El lado bueno de las cosas

—A Pat le encanta la historia. Sabe absolutamente todo de cada presidente de Estados Unidos. Vamos. Pregúntale algo —dice Ronnie.

Como Tiffany ni siquiera levanta la mirada de su plato, Veronica explica: —Mi hermana está acudiendo a clases de baile moderno, tiene un recital dentro de dos meses. Deberías verla bailar, Pat. Dios, ojalá pudiera bailar como mi hermana. Todos vamos a ir a ver el recital. ?Deberías venir con nosotros!

Asiento con cuidado cuando Tiffany levanta la mirada para ver qué respondo. Digo que sí para practicar el ser bondadoso. Además, seguro que a Nikki le habría gustado ir a un recital de baile y a partir de ahora quiero hacer cosas que le gusten a Nikki.

—Pat y yo vamos a hacer ejercicio juntos —dice Ronnie—. ?Has visto lo en forma que está mi amigo? Qué mal quedo yo. Necesito hacer ejercicio contigo en ese sótano, Pat.

—A Tiffany le encanta la costa. Los cuatro deberíamos llevar a Emily a la playa algún fin de semana de septiembre, cuando ya no haya aglomeraciones. Podríamos hacer un picnic. ?Te gustan los picnics, Pat? A Tiffany le encantan, ?verdad, Tiff?

Ronnie y Veronica se dedican a hablar de nosotros durante quince minutos y luego hay una pausa que aprovecho para preguntar si alguien sabe algo sobre la demolición del estadio de los Vet. Para mi sorpresa, Ronnie y Veronica dicen que lo demolieron hace a?os, igual que dijo mi padre. Eso me preocupa tremendamente, ya que no tengo ningún recuerdo de ello ni de los a?os que han pasado desde entonces. Pienso en preguntar cuándo nació Emily, pues recibí una carta de Ronnie por aquella época, pero me asusto y no lo hago.

—Yo odio el fútbol americano —dice Tiffany—, más que nada en el mundo.

Después de esto, todos comemos un rato en silencio.

Los tres platos que Ronnie había prometido resultan ser la cerveza, lasa?a con guarnición de puré de espárragos y tarta de lima. Los tres platos están deliciosos y se lo digo a Veronica (para practicar para cuando Nikki regrese), a lo que ella me responde: —?Acaso pensabas que mi comida estaría mala?

Sé que lo dice de broma, pero Nikki habría dicho que eso demostraba lo bruja que Veronica podía llegar a ser. Pienso en que si Nikki estuviera aquí, nos quedaríamos despiertos y charlando en la cama como solíamos hacer cuando íbamos un poco borrachos. Ese pensamiento me pone triste y alegre a la vez.

Cuando nos terminamos la tarta, Tiffany se pone en pie y dice: —Estoy cansada.

—Pero si apenas hemos terminado de cenar —protesta Veronica—, y tenemos el Trivial Pursuit…

—He dicho que estoy cansada.

Nos quedamos en silencio.

—Bueno —dice finalmente Tiffany—, ?piensas acompa?arme a casa o qué?

Me lleva unos segundos darme cuenta de que Tiffany me habla a mí, pero digo rápidamente: —Claro.

Puesto que estoy practicando el ser bueno, ?qué otra cosa podría haber dicho?

Hace una noche cálida, pero no pegajosa. Tiffany y yo recorremos una manzana antes de que le pregunte dónde vive.

—Con mis padres, ?de acuerdo? —dice sin mirarme.

—Oh. —Me doy cuenta de que solo estamos a unas cuatro manzanas de la casa de los se?ores Webster.

—Tú también vives con tus padres, ?no?

—Sí.

—Entonces no hay para tanto.

Ha oscurecido, imagino que serán las nueve y media de la noche. Tiffany camina deprisa con los brazos cruzados sobre el pecho, y eso que lleva tacones. Muy pronto estamos en la puerta de casa de sus padres.

Pienso que va a darme las buenas noches cuando me mira y dice: —Mira, no he tenido una cita desde la universidad, pero sé cómo funciona esto.

—?Cómo funciona el qué?

—He visto cómo me mirabas. No me cuentes rollos, Pat. Vivo en la parte trasera, en un peque?o apartamento separado de la casa, así que no hay posibilidad alguna de que mis padres nos pillen. Odio el hecho de que hayas llevado esa sudadera a la cena, pero puedes follarme siempre y cuando apaguemos las luces antes de empezar. ?De acuerdo?

Estoy demasiado sorprendido para hablar y durante un rato nos quedamos ahí quietos.

—O no —a?ade Tiffany justo antes de echarse a llorar.

Estoy tan confundido que hablo, pienso y me preocupo a la vez, y en el fondo no sé qué decir ni qué hacer.

—Me ha encantado pasar un rato contigo y creo que eres muy guapa, pero yo todavía estoy casado —digo, mostrándole mi anillo.

—Yo también —dice ella ense?ándome un anillo con un diamante que lleva en la mano izquierda.

Recuerdo lo que Ronnie me ha contado sobre el fallecimiento de su marido. Ella es viuda, no casada, pero no digo nada puesto que ahora solo digo cosas buenas; eso lo aprendí en terapia y a Nikki le gustará.

Me entristece ver que Tiffany aún lleva su anillo de casada.