Las pruebas (The Maze Runner #2)

Las pruebas (The Maze Runner #2)

James Dashner



Para Wesley, Bryson, Kayla y Dallin.

Los mejores ni?os del mundo.





Capítulo 1


Le habló antes de que el mundo se desmoronara:

Eh, ?aún estás despierto?

Thomas cambió de postura en la cama y sintió una oscuridad a su alrededor, como si el aire se volviera sólido y le apretara. Al principio le entró el pánico; los ojos se le abrieron de golpe cuando se imaginó de vuelta en la Caja, aquel horrible cubo de frío metal que le había llevado hasta el Claro y el Laberinto. Pero había una luz tenue y unas oscuras sombras fueron apareciendo poco a poco en la enorme habitación. Literas. Cómodas. Las suaves respiraciones y los gorjeantes ronquidos de los chicos que dormían profundamente.

Una sensación de alivio le inundó. Ahora estaba a salvo en su dormitorio. Ya no había preocupaciones. Ya no había laceradores. Ya no había muerte.

?Tom?

Sonó una voz en su cabeza, la de una chica. No era audible ni visible. Pero, aun así, la oía, aunque nunca podría haberle explicado a nadie cómo funcionaba. Exhaló después de inspirar profundamente y se relajó sobre la almohada; sus nervios de punta se calmaron tras aquel momento de terror. Respondió, formando las palabras con sus pensamientos:

?Teresa? ?Qué hora es?

No tengo ni idea —contestó—, pero no puedo dormir. Probablemente me haya echado una cabezada de una hora. Tal vez más. Esperaba que estuvieras despierto para hacerme compa?ía.

Thomas intentó no sonreír. Aunque no pudiera verle, seguiría siendo embarazoso.

No me has dejado muchas más opciones, ?no? Es un poco difícil dormir cuando alguien te está hablando directamente dentro de tu cráneo.

Llorica. Vuelve a dormir, entonces.

No, estoy bien —se quedó mirando a los pies de la litera que había encima de él, sin ninguna característica especial y algo borrosa en la sombra, donde Minho respiraba como si tuviera la garganta llena de flemas—. ?En qué has estado pensando?

?Tú qué crees? —por alguna razón, proyectó un toque de cinismo en sus palabras—. Sigo viendo a los laceradores. Su repugnante piel y sus cuerpos grasientos con todos aquellos pinchos y brazos de metal. Estaban demasiado cerca para sentirme cómoda, Tom. ?Cómo vamos a quitarnos algo así de la cabeza?

Thomas sabía lo que pensaba. Aquellas imágenes no se les borrarían nunca. A los clarianos les perseguirían el resto de sus vidas las cosas horribles que habían sucedido en el Laberinto. Se figuró que la mayoría, si no todos, tendría problemas psicológicos importantes. Quizás hasta se volvían tarados.

Y sobre todo, tenía una imagen grabada a fuego en su memoria como si se la hubieran marcado al rojo vivo. Su amigo Chuck, apu?alado en el pecho, sangrando y muriéndose mientras Thomas lo sostenía.

Sabía que nunca lo olvidaría, pero lo que le dijo a Teresa fue:

Se te pasará. Tan sólo necesitas un poco de tiempo, eso es todo.

Eso es una tontería —replicó ella.

Lo sé —?qué ridículo era que le encantara oírle decir algo así, que su sarcasmo significara que las cosas se arreglarían! ?Eres idiota?, se dijo a sí mismo, y luego esperó que ella no hubiera oído ese pensamiento.

Odio que me hayan separado de vosotros —dijo Teresa.

Aunque Thomas entendía por qué lo habían hecho. Era la única chica y el resto de los clarianos eran adolescentes, una panda de pingajos en los que todavía no confiaba.

Supongo que ha sido para protegerte.

Sí, supongo —al oír aquellas palabras, la melancolía, pegada a ellas como sirope, se filtró en su cerebro—. Pero es un rollo estar sola después de todo por lo que hemos pasado.

Por cierto, ?adónde te han llevado?

Teresa sonaba tan triste que casi le entraban ganas de levantarse e ir a buscarla, pero fue más sensato.

Justo al otro lado de esa gran sala común donde comimos anoche. Es una habitación peque?a con unas cuantas literas. Estoy segurísima de que cerraron la puerta con llave cuando se marcharon.

?Ves? Te he dicho que querían protegerte —después, a?adió enseguida—: No es que te haga falta precisamente. Apostaría mi dinero por ti contra al menos la mitad de estos pingajos.

?Sólo la mitad?

Vale, contra tres cuartos. Incluido yo.

A continuación hubo un largo silencio, aunque de alguna manera Thomas seguía percibiendo su presencia. La sentía. Era similar al modo en que, pese a no poder ver a Minho, sabía que su amigo estaba tumbado a tan sólo unos centímetros encima de él. Y no era sólo por los ronquidos. Cuando alguien está cerca, lo sabes.