Entrelazados

—Toma su número de teléfono. Si es que todavía quieres llamarla, después de su mala educación —le dijo la chica llamada Penny, mientras le tendía un trozo de papel—. El segundo número es el mío, por si acaso decides que quieres a alguien más disponible.

Después, ella también se levantó y se marchó.

—Gracias —le dijo Aden.

Sonrió mientras se metía el papel al bolsillo. Sin embargo, la sonrisa no duró mucho. No sabía mucho de chicas, pero sí sabía que Mary Ann Gray se había sentido incómoda en su presencia, y que no quería saber nada de él.

?Acaso había sentido lo diferente que era él? Esperaba que no, porque de ser así, nunca podría convencerla de que saliera con él. Y él tenía que pasar más tiempo con ella. Tenía que hablar con ella y llegar a conocerla. Ella era la responsable de aquella nueva sensación de paz que acababa de descubrir.

También era extra?o. Cuanto más tiempo estaba junto a ella, más tenía que contener el impulso de huir de ella, lo cual no tenía ningún sentido. De cerca, la chica era mucho más guapa de lo que él pensaba; tenía las mejillas brillantes, los ojos de color verde y marrón. Era lista, y capaz de mantenerse firme ante su amiga. Cualquier otro chico habría querido salir con ella, pero cuando habían comenzado a hablar, él había sentido afecto, como si debiera estar acariciándole el pelo y tomándole el cabello sobre sus novios. Como si ella necesitara más pruebas de que era raro. Y, segundo, estaba aquel estúpido deseo de salir corriendo. No se le ocurría ningún buen motivo para huir de ella. En cuanto la había visto en la cafetería, las voces habían vuelto a gritar, cosa que odiaba, y después habían enmudecido, cosa que le encantaba.

?Cómo lo conseguía ella? ?Sabía lo que podía hacer? No parecía que fuera consciente de ello, puesto que su expresión era de indiferencia. Aden todavía no había averiguado si aquélla era la chica de sus visiones. Se parecía a ella, pero cuando pensaba en besarla… Hizo un gesto de disgusto. No le parecía bien. Le parecía muy mal. Tal vez, después de conocerla, aquello cambiara.

Se levantó y se puso en camino hacia casa, con cuidado de ir por la acera contraria al cementerio, y después por los caminos principales. Dos veces tropezó con algo, y en las dos ocasiones le palpitaron todas y cada una de las heridas del cuerpo.

?Ay, esta noche te va a doler?, le dijo Caleb.

Sí. Aparte del dolor de los hematomas y los cortes, dentro de pocas horas comenzaría a hacer efecto el veneno.

?Estás empezando a molestarme de verdad, Ad?, dijo Elijah de repente. ?No me gusta nada la ráfaga de aire que nos tira a ese agujero negro?.

—Háblame de ello. De ese agujero negro, quiero decir.

?Es oscuro, silencioso. Está vacío. Y que conste que me gustaría saber cómo lo haces?.

?Es una chica. La he visto de pasada?, dijo Eve.

Julian comenzó a tartamudear.

??Una chica? ?Es una chica la que nos echa? ?Cómo??.

—?Es la chica con la que he estado so?ando, Elijah?

Vaya. Debería habérselo preguntado antes.

?No lo sé. No la he visto?.

Oh.

?Bueno, pues yo sí, y estoy segura de que la conozco. Me resulta familiar?, dijo Eve, e hizo una pausa. Claramente, estaba pensando las cosas. Después exhaló un suspiro de frustración. ?No soy capaz de saber lo que me resulta familiar, exactamente?.

Los otros no veían las imágenes que proyectaba Elijah en su cabeza. Sólo las veía Aden. Así pues, Eve no habría visto a la muchacha en sus visiones.

—Llevamos pocas semanas aquí, y no habíamos salido del rancho hasta hoy. No hemos conocido a nadie aparte de Dan y a la otra escoria.

?Escoria?, el nombre que él les daba a los otros adolescentes descarriados del Rancho D. y M.

?Te juro que la conozco, no sé por qué. Y puede que ella haya vivido en cualquiera de las ciudades a las que nos han enviado?.

—Tienes razón…

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