La lista de los nombres olvidados

—Yo no he hecho nada —dice Annie rápidamente—, pero hay, o sea, agua por todas partes, como muchos centímetros, ?no? Parece una superinundación.

 

Se me cae el alma a los pies. Debe de haber reventado alguna ca?ería. No quiero ni pensar en lo que costará arreglarla ni lo mucho que se habrán estropeado mis viejos suelos de madera.

 

—De acuerdo —digo con tono sereno—, gracias por avisarme, cielo. Enseguida voy.

 

—Pero ?cómo hago para cortar el agua? —pregunta—. Es que sigue saliendo, ?no?, y se va a inundar toda la casa.

 

Me doy cuenta de que no tengo la menor idea de cómo se corta el agua de la cocina.

 

—Deja que me lo piense, ?vale? Ahora te llamo. Ya voy.

 

—Es igual —dice Annie y me cuelga.

 

Le cuento a Matt lo que ha ocurrido y él suspira y llama al camarero para pedirle que nos pongan la comida en una caja para llevar.

 

—Lo lamento —le digo, mientras salimos corriendo hacia el coche cinco minutos después—. últimamente mi vida consiste en un desastre tras otro.

 

Matt se limita a mover la cabeza.

 

—Esas cosas pasan —dice, tenso, y no vuelve a hablar hasta que estamos en el coche, yendo hacia mi casa—: No puedes aplazar esta cuestión del negocio, Hope, porque, si lo haces, vas a perder todo lo que tu familia ha logrado con tanto esfuerzo.

 

No respondo, en parte porque sé que tiene razón y, también, porque no me puedo ocupar de eso justo ahora. Le pregunto, en cambio, si sabe cómo interrumpir el suministro de agua a la cocina, pero me dice que no, de modo que recorremos en silencio el resto del trayecto hasta mi casa.

 

—?De quién es ese todoterreno? —pregunta Matt, mientras detiene el coche delante de mi casa—. No me deja sitio para aparcar en la entrada.

 

—De Gavin —digo en voz baja.

 

Su conocido Wrangler azul grisáceo está aparcado junto a mi viejo Corolla. Se me cae la cara de vergüenza.

 

—?Gavin Keyes? —pregunta Matt—. ?El manitas? ?Y qué hace aquí?

 

—Supongo que Annie lo habrá llamado —digo, apretando los dientes.

 

Mi hija no sabe que todavía no he acabado de pagarle a Gavin por todo el trabajo que hizo en casa durante el verano. Ni remotamente. Ella no sabe que una tarde de julio estaba con él en el porche y, después de recibir un extracto de la cuenta bancaria, me había echado a llorar —?qué embarazoso!— y que, un mes después, cuando acabó de hacer los arreglos en casa, insistió en que le pagara, por el momento, con pasteles y café de la panadería. Annie no sabe que es la única persona del pueblo, aparte de Matt, que está al corriente del desastre que es mi vida ni que, precisamente por ese motivo, es la última persona del mundo a la que me apetece ver justo ahora.

 

Entro con Matt a la zaga, llevando mi comida de Fratanelli. En la cocina encuentro a Annie con una pila de toallas y a Gavin agachado, con la cabeza debajo del fregadero. Parpadeo cuando me doy cuenta de que mis ojos han ido a parar derechos al muslo de sus pantalones, para comprobar si sigue estando allí el agujero que descubrí esta ma?ana. Evidentemente, así es.

 

—Gavin —digo.

 

Se sobresalta, se aparta del fregadero y se pone de pie. Sus ojos se mueven rápidamente entre Matt y yo y se rasca la cabeza, mientras Matt pasa a su lado para guardar mi comida en la nevera.

 

—Hola —dice Gavin. Echa otra ojeada a Matt y después me vuelve a mirar a mí—. He venido enseguida, en cuanto Annie me llamó. Te he cortado el agua por ahora. Me da la impresión de que la ca?ería que ha reventado está en la pared de detrás del lavavajillas. Vendré a arreglártela pasado ma?ana, si no te importa esperar.

 

—No tienes que hacerlo —le digo con suavidad.

 

Lo miro a los ojos, con la esperanza de que entienda lo que trato de transmitirle: que aún no puedo pagarle.

 

Sin embargo, él se limita a sonreír y continúa, como si no me hubiese oído.

 

—Ma?ana voy a tope, pero pasado ma?ana puedo venir en cualquier momento —dice—. Solo tengo un trabajillo en la casa de Foley por la ma?ana. Además, no creo que tarde mucho en solucionar esto. Solo hay que reparar la ca?ería y todo quedará como antes. —Vuelve a mirar a Matt y otra vez a mí—. Oye, en el todoterreno tengo una aspiradora industrial. Voy a buscarla y os ayudo a extraer el agua. Cuando los suelos estén secos, podremos ver si se ha estropeado algo.

 

Echo un vistazo a Annie, que sigue allí de pie con un montón de toallas en la mano.

 

—Podemos limpiarlo todo nosotros mismos —le digo a Gavin—. No hace falta que te quedes, ?vale? —a?ado, mirando a Annie y después a Matt.

 

—Supongo —dice Annie, encogiéndose de hombros.

 

Matt mira hacia otro lado.

 

—En realidad, Hope, ma?ana me tengo que levantar temprano, así que me voy a tener que marchar.

 

Gavin resopla y sale sin decir nada más. No le hago caso.

 

—Ah —le digo a Matt—, desde luego y gracias por la cena.

 

Cuando acompa?o a Matt hasta la puerta, me cruzo con Gavin, que vuelve a entrar con la aspiradora industrial.

 

—Te he dicho que no hacía falta que lo hicieras —farfullo.

 

Kristin Harmel's books