Entrelazados

—Yo te protegeré —le había dicho—. Te protegeré siempre.

?De qué? Eso era lo que se preguntaba Aden desde entonces. No de los cadáveres, obviamente. Respiró profundamente e hizo un gesto de repugnancia. Olía muy mal. Tenía la sensación de que se le había pegado a la nariz el hedor de la carne podrida. Cuando volviera a casa tendría que frotarse bien de los pies a la cabeza. Soltó la daga y se limpió las manos en los vaqueros, dejando manchas pegajosas y venenosas.

—Vaya vida, ?eh?

?Bueno, no es culpa nuestra estrictamente hablando?, le dijo Julian. ?Fuiste tú el que nos absorbió en tu cabeza?.

Aden apretó los dientes. Le parecía que había oído aquel recordatorio mil veces al día.

—Ya te lo he dicho. Yo no te absorbí.

?Tú hiciste algo, porque nosotros no conseguimos cuerpos. Nooo. Nos quedamos atrapados en el tuyo. ?Y sin mando de control!?.

—Para tu información, yo nací contigo ya en mi mente —dijo él. Por lo menos, eso era lo que pensaba. Ellos siempre habían estado con él—. Yo no pude evitar lo que pasó, fuera lo que fuera. Ni siquiera tú lo sabes.

Por una vez, le hubiera gustado disfrutar de una paz completa, sin voces, sin muertos que quisieran comérselo, y sin ninguna de las cosas antinaturales con las que tenía que enfrentarse diariamente.

Cosas como que Julian despertara a los muertos y Elijah predijera la muerte de los demás. Cosas como que Eve se lo llevara al pasado, a una versión más joven de sí mismo. Un movimiento equivocado, una palabra errónea, y cambiaría su futuro. Y no siempre a mejor. Cosas como que Caleb le obligara a poseer el cuerpo de otro con tan sólo un roce.

Sólo una de aquellas habilidades lo habría diferenciado de los demás, pero las cuatro juntas lo enviaban a la estratosfera de la diferencia. Y eso era algo que lo demás, sobre todos los chicos del rancho, no le permitían olvidar.

No obstante, pese al hecho de no llevarse bien con ellos, no estaba dispuesto a que lo echaran tan pronto.

Dan Reeves, el director del Rancho D y M, no era mal tipo. Era un antiguo jugador de fútbol americano que había tenido que dejar de jugar por una lesión en la espalda, pero no se había alejado de su estilo de vida con normas, disciplinado. A Aden le caía bien Dan, aunque Dan no entendiera lo que era tener voces en la cabeza pidiéndole una atención que él no podía dar. Aunque Dan pensara que Aden necesitaba pasar más tiempo leyendo, relacionándose con los demás o pensando en el futuro, en vez de ?saliendo por ahí a deambular?. Si él supiera…

?Eh, ?Aden??, dijo Julian, llevándolo de vuelta al presente.

—?Qué? —le espetó.

Su buen humor debía de haber muerto con el cadáver. Estaba cansado, dolorido, y sabía que las cosas iban a empeorar.

Otro día más en la vida de Aden Stone, pensó con una carcajada de amargura.

?Lamento ser yo el que te lo diga, pero hay más?.

—?Qué?

Mientras lo preguntaba, oyó la vibración de otra tumba. Y de otra.

Los demás se estaban despertando.

Abrió los ojos y contuvo la respiración.

?Aden, cari?o?, dijo Eve. ??Sigues con nosotros??.

—Sí. Odio esto. Estoy de malhumor, y voy a darle una patada a alguien en el…

?Vigila tu lenguaje, Aden?, le dijo Eve.

él suspiró.

—Le voy a patear el trasero a alguien y los voy a derribar —terminó.

?Te ayudaría si pudiera, pero estoy aquí atrapado?, dijo Julian con solemnidad.

—Lo sé.

Su estómago protestó, y las heridas que tenía en el cuello le ardían de la tensión cuando se incorporó. El dolor no redujo su velocidad, sino que le enfureció, y la ira le dio fuerza. Vio cuatro pares de manos saliendo de la tierra, entre la hierba y los ramos de flores que les habían dejado sus familiares.

Echó mano de una de las dagas. La otra todavía estaba atascada en el cuello del primer cadáver, y tuvo que sacarla. Tal vez hubiera vacilado a la hora de luchar al principio, pero en aquella ocasión estaba lo suficientemente enfadado como para correr.

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