Tres meses (Meses a tu lado #3)

—Eres bueno —parpadeó, mirándome.

Mierda, que no siguiera haciendo eso de parpadear y sonreír así. Creo que ni siquiera era consciente de que lo hacía, pero me estaban entrando ganas de terminar esa conversación y seguir en mi dormitorio.

—Y cuando lo hizo —volví al tema—, el instituto entero estuvo una semana hablando de vuestra relación.

—Casi —se rio suavemente—. Dos semanas.

—He estado cerca.

Me sostuvo una mirada que esperé que entendiera. Por un momento, me dio la sensación de que me la devolvía.

Pero, después, me di cuenta de que no había estado flirteando conmigo. Al menos, no conscientemente. Porque puso una mueca, sacándome de mi enso?ación.

—?Tu instituto también era así o qué?

Ahora mismo, mi instituto me importa una mierda, créeme.

—No. Pero he visto demasiadas películas con el mismo argumento.

—A veces, los clichés están bien —se encogió de hombros.

—No he dicho que lo estuvieran. Tu vida parece una novela de Nicholas Sparks.

—?Quién es ese?

Me detuve un momento para mirarla. ?No había dicho que estaba en filología? Parecía no tener ni genuina idea.

—?Estás estudiando literatura y no sabes quién es? —pregunté, confuso.

—Es que no me gusta leer.

—?Estás estudiando literatura y no te gusta leer? —reí.

—Es que no sabía qué estudiar, ?vale? —sus mejillas se ti?eron de rosa.

—?Y no te has leído ninguno de sus libros? ?Ni siquiera has visto alguna película suya?

No me lo podía creer.

—?Cuáles son?

Empecé a enumerar, pero ella no conocía ninguna. Le conté que a mi madre le encantaban. Y era cierto. Podía visualizar su estantería con libros y películas suyos.

—No me gusta el cine, tampoco.

Oh, no.

Intenté tomármelo con humor, aunque lo cierto era que la decepción había sido bastante notable.

—?Y qué haces para vivir? ?Mirar las paredes? ?Escuchar música?

—La música no está mal, pero soy muy selectiva, así que no escucho demasiada.

—?Y se puede saber qué te gusta?

—Pues... me gustaba bailar ballet. Hasta que a mi madre ba?ó el café a mi profesora.

Intenté no reírme porque estaba demasiado intrigado. ?De qué galaxia había salido esa chica?

—?Y ahora?

—Mhm... me gustan los realities de la tele. Especialmente si se pelean mucho.

Bueno, la perfección no existe.

—Vale, volvamos al tema de las películas —me centré—. ?No has visto ninguna película?

Era imposible.

—Claro que sí.

Menos mal.

—Buscando a Nemo.

Lo retiro.

—La cumbre del cine de cultura —murmuré.

—Es que me aburren las películas.

No seas cabrón. No respondas mal.

—Será porque no las ves bien.

—?Se pueden ver mal? —preguntó, perpleja.

—Pues claro que sí —me incliné, intrigado—. A ver, ?no has visto nada de Disney?

—Sí.

Menos mal.

—?Cuál?

—Buscando a Nemo.

Lo vuelvo a retirar.

—Ni siquiera estoy seguro de que eso sea de Disney.

—Entonces, no. ?Qué tiene de malo?

??A parte de todo?!

—Es que no entiendo cómo has podido pasar por la vida sin ver películas como... yo que sé... ?El rey león?

Juro que se me hundió un poco el pecho cuando negó con la cabeza.

—No me suena.

Otra vez a enumerar películas sin que le sonara ninguna.

—Y yo que creía que tenía una vida desgraciada...

—Soy muy feliz así —sonrió.

—De eso nada. Tienes que ver El rey león.

Pareció sorprendida cuando me puse de pie.

Conseguí que bajara conmigo e ignoré como pude a los tortolitos que se metían mano en el sofá. De pronto, tenía mucha prisa por llegar a la habitación con Jenna. Lancé mi libreta a un lado y me dejé caer en la cama escuchando que cerraba la puerta.

—Prepárate para que cambie tu vida —murmuré.

Sin embargo, me detuve en seco cuando me di cuenta de que estábamos los dos solos en mi habitación.

Nunca había estado en mi habitación con una chica sin terminar como quería terminar con ella.

Mierda. Tragué saliva cuando se acarició distraídamente el cuello, dejándome una vista perfecta de sus piernas al darse la vuelta Sus botas no me dejaban verle los tobillos.

—Pues quitarte las botas —me escuché decir.

Ella me miró un momento y lo hizo, agachándose delante de mí. Mierda. Tenía que centrarme. No podía empezar a pedirle que se quitara lo demás. Aunque fuera lo que quería.

Las dejó a un lado y volví a recorrerla al pasearse por la habitación.

Me daba igual Naya. Y Will. No iba a poder evitar intentarlo. Ya lo veía claro. Me tenía demasiado obsesionado. Y acababa de conocerla.

—?Cuál es esta? —preguntó de repente.

Parpadeé y vi el poster que se?alaba.

—?Esa? Kill Bill —casi me reí. Era la primera persona del mundo que no la conocía, seguro—. De Tarantino. Un clásico.

—Tampoco la he visto.

—Me lo imaginaba.

—?Y si la vemos?

Esta vez, no pude evitarlo y, ante su mirada inocente, me empecé a reír.

—Te recomiendo empezar tu inmersión cinéfila con Disney. No creo que estés psicológicamente preparada para Tarantino.

Ella me sonrió sin comprender y tuve que contenerme para no pedirle que se acercara.

—?Te gusta el baloncesto?

Parpadeé. ?Qué?

La miré y vi que me sonreía mientras sostenía uno de mis trofeos. Mi espalda me recordó con un peque?o pinchazo que nunca volvería a ganar algo así y tuve que esforzarme por no amargar mi buen humor. No sé ni por qué seguía teniendo esos trofeos ahí. Debería devolverlos a casa de mis padres.

—Me gustaba —murmuré—. Ahora me aburre.

Jenna pareció algo decepcionada cuando miró la colección y lo devolvió a su lugar.

—Parece que eras bueno.

Si te ense?ara todo en lo que soy bueno...

—Sigo siéndolo —dije con el tono más neutral que pude reunir—. Ven. Ya tengo la película.

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