Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

—??Qué demonios había en eso que le ha dado?! —le gritó Lucy al médico mientras se marchaba.

El doctor Harrinson se volvió al umbral y contestó:

—Solo unas gotas de tintura de morfina. ?Totalmente inofensiva!

—Paul no llegó a oír el grito de indignación de Lucy.





De los Anales de los Vigilantes





30 de marzo de 1916


Contrase?a del día:

Potius sero quam numquam.

(Livio)



Dado que, según nuestras fuentes de información en el Servicio Secreto, se espera que en los próximos días se produzca en Londres nuevos ataques aéreos de la escuadrilla de la Marina alemana, procedemos a aplicar de inmediato el protocolo de seguridad de nivel uno. El cronógrafo se instalará indefinidamente en la Sala de Documentos, y lady Tinley, mi hermano Jonathan y yo elapsaremos juntos desde allí para limitar a tres horas el tiempo diariamente destinado a este fin. Los viajes al siglo XIX no deberían representar ningún problema en este lugar, ya que durante la noche raramente se encontraba nadie allí y en los Anales no se habla en ningún momento de una visita desde el futuro por lo que podemos partir de la base de que nunca se detectó nuestra presencia.

Como era de esperar, lady Tinley se resistió a apartarse de sus usos habituales y no pudo encontrar, según sus propias palabras, ?ninguna lógica en nuestra argumentación?, pero al final tuvo que inclinarse ante la decisión de nuestro gran maestre. Los tiempos de guerra requieren, como es sabido, medidas excepcionales.

La elapsación de esta tarde al a?o 1851 ha transcurrido de forma sorprendentemente plácida, tal vez porque mi solicita esposa nos ha proporcionado una buena porción de sus incomparables pastas de té y porque, recordando los encendidos debates que se habían producido en otras ocasiones, hemos evitado temas como el derecho a voto de las mujeres. Por más que lady Tinley se ha lamentado en un momento dado de no poder ir a la Exposición Universal de Hyde Park, la conversación no ha terminado en disputa, ya que nosotros compartimos totalmente su decepción sobre el particular. Con sus propuestas de matar el tiempo a partir de ma?ana jugando al póquer, lady Tinley ha dejado ver una vez más el lado excéntrico de su personalidad.



EL TIEMPO HOY: Ligera llovizna con tiempo primaveral, 16 grados Celsius.

INFORME: Timothy de Villiers, Círculo Interior.





Capítulo I


El extremo de la espada me apuntaba directamente al corazón, y los ojos de mi asesino eran como agujeros negros que amenazaban con tragarse todo lo que estuviera cerca de ellos. Supe que no podría escapar y retrocedí unos pasos tambaleándome.

El hombre me siguió.

—?Eliminaré del planeta lo que no es querido por Dios! ?Tu sangre empapará la tierra!

Tenía como mínimo dos réplicas mordaces a esos patéticos gru?idos en la punta de la lengua (?empapar la tierra?: ?la tierra estaba embaldosada allí!), pero el pánico no me permitió articular palabra. Por otra parte, el hombre no parecía estar en disposición de apreciar mi sentido del humor. De hecho, ni siquiera parecía que supiera lo que era el humor.

Retrocedí un paso más y mi espalda chocó contra la pared. Mi adversario soltó una risotada. Quizá tuviera sentido del humor al fin y al cabo, solo que no coincidía con el mío.

—?Ahora morirás, demonio! —gritó, y sin pensárselo dos veces me hundió la espalda en el pecho.

Me desperté sobresaltada lanzando un grito. Estaba ba?ada en sudor y me dolía el pecho como si efectivamente me hubiera atravesado la hoja de una espada. ?Qué sue?o más horrible! Aunque en realidad tampoco era para sorprenderse.

Los acontecimientos del día anterior (y de los días precedentes) no constituían precisamente una buena base para quedarse acurrucada bien calentita bajo la manta y dormir el sue?o de los justos. En realidad, más bien eran la base adecuada para que un montón de pensamientos negativos reptaran por mi cabeza como monstruosas plantas carnívoras. ?Gideon solo ha estado fingiendo. En realidad no me quiere.?

?Probablemente tampoco tiene que hacer gran cosa para que los corazones de las muchachas vuelven hacia él?, oía repetir al conde de Saint Germain con su voz suave y profunda, una y otra vez. Y: ?No hay nada más previsible que la reacción de una mujer enamorada?.