El mapa de los anhelos

—Rosie, hija, si no es ahora, ?cuándo? Mírame. Tengo casi ochenta a?os y hace décadas que no me ocurre nada interesante. Me he pasado media vida llorando por la pérdida de tu madre y el resto, sufriendo por la enfermedad de Lucy. He intentado ser un pilar firme para esta familia, pero abre los ojos: ella ya no está y la mejor forma de honrar su memoria es continuar adelante.

El abuelo engulle otra cucharada. A mamá se le llenan los ojos de lágrimas y se levanta de la mesa con brusquedad. Papá se disculpa con un murmullo casi inaudible y la sigue poco después. Se oyen voces a lo lejos y luego un portazo. El cumplea?ero y yo nos sumimos en un silencio cómplice.

—Parece que nos hemos quedado a solas.

—?Vas a comerte tu trozo de pastel?

—Sí —respondo—. Y, a propósito, creo que es un buen plan lo de Florida, aunque no sé si te imagino pescando. ?Sabes que los gusanos siguen vivos cuando los atraviesas con el anzuelo? Lo vi en un documental.

El abuelo sonríe levemente y después lanza un suspiro. Parece cansado mientras me observa en silencio comer una cucharada de pastel tras otra. Me considero una cirujana emocional brillante y a menudo cojo un bisturí mental para abrir el corazón de los que me rodean y ver qué tienen dentro, pero el abuelo Henry es un hueso duro de roer. ?Quizá tenga el corazón de piedra y necesite un maldito taladro para llegar hasta el fondo?, pensé en una ocasión. No es fácil saber qué está sintiendo cuando se le oscurece la mirada y se muestra ausente, a millas de distancia. Ha tenido una vida difícil y el alma se le ha ido arrugando mientras pasaba las horas en el taller, antes de jubilarse, tallando muebles o cachivaches de madera. El día que Lucy nos dejó fue como si una losa acabase de caer sobre él. Mi abuelo siempre había sido la isla a la que remar cuando te sentías a la deriva; pero, de pronto, lo vi envejecido y más taciturno que de costumbre.

Hasta el día de hoy.

Nos hacemos compa?ía y, pasado un rato, advierto que está nervioso. No es algo habitual en él debido a esa actitud reservada, pero sus dedos repiquetean sobre la mesa y aparta la vista cuando mis ojos buscan los suyos.

—?Qué ocurre? ?Te preocupa el viaje?

—No.

—Ya sabías que mamá se lo tomaría así —insisto, porque no es un secreto que Rosie ha pasado los últimos cuatro meses metida en la cama o delante del televisor, sin saber qué hacer tras la muerte de su hija; no concibe que el mundo siga girando ajeno a su dolor—. Pero llevas a?os cuidando de todos nosotros y creo que es el momento de que hagas lo que te dé la gana.

—Grace…

—Deberías comprarte un ba?ador.

—Tengo que darte algo.

—No te estarás planteando repartir la herencia antes de irte a Florida, ?verdad? Porque ya sé que estas semanas están siendo complicadas, pero pronto encontraré un trabajo que me dure más de un par de días…

—Es de Lucy —me corta con la voz ronca.

No me muevo. El abuelo sale del salón mientras lo sigo con la mirada y regresa un par de minutos más tarde sosteniendo en las manos una caja envuelta con suave papel dorado y un pomposo lazo que parece resguardar un sobre morado en el que hay algo escrito, pero no llego a leerlo porque me tiende otro de color lila en el que puede leerse ?Grace? y, antes de ser consciente de lo que esto significa, ya estoy rasgando el papel con las manos temblorosas y el corazón desbocado.

—Te dejo a solas —dice el abuelo.

Tengo la boca tan seca que no consigo responder antes de que salga del salón. Y allí, junto a los restos del pastel de limón y el olor a cera de las velas de cumplea?os, me reencuentro con mi hermana. No es ella. No en carne y hueso, al menos. Pero no hay duda de que la caligrafía alargada es suya, dolorosamente suya, y tengo que hacer un esfuerzo para leer porque veo borroso por culpa de las lágrimas.



No existe una manera correcta de empezar esta carta. He probado desde el típico ?si estás leyendo esto, significa que estoy muerta? hasta intentar ser graciosa o estúpidamente profunda, pero todo suena forzado. Así que tendrás que conformarte con esto, peque?a Grace.

Siempre me gustó llamarte así. Creo que se debe a esa fantasía irreal en la que ejerzo de hermana mayor y tú buscas mi experiencia para hablar de chicos o amistades, estudios o inquietudes. ?Te imaginas? Podría haber usado frases como ?ya te dejaré ese lápiz de ojos cuando cumplas los quince? o cosas por el estilo, pero las dos sabemos que eso nunca sucedió. En la práctica, tú has ido un paso por delante, con independencia de la edad.

Por eso me quedo con el apelativo cari?oso, al menos. Y supongo que también explica que tengas esta carta en las manos. Resulta que estoy lista para despedirme del mundo, pero no de ti. Todavía hay demasiadas cosas que me gustaría haberte dicho o vivido a tu lado. Me encantaría que hubiésemos podido seguir creciendo juntas, pero no soy tan ingenua como para no darme cuenta de que el final está cerca. Lo curioso es que, conforme se me acaba el tiempo, los días me parecen más largos y monótonos atrapada en esta cama. Y pienso mucho. Pienso demasiado porque no tengo otra cosa que hacer, aparte de ganar sin esfuerzo cada vez que alguien se decide a hacerme compa?ía y coger una baraja de cartas o abrir un tablero. Así que un día tuve una idea brillante: ??Por qué no crear mi propio juego??. Uno que fuese único, distinto y en el que pudiese vivir de alguna manera cuando ya no esté.

Así que lo hice. Lo hice para ti.

?El mapa de los anhelos?.

He tenido la inmensa suerte de contar con la ayuda del abuelo. Si te ha dado el paquete, significa que por fin piensa que es el momento adecuado y se ha decidido a hacer ese viaje a Florida que lleva a?os posponiendo. Por favor, dale un beso de mi parte y dile que lo quiero y que espero que disfrute de cada instante.

Peque?a Grace, hace mucho tiempo tú me salvaste una vez. Ahora me toca a mí hacer algo por ti. Nada de saltarte las reglas, que ya nos conocemos. Sigue todas y cada una de las instrucciones del juego.

Y hazle caso a Will.

Con amor, Lucy.



Parpadeo varias veces. Aún estoy conmocionada. Vuelvo al principio para releerla más despacio, saboreando cada palabra y deteniéndome en los puntos y las comas. Pero cuando llego al final sigo igual de confundida.

Porque, para empezar, ?quién demonios es Will?





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Will Tucker

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