paralizados. No se produce ninguna explosión.

Pressia oye por dentro de sus oídos un tenue ?tic? —solo uno en cada oído— y después, de repente, ya no los tiene taponados. Las lentes que tiene en los ojos se le nublan por un momento y se queda ciega. Pero no dura mucho, antes de poder siquiera gritar le vuelve la visión, y despejada, sin neblina.

Perdiz suelta a Ingership con un fuerte empujón contra la pared.

—?Qué ha pasado? —pregunta Perdiz.

—Estoy viva. Y veo y oigo mucho mejor. De hecho suena todo muy alto… hasta mi propia voz. —Pressia deja caer la mano con el frasco de las pastillas.

La mujer de Ingership se pone en pie y dice:

—Nunca activé la tictac. Cambié el cableado para que si alguien pulsaba el interruptor lo único que hiciese fuese desactivarlo todo. Te dije que te pondría al abrigo del peligro, te lo prometí.

—A continuación se dirige solo a Pressia—: Tienes que llevarme con vosotros.

—?Nos matarán por esto! —le grita Ingership a su mujer, echado como está contra la pared, sin aliento—. ?Lo sabías? ?Nos matarán!

—Por ahora creen que ha muerto —dice la mujer de Ingership—. Tenemos tiempo para escapar.

Ingership la mira completamente conmocionado.

—?Lo tenías planeado?

—Sí.

—Incluso vacilaste antes de pulsar el botón mientras me atacaban para que no sospecharan de que no ibas a matarla.

—Soy de naturaleza delicada.

—?Me has desobedecido! ?Me has traicionado! —aúlla Ingership.

—No —replica la mujer con una voz distante y etérea—. Nos he salvado para poder tener tiempo de escapar.

—?De escapar a qué mundo? ?Para convertirnos en miserables?

La mujer parece mareada y tiene que cogerse de las cortinas que hay por encima de la mesa para no caerse. La cara se le contrae bajo la media y lanza un grito.

Pressia mira a Lyda, que tiene una marca roja y un corte en el pómulo que le ha hecho el anillo de Ingership.

—Me ha salvado —dice Pressia.

Ingership se abalanza entonces hacia la mesa y saca una pistola de un mueble bajo. Cuando se vuelve, la apunta hacia Perdiz.

—Podría matarte ahora mismo, sin ojos ni oídos tu padre jamás se enteraría —le dice al chico, y después les grita a sus soldados—: ?Apresadlos!

Pero los reclutas no se mueven; primero miran a Il Capitano y luego a Ingership.

—En realidad no te respetan, Ingership —le dice Il Capitano—, ni siquiera con una pistola. ?No es verdad?

Los soldados siguen paralizados.

—Os mataría uno por uno —los amenaza Ingership, que apunta entonces el arma a la cara de Bradwell—. ?Te crees que él no sabe quién eres?

—?De qué hablas? —replica Bradwell.

—Willux lo sabe todo sobre ti y de quién vienes.

Bradwell entorna los ojos.

—?De mis padres? ?Qué sabe de mis padres?

—?Te crees que va a dejar que un hijo de ellos le plante cara?

—?Qué sabe sobre ellos? —Bradwell da un paso hacia Ingership, con el ca?ón ya en el pecho del chico—. Dímelo.

—No le importaría a?adirte a su colección de reliquias. Yo te preferiría muerto, la verdad.

—?Su colección? —se extra?a Perdiz.